Iván Colmenares
Se acaba el 2023. Fue un año muy malo para el régimen. Se salió del libreto, dadas las circunstancias mundiales y la grave crisis nacional y anda buscando tablas de salvación para su deseo de perpetuarse en el poder. Firmó el Acuerdo de Barbados y se entrampó con esa camisa de fuerza que lo hizo desacertar en todos los caminos emprendidos. Ya había empezado a dar con farsas que tenían un resultado bueno inmediato, como el alacranato, que a la postre, no le sirvió para nada y es un arrebiate que no encuentra como dejar, porque cuesta mucho dinero y nada le da.
Habla de “oposiciones” pero se sienta a negociar con la única que le incomoda, la verdadera por lo demás, y que a pesar de las tentaciones verdes que pone sobre la mesa, esta vez el pueblo suplantó al liderazgo colaboracionista y se jugó la carta más arriesgada y más coherente, que también los sorprende con la calma de una jugadora de dominó que sabe que, mano segura no se tranca y que escucha, comprometida con la gran alianza nacional y con la comunidad democrática mundial, que el futuro de Venezuela está en sus manos, su sensatez, su enorme corazón de mujer, madre y luchadora, su férrea voluntad y en su decisión que deja a los adversarios sin argumento: nadie nos va a sacar de la ruta electoral.
Y se jugó a Rosalinda, ante el descomunal éxito de unas primarias que pusieron a vibrar a Venezuela, con una participación de dos millones y medio de venezolanos, cuyas colas y resultados fueron la noticia del año. Quisieron tapar la estruendosa victoria de María Corina Machado con un referendo basado en el patriotismo, llamado al que no concurrieron ni los dos millones de sus votos duros. Y todo para terminar sentado en la mesa frente a su par guyanés, al que le dieron hasta con el tobo los capitanes del odio nacional.
El país sigue su rumbo sin brújula por parte de la dictadura. Más presos políticos, más corrupción, más inseguridad, más emisoras radiales cerradas, cinco años sin resolver una crisis eléctrica que cada día se agrava más, cinco años con las kilométricas colas de gasolina, sin que haya una inversión franca para movilizar a un país paralizado, ya que la escasez de combustible impide un desarrollo sostenido, unos hospitales a los que hay que llevar hasta el algodón, el TSJ que intervino a ocho partidos, gremios, organizaciones deportivas y caritativas este año, más de 30 desapariciones en doce estados del país y la vergonzosa cifra de la UNICEF de 3.8 millones de niños que tienen necesidades humanitarias en la Patria donde se grita paz y libertad, pero donde la cúpula roja rojita no se ocupa de los problemas cotidianos del ciudadano de a pie. Y falta más por venir si seguimos con éstos: se espera para el año próximo una inflación de 176 por ciento y un precio del dólar cercano a los 70 bolívares. Que Dios nos agarre confesados.
Pero una vía construida por la voluntad del pueblo venezolano: María Corina Machado que, con el apoyo de la comunidad internacional y la unidad amalgamada a su alrededor, enfrentará la ruta electoral en el 2024 con la mira puesta en Miraflores y la consecuente reconstrucción nacional. El paisano educador, creador y militante de la esperanza, Argimiro Gabaldón decía que el camino era duro pero era el camino y dejando de lado, las diferencias ideológicas, aunque con la misma pasión por el país, la unidad venezolana sabe que la vía está empedrada, con grandes escollos, pero está convencida de sus debilidades y sus fortalezas, que conociendo al pájaro por la cagada, con sus candidaturas inventadas, con su carretilla de billete comprando oportunistas, tiene el compromiso ineludible de resolver como José Félix Ribas el dilema de vencer o morir: Necesario es vencer.
María Corina Machado tiene la fortaleza necesaria para conducir el timón de esta victoria. Nosotros, los suyos y sus aliados tenemos la obligación de esforzarnos por superar el sectarismo, las diferencias para lograr una verdadera búsqueda organizada del voto y su defensa en todos los terrenos. 2024 es el año de la esperanza, de la lucha y del cambio.
A mis lectoras y lectores, les acompaño en esta esperanza que tenemos en el corazón del tamaño de Venezuela con Esequibo y todo. No en balde, el que nace cada 25 de diciembre, es el símbolo de la vida, de la resurrección de la esperanza. Feliz Navidad.