Por Robert Alvarado (@robertveraz)
“La confesión es un acto de traición. Nos entregamos a nuestros verdugos, les damos las herramientas para nuestra propia ejecución. Pero, ¿qué sucede cuando el verdugo se convierte en juez y jurado? Cuando la confesión se retuerce y se convierte en un arma en manos de los poderosos, estamos atrapados en un laberinto de engaño y desesperación.” Franz Kafka
La fragilidad o falta de solidez de la confesión, en cuanto declaración realizada por una persona que es parte en un proceso legal, sería axiomática en el contexto legal y penal actual. Siendo importante considerar cómo se obtiene y se valora una confesión en el sistema judicial, especialmente cuando su debilidad puede afectar el resultado de un juicio. Antes se consideraba que la confesión era la reina de las pruebas. En razón de que ese criterio era algo determinante para condenar, inclusive a la pena capital, a cualquier persona, que forzaban, torturaban, para que hiciera la confesión. Como eso se prestaba para estimular toda una serie de atropellos, a fin que la gente en última instancia se viera en la necesidad de confesar, antes de seguir sufriendo tormentos, confesaba.
Por eso es que la confesión dejó de ser la reina de las pruebas y paso a ser ahora como mero acto o simple indicio que no genera responsabilidad ni certeza. Ahora bien, hay situaciones, como la protagonizada recientemente por el Fiscal General de la República, en la cual expuso públicamente la confesión de una persona para incriminar y comprometer a otras personas. En ese contexto, dicha confesión pudo haber sido hecha bajo ciertas circunstancias, lo que se conoce como estado de necesidad. Motivo por el cual, en el caso de Emil Brandt Ulloa, director de campaña de María Corina Machado en mi linda Barinas, su confesión ha generado controversia. Veamos las incidencias y contrariedades:
El Fiscal General de la República, Tarek William Saab, mostró un video en el que Brandt Ulloa supuestamente confesó que el financiamiento de María Corina Machado proviene de una organización extranjera y se utiliza en actividades para generar actos de violencia. En ese contexto, la confesión plantea interrogantes sobre su validez y fiabilidad, pues pudo haber estado influenciada por diversas circunstancias, como la presión o el estado de necesidad. Al respecto, se debe tener presente que la doctrina penal internacional reconoce que, en situaciones límites, es necesario salvaguardar intereses vitales, incluso si eso afecta a otros. Por ejemplo, en el caso de un barco hundiéndose con un solo salvavidas, la persona debe priorizar su propia vida. Con eso quiero decir, que la confesión de Emil Brandt Ulloa plantea desafíos en términos de su validez y cómo se obtuvo. El sistema judicial debe evaluar cuidadosamente su peso probatorio y considerar las circunstancias en las que se realizó.
Técnicamente, el de Brand Ulloa habría sido un “Aporte realizado bajo coacción, estado de necesidad”. Una decisión en el ámbito internacional arroja luces al respecto:
“El miedo o la situación coactiva generada por una amenaza no son sino la consecuencia subjetiva que proviene de la situación de necesidad en la que hay que elegir entre sufrir un mal o causarlo, allí coalicionan el bien jurídico amenazado y el que es necesario lesionar para evitar la amenaza. Por lo tanto, son aplicables aquí las reglas del estado de necesidad, tanto del que excluye la antijuricidad como el que excluye la responsabilidad por el hecho” –con cita Bacigalupo Derecho Penal –parte general- “Hammurabi, Buenos Aires 1999, p.402”.
Analicemos su significado. La situación de necesidad se presenta cuando una persona se encuentra en una encrucijada: debe elegir entre sufrir un mal o causar un mal a otro para evitar una amenaza mayor. En este escenario, se deben sopesar dos bienes jurídicos: el que está en peligro y el que es necesario lesionar para prevenir el daño mayor. En otras palabras, El estado de necesidad es un principio que permite justificar ciertas acciones que, en circunstancias normales, serían consideradas ilícitas o de deslealtad, no sin razón María Corina afirmó seguir confiando en Brandt Ulloa, sentimiento que le transmitió a su familia, al mundo.
En el turbulento escenario político de Venezuela, las confesiones se convierten en flechas envenenadas, disparadas en medio de la polarización y la desconfianza que permea cada rincón de la nación. El caso de Brandt Ulloa, nos lleva al corazón mismo de la duda y la manipulación oficialista. Por eso, las confesiones, una vez consideradas la “reina de las pruebas”, ahora se tambalean en un circo partidista. ¿Qué valor tienen las confesiones cuando se deslizan por los labios de un funcionario, teñidas con los colores de su afiliación? ¿Acaso no son más que herramientas electorales, pulidas y afiladas para apuñalar la credibilidad de los oponentes? ¿Cómo podemos creer en las confesiones, como la de Brandt Ulloa, cuando el telón de fondo está manchado por la manipulación oficialista?
Y entonces, Brandt Ulloa se convierte en otra víctima de crímenes de lesa humanidad. Su confesión, arrancada y presentada como un trofeo, no es más que un truco de campaña. ¿Honestidad? ¿Integridad? ¿Ética? Esas palabras se desvanecen en la bruma de la propaganda y la retórica oficialista. Así que aquí estamos, ciudadanos cautivos, observando cómo la confesión se desmorona aún más. ¿Es un paso hacia la verdad o un giro en la danza de las sombras? En esta perspectiva política, no hay espacio para la ingenuidad. Las confesiones son dardos envenenados, y nosotros, los votantes, debemos sopesarlos con cuidado. ¿Quién gana? ¿Quién pierde? ¿Y qué queda de la verdad en este juego de espejos? Nosotros, los espectadores, seguimos buscando respuestas en un mundo donde la confesión, ahora más que nunca, no es más que un eco distorsionado de la realidad.
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