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Por Omar Coromoto Montes Pérez ( * )

I PARTE. RAÍCES, TALLO Y RAMAS DE UN ÁRBOL GENEALÓGICO
En el caserío La Esperanza, jurisdicción de la hoy parroquia La Estación, de la zona alta del entonces distrito Ospino, existió una hacienda de café llamada «La Juliera». Esta hacienda fue llamada así, por propios y extraños, debido a que su dueña se llamaba JULIA LOBATÓN, quien tuvo su primera hija de la unión con el Sr. Miguel Ángel Ugarte, padre adoptivo del dirigente político de Unión Republicana Democrática (URD) Alirio Ugarte Pelayo.
Esta hija fue bautizada como Elsa Ugarte Lobatón, y fue criada por la familia Ugarte. Muy joven contrajo nupcias con el acreditado Perito Agropecuario Concepción «Concho Quijada», quien a través del tiempo se convertiría en un próspero empresario siendo fundador de La Asociación Nacional de Cultivadores de Algodón (ANCA), El Consorcio Oleaginosas Portuguesa (COPOSA), Oleaginosas Industriales Compañía Anónima (OLEICA) y La Finca Choro que en la década de 1980 fue la mejor finca lechera de Latinoamérica.

Luego del vientre de Julia Lobatón nacería Eloísa Lobatón Barreto, quien se uniría con el exitoso comerciante de café «El Negro» Juan Dudamel, y en La Estación de Ospino se radicarían de por vida. Eloísa la única hija de Julia que no emigró de su lar nativo. Luego vendría al mundo Mercedes Lobatón Barreto, y de último nacería único hijo varón de la señora Julia: Federico Lobatón Barreto. Este se convertiría en uno de los pocos, para ese entonces, importantes ferreteros de las ciudades hermanas Acarigua y Araure.
Desde muy niña a Mercedita se le notaba que sería en el futuro un portento de mujer; y así fue: dueña de una belleza física exterior, encantadora sonrisa, belleza espiritual y el garbo natural que siempre ha caracterizado a la mujer venezolana.

II PARTE. MOCEDAD, SACRIFICIOS Y LOGROS
Todavía adolescente Mercedes se une en concubinato con un señor llamado Francisco Ramón Escalona, apodado cariñosamente “Chicho Escalona”. Este hombre había nacido en el caserío Santa Bárbara de Ospino en el año de 1911, fecha nos hace suponer que tenía larga diferencia de edad con su encantadora concubina, e incluso, que dicha unión no fue convenida de parte y parte. En lo poco que hemos indagado sobre el Francisco Ramón Escalona, pudimos saber que era un hombre con cuantiosos bienes de fortuna, moreno, bajito. De poco garbo masculino, y no muy exigente en el vestir. En cambio ella era linda, de cabellos ensortijados y una embrujadora sonrisa. Es válido resaltar que para aquella época, la mayoría de concubinatos y casamientos con estas particularidades, eran acordados por los padres y el beneficiario, y no solo en la zona alta cafetalera, sino en muchas partes del país.
No se sabe cuánto tiempo duró está unión concubinaria, lo que si logramos averiguar fue que el viejo «Chicho» Escalona trataba mal a Mercedes, incluso con agravios físicos, esto obligó a la bella muchacha a huir una noche de su lado, y del caserío, pues si este sabía dónde se le escondía, con seguridad iría a buscarla y cobrarle el hecho de abandonarlo.
Mercedes, primero se radicó en Acarigua donde trabajó como ayudante de oficios del hogar en diversas casas de familia, logrando guardar unos ahorros. A raíz del fallecimiento de su señora madre sus hermanos deciden vender la hacienda «La Juliera» y repartirse equitativamente el valor de la misma. Como toda historia, ésta también tiene «sus lagunas de tiempo», Poco tiempo después Mercedes reaparecería en el escenario de una nueva vida como dueña de un prestigioso burdel, sitio de espaciamiento sexual y libertinaje nocturno.

