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Joel Enrique Silva Silva*

La mañana del 11 de septiembre de 2001, ya en la oficina la secretaria nos comenta de un avión que chocó con una torre en New York; como la casa nos quedaba muy próxima, fuimos a ver CNN en Español que para ese momento se transmitía sin restricción a los abonados a DIRECTV. Efectivamente empezamos a digerir mediante vista y escucha, el reporte del momento y vimos cuando se produjo el segundo estallido o choque en la otra torre gemela, un avión ciertamente que trataba de completar lo que entonces se creyó, era un atentado. No nos movimos en todo el día de la morada, captando todo lo que podíamos, interesados periodísticamente pero sin dejar de asombrarnos como tantos en el mundo.

En la noche habló George Walker Bush, el presidente de la Nación más poderosa del mundo. Sin embargo más temprano se difundían unas imágenes del momento en que el mandatario en la escuela primaria Emma E. Booker, de Sarasota, Florida, es interrumpido por un guardia del Servicio Secreto y le dice algo directamente al oído, entonces el mandatario, a la vista de los alumnos (16 del segundo grado) y la maestra de la clase, sin ordenar que apagaran cámaras, perduró impertérrito durante siete luengos minutos. Su retrato con la visual disoluta y leyendo un libro infantil, habiendo sido enseguida objeto de sátiras y bromas de la crítica, principalmente en EEUU. Ese hecho nos ayudó a comprender más el valor de la democracia norteamericana.

La esposa del presidente, Laura, estaba en Washington, entonces contactó al senador demócrata Ted Kennedy, consideró que la experiencia de ése ciudadano le permitiría tener un panorama más preclaro de lo que podía venir frente a esos acontecimientos siniestros. Importante destacar que el presidente Bush, hijo de George Herbert Walker Bush (41 presidente de EEUU), es republicano como su padre. Imaginen a una esposa de un presidente latinoamericano, buscar el consejo de un político de un partido distinto al de su esposo en un momento de crisis política y de seguridad nacional. Solo en una democracia de avanzada y tolerante.

Frente al mundo a través de las cámaras de televisión, doce horas después, entre confusión y tormento, como caminando en un embrollo sombrío, con Dick Cheney (Vicepresidente) y Colin Powell (Secretario de Estado) a su lado pronunció Bush des la oficina oval en la Casa Blanca: «Estados Unidos fue blanco de un ataque porque somos el faro más brillante de la libertad y oportunidad en el mundo. Y nadie hará que esa luz deje de brillar».

Más cerebral, creemos, el 12 de septiembre, el presidente Bush frente al alto mando apuntó: «Los ataques deliberados y mortales que fueron llevados a cabo ayer contra nuestro país fueron más que actos de terrorismo. Fueron actos de guerra. Esto requerirá que nuestro país se una en una determinación y firmeza inalterables. La libertad y la democracia están bajo ataque.”

Continuó: «El pueblo estadounidense necesita saber que estamos enfrentando un enemigo distinto al que jamás hayamos enfrentado. Este enemigo se esconde en las sombras, y no tiene ningún respeto por la vida humana. Este es un enemigo que ataca a gente inocente y confiada, y luego corre a esconderse. Pero no podrá esconderse para siempre. Este es un enemigo que piensa que sus refugios son seguros. Pero no serán seguros para siempre.”

El ciudadano estadounidense estaba impávido, siendo la potencia más importante no dejaba de estar impotente para enfrentar los ataques a su orgullo espacio territorial y poder volver a ser un conductor del orden internacional. Vino la guerra más perfecta y tecnológica militar que se conozca hasta ahora, frente a unos enemigos inmolados que se zumbaron y ridiculizaron su seguridad militar y demolieron su emblema financiero. El World Trade Center (Centro Mundial de Comercio), era la sede de las firmas financieras más poderosas del mundo.

Aprendimos que en la riña contra la brutalidad del terrorismo no actúan los dispositivos persuasivos, no se echan de ver alianzas como tampoco reconciliaciones. El presidente Bush vivía forzoso en este caso, inexcusablemente a una gravosa y fortuita réplica militar tal cual como sucedió con las invasiones de Afganistán e Irak perpetradas por su padre una década antes.

Veintitrés años han pasado de los asaltos extremistas al meollo, alma, centro de la democracia capitalista, los norteamericanos han probado cogniciones y prácticas para discurrir su rol en un diferente teatro geopolítico internacional; y los periodistas como los “mass media” revelando y reflexionando todavía de esos acontecimientos, que desconsoladamente como en esa mañana de un día martes, son sanguinolentas e indelebles verdades que no olvidaremos.

El mundo cambió.

*Abogado y Periodista, joelsilva16@gmail.com