Los migrantes venezolanos suelen responder rápido a la pregunta sobre la parte más difícil de su viaje por ocho países hasta a la frontera de Estados Unidos, y no es la caminata de varios días por la selva entre Colombia y Panamá con sus víboras venenosas, arañas gigantes y escorpiones. Es México.
“En la selva, tienes que prepararte para los animales. En México, tienes que prepararte para los humanos”, dijo Daniel Ventura, de 37 años, después de tres días recorriendo el Tapón del Darién y cuatro meses esperando en México para entrar de forma legal en Estados Unidos utilizando el sistema de citaciones online del gobierno, llamado CBP One. Él y su familia de seis se dirigen a Fort Atkinson, Wisconsin, donde vive un familiar.
La campaña de México contra la inmigración de los últimos meses — a instancias del gobierno de Joe Biden — ha afectado especialmente a los venezolanos. Esto muestra hasta qué punto Washington depende de México para controlar la inmigración, que ha alcanzado niveles sin precedentes y es una de las principales preocupaciones de los votantes de cara a las presidenciales de noviembre, en las que el Biden busca la reelección.
Las detenciones de migrantes que cruzan de forma ilegal desde México bajaron este año tras alcanzar su máximo histórico en diciembre. El mayor descenso se dio entre los venezolanos, con 3.184 arrestos en febrero y 4.422 en enero, frente a los 49.717 de diciembre.
Aunque dos meses no marcan una tendencia y los cruces ilegales siguen siendo altos en comparación con los niveles históricos, la estrategia de México de mantener a los migrantes cerca de su frontera con Guatemala, en lugar de en la que comparte con Estados Unidos, es un alivio temporal para el gobierno de Biden.
Un gran número de venezolanos comenzaron a llegar a Estados Unidos en 2021, primero tras volar a México y luego, cuando el país impuso restricciones de visa, a pie y en autobús. En septiembre, los venezolanos reemplazaron brevemente a los mexicanos como la principal nacionalidad en cruces fronterizos.
Las medidas mexicanas incluyeron obligar a los migrantes a bajar de los trenes en los que viajaban, llevarlos al sur en avión y bus y devolver a algunos a Venezuela.
La semana pasada, México anunció que daría alrededor de 110 dólares mensuales durante seis meses a cada venezolano que deporte, con la esperanza de que no regresen. El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, amplió el martes la oferta a ecuatorianos y colombianos.
“Si se apoya a la gente en sus lugares de origen, se reduce considerablemente el flujo migratorio, pero eso requiere de recursos y eso es lo que no ha querido hacer el gobierno de Estados Unidos”, dijo López Obrador, a quien las limitaciones del mandato le impiden aspirar a la reelección en junio.
Los migrantes cuentan que deben pagar a funcionarios corruptos en los frecuentes puestos de control del gobierno para evitar ser enviados a las ciudades del sur de México. Cada revés es costoso y frustrante.
Yessica Gutierrez, de 30 años, salió de Venezuela en enero con un grupo de 15 familiares entre los que hay niños pequeños. Dijo que evitaron algunos de los controles caminando entre la maleza. El grupo espera ahora en la Ciudad de México a conseguir una cita para cruzar de forma legal a Estados Unidos. Para poder usar CBP One, los solicitantes deben estar en el centro o el norte de México, por lo que su grupo duerme en dos tiendas de campaña donadas frente a un centro para migrantes y consultan la aplicación a diario.
Más de 500.000 migrantes han utilizado la app para entrar a Estados Unidos por los pasos fronterizos terrestres desde México desde que comenzó a usarse en enero de 2023. Pueden quedarse en el país durante dos años en virtud de una autoridad presidencial, que también les permite trabajar.
Los venezolanos son la gran mayoría de los 73.166 migrantes que cruzaron el Tapón del Darién en enero y febrero, y la cifra va camino de superar el récord del año pasado de más de 500.000, según el gobierno panameño, que sugiere que los venezolanos siguen huyendo de un país que ha perdido más de siete millones de habitantes por la agitación política y el declive económico. Las autoridades mexicanas pararon a migrantes venezolanos más de 56.000 veces en febrero, casi dos veces más que en los dos meses anteriores, según sus datos.
“La cuestión de fondo aquí es: ¿Dónde están los venezolanos? Están en México, pero ¿dónde?”, dijo Stephanie Brewer, que cubre México para la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos, un grupo que monitorea los abusos de derechos humanos.
México deportó a apenas 429 venezolanos durante los dos primeros meses de 2024, lo que supone que casi todos los demás están esperando en el país.
Mucho temen aventurarse al norte de la Ciudad de México por si son asaltados o devueltos al sur del país. Estados Unidos admite a 1.450 personas al día a través de las citas de CBP One, que se conceden con dos semanas de antelación.
Aunque consigan esquivar a las autoridades mexicanas, los migrantes se sienten amenazados por bandas que secuestran, extorsionan y cometen otros delitos violentos.
El gobernador republicano de Texas, Greg Abbott, ha elogiado sus propios esfuerzos para explicar la reciente reducción en los cruces ilegales en su estado, donde la Patrulla Fronteriza realiza al menos el 95% de las detenciones de venezolanos. Entre otras cosas, instaló alambre de espino, una barrera flotante en el río Bravo y planea construir una nueva base para la Guardia Nacional.
El secretario estadounidense de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, atribuyó en gran parte a México el descenso de los arrestos fronterizos.
Pero algunos venezolanos siguen rumbo al norte a pesar de los peligros.
Marbelis Torrealba, de 35 años, llegó esta semana a Matamoros, al otro lado de la frontera con Brownsville, Texas, con su hermana, su sobrina y las cenizas de su hija, que se ahogó en un naufragio en Nicaragua. Contó las autoridades mexicanas y las bandas les robaron y que fueron devueltas varias veces al sur de México.
Un albergue consiguió que puedan entrar de forma legal a Estados Unidos por motivos de emergencia humanitaria, pero estaba preparada para cruzar la frontera de forma ilegal.
“A mí ya me pasó lo peor: ver a su hijo muriéndose en tu cara y sin poder hacer nada”, afirnó.