III PARTE. EDIFICACIÓN DE UN IMPERIO
Mercedes Lobatón Barreto logra posicionarse como la más importante Madame del estado Lara y entre muy pocas de todo el país, «Madame» que se pronuncia Madán, es el nombre de respeto que se les daba a las damas dueñas de lenocinios, lupanares o burdeles.
En la zona sub urbana de Barquisimeto, mejor conocida como «Kilómetro uno» por los lados de donde estuvo ubicado el famoso restaurant «El Mesón de la Campana», dio inicio Mercedes a su emporio económico, llegando a ser dueña de los Night clubs: “El Kilómetro uno”, “El Capri”, “El Nuevo Kary”, “La Selva”, El Lido, y el más famoso por su belleza interna, su confort y la rigurosa selección de la mercancía para la fricción de las carnes: “EL 7 Rojo” para los “letrados” y “Siete colorao” para los menos instruidos; y el “Red Seven” para los que querían mencionarlo con discreción. Era algo más que un Night Club, un casino, con la diferencia de no tener lo que hoy llaman las chicas «Prepago».
Este sitio era visitado por hombres de la “alta sociedad” barquisimetana, larense y nacional, ningún visitante masculino se iba de Barquisimeto sin visitar «EL 7 Rojo», incluyendo políticos, exitosos profesionales e industriales, comerciantes, constructores adinerados, y agricultores de reconocido nombre, así como la casta artística, no solo de Barquisimeto, sino Lara toda y hasta nacional.

IV PARTE. CELEBRIDAD DE UNA REINA Y EL GRAN AMOR DE SU VIDA
Por los años setenta una botella de “Etiqueta Negra” servida costaba 90 Bs., una de Old Parr 65 Bs., una de Black White 70 Bs., una de Ron 30 Bs., una Cuba Libre 3 Bs. Quince minutos de relax en la habitación con una de las 350 “Samaritanas del amor” que trabajaban allí como anfitrionas, traídas de Colombia, Costa Rica, Guatemala, República Dominicana y de todas las regiones del país costaba 25 Bs. Todo esto se podía, pues el salario mínimo a finales de 1970 era de 850 Bs. (en aquel entonces 197 dólares), además allí, en El 7 Rojo realizaban la novedad del «Sexi Show», este sitio tenía también un reservado exclusivo para celebrar la mayoría de edad de jóvenes y «la pérdida agradable del capullo», es decir, la virginidad varonil. El costo del alquiler de dicho espacio oscilaba entre los 500 Bs. y los 700 Bs. por una noche, todo lo consumido debería ser pagado aparte, por los precios se imaginarán ustedes quienes se daban el lujo de realizar estos «rituales».
De sus paisanos ospineros se sabe que visitaban a Mercedes sus dilectos amigos Florentino Soto, Roberto Pérez, Rufo Márquez y Magdaleno Pérez; en una de estas visitas tuvieron un accidente, y al Jeep de Florentino Soto se le dio por pérdida total, todos ellos salieron ilesos.
Bien lo afirmó el pensador Stendhal: “el amor es la única pasión que se paga con monedas acuñadas por ella misma”, Mercedes, como toda mujer, que algo romántico ha de la deslumbrar, tuvo su gran amor, RAFAEL «RAFAELITO» GÓMEZ, quien tocaba y cantaba a dúo “Los Hermanos Gómez”, con su hermano Hermógenes Gómez, caroreños, este era un dúo de guitarra grande a dos voces muy famoso en el país y en el exterior. Lamentablemente aquella relación fue breve. Rafaelito, quien vivía en la calle 36 entre carreras 18 y 19 de Barquisimeto, murió de un infarto. Mercedes trató de salvarlo, llevándolo a atención médica, pero falleció. Como un tributo a ese gran amor Mercedes le mandó a levantar en su panteón una estatua pedestre, a altura natural, con el mejor mármol de Carrara

