Dirigentes militares y políticos europeos, desde los de rango medio hasta jefes de Estado como el francés Emmanuel Macron, se pasaron las últimas semanas advirtiendo contra la posibilidad de que Rusia lance ataques contra más países europeos, ahora miembros de la Unión Europea y la OTAN, como los bálticos.
Ucrania no es miembro de ninguna de estas organizaciones, aunque ha recibido su ayuda financiera y en forma de armas y munición. El ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, dijo a principios de febrero que los europeos podían esperar un ataque ruso en los próximos tres años y que había que prepararse para ello porque Rusia, gracias a la guerra en Ucrania, ya se estaba aprontando.
Los europeos no han visto una guerra grande (excepción hecha de las guerras civiles balcánicas de los 90) desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1945. Son casi 80 años de paz ininterrumpida que hacen que sean muy pocos los ciudadanos del bloque que tengan recuerdos de aquellos tiempos. Ocho décadas extrañas en un continente donde todas las generaciones desde hace siglos han sufrido guerras mayores, ya sea entre Estados, imperialistas o civiles.
¿Por qué el temor a Rusia ahora cuando Moscú se hizo con la provincia ucraniana de Crimea hace ya 10 años y el 24 de febrero se entró en el tercer año de la guerra actual? ¿Qué cambió en los últimos meses?
El cambio más evidente es la posibilidad cada vez más real de que Donald Trump, que asegura que incumplirá las obligaciones que tiene su país como miembro de la OTAN, vuelva en 10 meses a la Casa Blanca.
No es que Trump genere dudas sobre su compromiso con la seguridad transatlántica, es que llegó a decir que animaría al presidente ruso Vladimir Putin a atacar a algunos países europeos. En 10 meses los europeos pueden verse no con un presidente estadounidense distante sino con un enemigo en Washington.
Trump no es la única razón de las advertencias repetidas en las últimas semanas y meses. Los servicios de seguridad europeos están haciendo, con el transcurso de la guerra en Ucrania, nuevos análisis de las amenazas militares actuales rusas y de sus nuevas capacidades militares.
Los riesgos
También de la capacidad de la industria militar europea para producir armas y municiones masivamente y superar a la industria rusa. Fuentes diplomáticas europeas consideran que el bloque vive ahora mismo el mayor riesgo en las últimas décadas de un conflicto militar a gran escala. Y que no está preparado para ello salvo que invierta rápido y masivamente en hacer que la industria militar recupere la capacidad productiva que tenía al final de la Guerra Fría.
Las advertencias se centran en ese punto porque Rusia ha usado la guerra en Ucrania para disparar su producción militar. Los rusos están sacando de las fábricas más de 100 tanques al mes, por encima del ritmo de los que pierden en Ucrania. Ya son capaces de producir más de dos millones de obuses de artillería (y compraron otros dos millones a Corea del Norte) cuando los europeos no llegan todavía al millón.
Rusia ha movilizado para la guerra a cientos de miles de hombres, planea movilizar a 400.000 más este año y todavía no ha declarado una movilización general. Los europeos están muy lejos de esos números y no tienen planes para hacer movilizaciones extraordinarias. Pocos países del bloque tienen servicio militar obligatorio.
¿Puede Rusia lanzar otra guerra en los próximos años después de las pérdidas sufridas en Ucrania, gane o no esa guerra? Las fuentes consultadas en la OTAN creen que no mañana, pero sí en un período de entre tres y cinco años, suficiente según creen para que Moscú restablezca materialmente sus Fuerzas Armadas.
El ministro de Defensa danés, Troels Lund Poulsen, dijo hace dos semanas, según recoge el diario británico Financial Times, que Rusia podría lanzar durante el próximo lustro un ataque limitado contra alguna de las repúblicas bálticas para probar si la OTAN cumple con el artículo 5 de su tratado, si los otros 31 Estados miembro acuden en ayuda del atacado. Sería más un ataque de prueba que una guerra de conquista.