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Joel Enrique Silva Silva*

Si bien es cierto, la noción universal es que mediante el sufragio se hace nacionalidad, ésta hay que construirla mediante andamiajes en los que el Estado afinque, eduque, arme y, mediante el pacto social oficiar el bien común.

En revisión los estereotipos del pensamiento aplicado en la academia y procurar la virtuosidad de la administración pública tropezamos con el gobierno posible, el que solo es alcanzable por vía de un Estado que tenga como prioridad a sus ciudadanos.

Ese Estado es el receptáculo de la ciudadanía que como seres humanos que ocupan su territorio tienen el papel principal para cometer en las actuaciones públicas que se tracen. Situación en la cual, el conocimiento del comportamiento de las instituciones del Estado es indispensable; así el ciudadano tiene elementos para hacerse un concepto de lo que con la confianza y delegación de poder otorgado al mandatario desde el momento en que le dio el mandato, progresivamente se va haciendo un juicio y valoración de la función pública y la eficacia de la gestión.

El gobierno franco y verdadero procura cardinalmente disminuir los hechos recurrentes y frecuentes de corrupción. Nuevo arquetipo de entendimiento entre: mandatarios y mandantes. Instrumento que da al ciudadano en tiempo real la encuesta de lo que ocurre en el órgano público; trabajos de inversión que se van a producir, directa o indirectamente, o sea, administración directa o contratación de servicios con un tercero; qué capitales se van a gastar, tanto de las alineaciones y pautas de gobierno a implementar. Inquisición que incurre verdaderamente en el poblador, que en carácter colectivo o individual, haya cabida de forjar ideas o proposiciones pertinentes y prudentes.

La opacidad con que se manejan los dineros, las pocas obras y los planes públicos, que en efecto aquejan a toda la comunidad pero que, al mismo tiempo, se ejecutan con el capital del producto interno y su patrimonio, deviene en una frustración y acostumbramiento a perder el ejercicio del derecho de controlar la gestión pública, incluso cuando observa como los formadores de opinión pública seden su carácter y su misión también ciudadana, bien sea por beneplácitos o transacciones con ese gobierno, como por evitarse contratiempos para mantener sus haciendas.

El mando elitista de los capitales públicos, coexiste en un grupo palaciego que resuelve cómo y cuándo emplearlos y explotarlos. Un día el ciudadano, emerge de su morada y se halla con que en la avenida están edificando un centro comercial en el terreno donde la comunidad quería una urbanización. Súmele, el despacho de liderazgos egoístas que centraliza el poder en escasas y ridículas manos.

Es cierto, corremos de elecciones y en elecciones en una forma lampedusiana, cambiar todo para que nada cambie, quimera de democracia, ilusión de ciudadanía. El Estado agarrado en las minorías selectas (capullos de pretendidos ricos), cuyas misiones marchan en patrocinio particular y egoísta abandonando a la ciudadanía apartada y retirada de cualquier hecho o actuación que asuma el rol del ejercicio público.

En Venezuela, la información que se suministra en una entidad pública instituye una anomalía. Los estándares es que no la provean. No obstante el régimen se autodenomina democrático o participativo y, el ciudadano, privadamente, sabe que tiene derecho constitucional a significar y prevenir en la gestión pública, no tiene camino a la información pública y transparente.

Empresas del Estado, como PDVSA, no proporcionan cuenta de sus rentas. La Contraloría General de la República, tampoco la Asamblea Nacional realizan su catálogo de control del aparato administrativo, aunque no dejan de hacer pronunciamientos políticos de solidaridad con sus paralelos componentes del Poder Público, suerte de contubernio de poder, mientras el ciudadano observa que la respuesta de las instituciones para resolver los males que sufre la sociedad lo único que escucha es excusas de sanciones coercitivas y multilaterales, o negociados de élites opositoras que las procuran con éxito gracias a las relaciones que éstas tienen con algunas potestades de gobiernos negociantes.

Este tumor administrativo va en contravía con los momentos que circulan de redes sociales, internet, información, rendición de cuentas. El Estado requiere comunicarse con ese ciudadano gobernado que vive en su casa, quien por lo demás, de tributar con el expendio público, por vía de los impuestos que paga con rigurosidad, tiene el derecho a saber: cómo se remedian los inconvenientes que lo perturban y lo alejan de los bienes y servicios que le permitan llevar una vida decente.

El gobierno democrático, diáfano, virtuoso, es aquel cuya transparencia es el principio rector de la inauguración particular a que se obligan los gobernantes. Ejecución en la que se signa una cultura política para la rendición de cuentas de manera oportuna, accesible y confiable, con el uso de los medios tecnológicos.

No ser más esa caja negra que siguen siendo las instituciones afectando el concepto de Estado, entonces se transforme en luminaria y naturalidad, constriñendo la grieta entre las providencias gubernamentales y las demandas de la sociedad.

El silencio, el miedo, la persecución, la amenaza, la censura y la autocensura, son dignos efectos de sociedades enfermizas que no se curan con simples cambios de gobierno, ya que se han acostumbrado a que la manera de superar las adversidades, es escondiendo la cabeza o ser cómplices directa o indirectamente, con la perversidad enquistada en el poder.

Cerrar el acceso a una aplicación de la red internet o autopista de la información y la comunicación, no son soluciones a las sanciones, a las trampas, a las intervenciones, invasiones o perversidades de otras latitudes. Al contrario, es una negación a la verdad y, el peor enemigo de la mentira, es la verdad que siempre la persigue y, la mayoría de las ocasiones la alcanza y vence.

El gobierno democrático está enganchado con el débito de acompañar los imparciales y misiones de desarrollo sostenible y sustentable, para lo cual podemos proponer, pactar y ejecutar una forma de Estado que esté en sintonía con la necesidad de reivindicar a la sociedad con sus instituciones.

Convincentemente esta instrumentación sólo será operable con un cambio trascendente en el sistema político, que fortalezca al ciudadano en el intervenir y favorecer con la gestión pública institucionalmente, en un Estado para los ciudadanos.

*Periodista y Abogado. joelsilva16gmail.com