V PARTE. SU SOLIDARIDAD FAMILIAR
La Madame Mercedes Lobatón Barreto nunca tuvo hijos, no se supo si era estéril. Se cuenta que en una ocasión una de sus muchachas trabajadoras salió embarazada, lo normal en estos caso al no poder atender los clientes era «darlas de baja» hasta dar a luz al bebé, pero en este caso Mercedes no dejó ir a la meretriz y la mandó a atender en toda su gestación. Al venir al mundo la niña, ésta se la dio en adopción a Mercedes. Fue bautizada con el nombre de Nancy y con el apellido Lobatón. La niña recibió buena educación, alcanzando incluso el título de Médico Cirujano. Como era muy rara la vez en que madre e hija, adoptivas se veían, Nancy dizque nunca supo a qué se dedicaba la matrona; sólo supo que “trabajaba de noche y descansaba de día”.
Nancy fue criada por la doméstica en su casa de habitación llamada «Quinta Norquis», nombre de su la sobrina predilecta de Mercedes, hija de su hermano Federico Lobatón, dicha quinta estaba ubicada en la carrera 15 entre calles 56 y 57 de Barquisimeto. A diferencia de Mercedes, Nancy, a esta mucama sí la llamaba mamá. El sobrino varón más querido de Mercedes fue Miguel Quijada, el hijo de Don Concho y doña Elsa de Quijada. Este, a diferencia de los demás, nunca tuvo reparo en visitarla y durar días degustando esos ambientes asombrosos de su tía, muchos del entorno de Mercedes la tildaban de «la oveja negra de la familia», aunque tenía mucha “lana”. En cambio
Miguel
VI PARTE. LA SAMARITANA
Pero no todo era negocio y libertinaje en Mercedes. Con la mayor discreción del mundo mantenía una misión apostólica. Entre sus obras de caridad, a través de la Iglesia Católica, ayudaba económicamente a los niños desamparados y huérfanos. Quienes la conocieron y trataron dicen que era una “Excelente Dama”, solidaria con el necesitado, de buen trato para todos, nunca de mal humor y muy sociable y cariñosa… ¡Todo un amor!
Se dice también que era todo un espectáculo barquisimetano verla pasar con su chofer, siempre con una perrita en brazos en su automóvil Cadillac color Rosado descapotable, al mismísimo estilo Hollywood. Mercedes era dueña de los mejores elogios tales como: “Reina de Reinas”, “La Doña Bárbara de la Noche”, “La Madame Mercedes” o simplemente La Señora Mercedes Lobatón. Mercedes fue una de las primeras damas en hacerse una cirugía plástica de párpados en Colombia. Cuando aquello ocurrió, todos los que oscilan en la misma edad de este cronista, estábamos «en pañales».

EPÍLOGO O EL TRISTE FINAL
Y así como el sol tiene su arrebol auroral, también tiene su crepúsculo poniente. Ya en sus últimos años Mercedes compartía tálamo conyugal con un tan Pedro Arévalo (alias) «El Avaro», quien a su vez fungía de administrador de los negocios de ella. Supuestamente, debido a un tumor cerebral La Madama quedó parapléjica, situación que aprovechó «El Avaro» para posesionarse de todos los bienes, a tal punto que la familia más cercana de Mercedes le tuvo que pedir el favor, no por dinero, sino, por el amor que ella tenía por su casa, de dejarla morir en la QUINTA NORQUIS. Aquí se comprueba el decir tradicional de que “Nadie sabe para quién trabaja”.
Así doy por finalizada esta crónica biográfica destinada a resaltar la Dolce Vita y el triste final de una célebre nativa de nuestro querido pueblo de Ospino. Dios le dé el descanso eterno.

( * ) Cronista Popular de Ospino.

Rafaelito (el más bajito) junto a su hermano Hermógenes.
La estatua pedestre en la tumba de Rafaelito