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Por Robert Alvarado (@robertveraz)

“En política lo importante no es tener razón, sino que se la den a uno”. Konrad Adenauer,

En el contexto de un convenio parcial que aborda la promoción de derechos políticos y garantías electorales para todos, tendrían lugar las elecciones presidenciales en Venezuela. Este acuerdo, conocido como el Acuerdo de Barbados, fue firmado por representantes del gobierno y la oposición venezolana. En esencia, consta de dos acuerdos interrelacionados: uno relacionado con las garantías electorales y los derechos políticos, y otro centrado en la protección de los intereses vitales de la nación. Jorge Rodríguez, uno de los firmantes, ha afirmado que el documento recientemente suscrito en el Salón Elíptico de la Asamblea Nacional representa un “desarrollo” del Acuerdo de Barbados y, en cierto sentido, lo reemplaza. Su argumento se basa en la idea de que este nuevo acuerdo es un “subconjunto” del conjunto más amplio que representa el Acuerdo de Barbados. En otras palabras, lo más completo abarca lo menos completo.

El nuevo acuerdo, no es más que una patada a la mesa, pero el pueblo persiste en su apoyo a la candidata María Corina Machado. El Tribunal Supremo de Justicia la excluye del juego político al emitir un fallo que la inhabilita para ejercer cargos públicos durante 15 años. Aunque no del todo inesperadas, ambas decisiones han desencadenado una crisis política de enormes proporciones. No solo afecta la candidatura de Machado, sino que también cuestiona el futuro de los Acuerdos de Barbados y el levantamiento de sanciones contra el gobierno de Maduro. Estos acuerdos, impulsados por Estados Unidos y Jorge Rodríguez, han alterado el panorama político venezolano. En este proceso dinámico y sujeto a cambios constantes, las maniobras políticas fluctúan día a día. La implementación efectiva de los compromisos asumidos en estos acuerdos será crucial o nefasto para el futuro democrático de Venezuela. Tremenda paradoja.

Más allá de las maniobras, y de las paradojas implícitas en estas, el país clama fervientemente por María Corina Machado. Según un sondeo realizado el 25 de febrero, un 55% de los votantes respaldaría a Machado si las elecciones presidenciales se celebraran mañana. En contraste, Nicolás Maduro obtendría solo un 14% de los votos, mientras que un 8% se inclinaría por otros candidatos. En un escenario polarizado, el 65% de los votantes elegiría a María Corina Machado, frente al 15% que apoyaría a Nicolás Maduro. La consigna que Machado utilizó durante las elecciones primarias, “Que nadie lo dude, esto es hasta el final”, resuena en la mente de los venezolanos, quienes siguen llenos de expectativas y mantienen su fe en ella.

Se escucha la posibilidad de un sustituto en caso de que el gobierno no permita la inscripción de María Corina Machado (MCM). La profesora Colette Capriles Sandner opina: “Para participar verdaderamente en las elecciones presidenciales, parece que la única alternativa viable es una candidatura unitaria respaldada por MCM, capaz de convocar incluso a aquellos votantes que han perdido la confianza en el resto del liderazgo”. Sin embargo, la oposición sigue presionando para que Machado pueda postularse como candidata, y en este momento no se vislumbra un sustituto por parte de la oposición.

Hablando de sustitutos y triunfo electoral, traigo a colación el mejor ejemplo. En mi linda Barinas, Sergio Garrido se convirtió en el cuarto candidato de la oposición en postularse para la gobernación y logró vencer al chavismo. Freddy Superlano, por su parte, derrotó al candidato del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Sin embargo, el Tribunal Supremo de Justicia invalidó los comicios, alegando que Superlano estaba inhabilitado para participar. Posteriormente, se propuso a Aurora Silva, esposa de Superlano, como candidata, pero también fue rechazada. Luego, Julio César Reyes corrió con la misma suerte. A pesar de estos obstáculos, Sergio Garrido, el cuarto candidato de la oposición, prevaleció en la repetición de las elecciones y finalmente se hizo con la gobernación de Barinas, poniendo fin a 23 años de hegemonía chavista en la región.

No obstante, los expertos advierten que para el oficialismo, perder una gobernación, por más emblemática que sea, es muy diferente a perder la presidencia de la República. La presidencia implica abandonar el poder en una situación en la que los costos de salida son extremadamente altos. Muchos de los funcionarios están sujetos a sanciones internacionales, y Estados Unidos aún ofrece recompensas por la detención de varios de sus miembros, incluido Maduro.

La figura del sustituto o sustituta en el contexto político es delicada. María Corina Machado, enfrentando las restricciones que le impiden postularse directamente a la presidencia de la república, se encuentra en una encrucijada estratégica. Aquí, la elección de su sustituto o sustituta adquiere un significado profundo y simbólico. Por supuesto, estaríamos en un escenario en el cual la figura del sustituto o sustituta no es una opción viable, y María Corina Machado está decidida a llegar hasta el final en su aspiración a la presidencia de la república. En este contexto, María Corina se convierte en un faro de resistencia y determinación. Su compromiso con la causa democrática y su lucha incansable la sitúan como un símbolo de esperanza para muchos venezolanos; asimismo, de determinación inquebrantable. A pesar de los obstáculos, las amenazas y las limitaciones impuestas, ella persiste. Por eso, su lema “Esto es hasta el final” resuena en la mente de sus seguidores y en la historia política de Venezuela.

María Corina Machado decidió llegar hasta el final y su camino estará lleno de obstáculos, pero también de esperanza y la posibilidad de un cambio transformador para Venezuela. No es fácil este escenario político para nosotros los venezolanos en que se juega el destino del país, pero nuestra líder dice: “Que nadie lo dude, esto es hasta el final”.

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