NUEVA YORK (AP) — El expresidente estadounidense Donald Trump inició su día como un acusado penal que arremetió contra el juez y los fiscales, presentándose como una víctima y efectuando publicaciones airadas en redes sociales.
En otras palabras: lo normal en él.
Pero dentro del tribunal, al que no tuvieron acceso las cámaras de televisión, Trump se mostró como un hombre distinto: reservado y callado, en un cambio notable con respecto a la forma combativa en que encara otros problemas jurídicos.
El contraste deja ver la gravedad de su situación. Trump es ahora el primer expresidente de Estados Unidos en ser enjuiciado por cargos penales y, si pierde, podría convertirse en el primer candidato presidencial estadounidense de alguno de los principales partidos en competir tras haber sido declarado culpable de un delito grave.
En este caso, Trump está acusado de falsificar registros contables para ocultar presuntos pagos efectuados a una actriz porno con el fin de evitar que, durante la campaña por la presidencia en 2016, ella expresara públicamente su alegato de que sostuvieron un amorío.
Se prevé que el juicio dure al menos seis semanas y se requiere que Trump, el virtual candidato presidencial republicano, acuda todos los días que la corte sesione, una agenda que alterará drásticamente su vida diaria y su capacidad para hacer campaña.
Así que Trump trajo su campaña al tribunal, efectuando declaraciones antes y después de las diligencias del día, de las que de nuevo volvió a decir que sólo son un intento motivado políticamente por parte de sus rivales para obstaculizar su campaña.
“Esto es persecución política”, refunfuñó tras llegar con una legión de abogados y varios asesores, pero sin su esposa ni otros familiares. “Es un ataque a nuestro país”, agregó.
Trump ya tiene bastante práctica en el arte de hacer campaña desde el tribunal. Además de presentaciones relacionadas con sus cuatro juicios penales, este año el exmandatario asistió voluntariamente a la mayoría de los días en que se llevó a cabo su juicio civil por fraude, al igual que a un caso por difamación interpuesto por la escritora E. Jean Carroll, que había acusado a Trump de violación.
Esos dos juicios no tuvieron un final positivo para Trump: el expresidente fue declarado responsable en ambos, y ahora debe más de 500 millones de dólares, incluidos los intereses.
Durante esas audiencias, Trump fue amonestado frecuentemente por los jueces, que le pidieron guardar silencio o responder a las preguntas más brevemente. En un momento dado, el juez en la demanda de Carroll amenazó con echar a Trump de la corte por hablar ruidosamente. Otro día él se marchó furioso. Trump también discutió abiertamente con el juez en su juicio civil por fraude, inclusive desde la silla de los testigos.
Ese tipo de comportamiento no sería tolerado en un tribunal de lo penal, y el juez Juan Merchan dijo claramente que Trump podría ser enviado a la cárcel y enjuiciado por separado si se enfrascaba en un comportamiento conflictivo como
Trump no se portó así el lunes.
En ocasiones se le vio susurrando y pasándole notas a Todd Blanche, su abogado principal. Pero durante otros momentos, Trump se encorvaba hacia adelante, miraba hacia el techo o se recargaba en su silla con los brazos cruzados y los ojos cerrados.
Cada movimiento era registrado por un pequeño grupo de reporteros en el interior. Al ingresar al tribunal, Trump “se detuvo por una fracción de segundo” y “se humedeció los labios” antes de caminar por el pasillo central de la corte. Cuando fue presentado como el acusado, Trump giró y les mostró a los posibles jurados “una sonrisita con los labios apretados”. Posteriormente, cuando salió de la sala para un descanso, Trump se le quedó mirando a un periodista del New York Times que previamente había reportado que el exmandatario se había quedado dormido en su silla.
Aunque su lenguaje corporal fue analizado cuidadosamente, él habló poco.
Durante el primer día de su juicio, Trump sólo dijo cinco palabras que quedaron en los registros —»sí» en una ocasión, y “sí, señor” dos veces— mientras le leían las así llamadas “advertencias Parker” para informarle que su derecho a estar presente en el juicio podría ser revocado si se comportaba inadecuadamente y que podría ser encarcelado por comportamiento inaceptable.
Se desconoce cuánto más conservará Trump la compostura a medida que el juicio se desarrolle.
El tribunal espartano iluminado por lámparas fluorescentes contrasta enormemente con el elegante club Mar-a-Lago en el que él ha decidido vivir su vida posterior a la presidencia. Allí está rodeado por personal que lo consiente y simpatizantes fervorosos que se ponen de pie para ovacionarlo cada noche cuando ingresa al comedor.
En el tribunal, Trump fue presentado ante los jurados no como presidente —como sus asesores aún lo llaman— sino como “el señor Donald J. Trump”, y enfrentó restricciones, incluida la posibilidad de que pudiese no serle concedido el permiso para acudir a la graduación de secundaria de su hijo menor.
El juez no ha emitido un fallo sobre el asunto, pero sí le prohibió a Trump viajar a Washington el próximo jueves, cuando la Corte Suprema examinará su argumento de que, en su calidad de expresidente, goza de inmunidad a ser enjuiciado.
“Creemos que es importante que el tribunal le recuerde al señor Trump que es un acusado penal y que está bajo la supervisión del tribunal”, dijo un fiscal, Christopher Conroy.
Dado que Trump está atrapado en Nueva York para el futuro previsible, sus ayudantes han estado planeando mítines y otros eventos políticos los fines de semana y los miércoles, cuando la corte no tiene previsto sesionar. Merchan dijo el lunes que los miércoles podrían añadirse si el juicio se retrasa.