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Por Robert Alvarado

“Vamos a hacer que Venezuela vuelva a ser grande y libre. Maduro es un dictador, pero tal vez podamos negociar. Nadie negocia mejor que yo”. Donald Trump

Trump, a estas alturas esa palabra, más que una identificación, tiende a convertirse en sinónimo de buenos augurios, no sólo para el coloso del norte, entiéndase, el imperio mismo, sino también para muchísimos ciudadanos que habitan en el continente americano, particularmente para aquellos que viven de este lado del río Bravo hasta la Tierra del Fuego. ¿Por qué? Es lógico que la lucha de Trump resuene profundamente en esta región, que ha sufrido de inestabilidad política y económica. No es para menos, el líder que lleva su nombre libró una contienda descomunal contra la desinformación, los desafueros en la manipulación de intención del voto y… muy importante, en la defensa del voto, porque de lo contrario, le vuelven a hacer fraude. Superados todos esos escollos, lo vemos triunfante, a la vez, del todo decidido, determinado a cumplir con sus propósitos, que no promesas, y dentro de esos propósitos está la lucha por la democracia, la estabilización de la economía, mejor dicho, el esclarecimiento del juego de la economía, el poner orden en el orbe entero, como puede apreciarse, en estas sucintas consideraciones en torno a la figura del catire, todo su accionar apunta a mayor bienestar. Cabe la pregunta, ¿será todo eso posible con Trump, especialmente en Venezuela?

Es innegable, la victoria del catire, frente a la fémina, en las elecciones presidenciales del imperio ha generado diversas reacciones y expectativas en América Latina, incluyendo Venezuela. Si bien él ha prometido cambios significativos en la política exterior y económica de EE.UU., es importante analizar con cautela las posibles implicaciones para la región y Venezuela en particular. Si bien esa victoria ha generado expectativas de cambio en algunos sectores, es importante mantener una perspectiva realista sobre sus posibles impactos en Venezuela. Las promesas de prosperidad económica y estabilidad política deben contrastarse con las complejidades de la situación venezolana y las limitaciones de la influencia externa. Por ejemplo, el catire anunció medidas proteccionistas que afectarían el comercio internacional, al parecer impondrá aranceles del 10% al 20% sobre todas las importaciones y hasta un 60% para productos chinos. Obviamente, esto tendría consecuencias para Venezuela: por un lado, el aumento de aranceles encarecería las importaciones venezolanas desde EE.UU., afectando negativamente a empresas, sobre todo a consumidores; por otro lado, si estas medidas debilitan el dólar, como anticipan, podría beneficiar a Venezuela al hacer sus exportaciones más competitivas.

En este contexto, un tema sensible es la política migratoria. Trump ha prometido endurecer las políticas migratorias, eso posiblemente afectaría a muchos venezolanos que buscan asilo o residencia en EE.UU. Esto generaría más presión sobre países vecinos que ya acogen a un gran número de migrantes venezolanos. Esta postura hacia regímenes autoritarios implicaría cambios en la relación con Venezuela: por un lado, adoptaría un enfoque más transaccional, o sea, priorizaría intereses económicos sobre consideraciones democráticas, pero… también criticó duramente al gobierno venezolano en el pasado, por eso podría mantener o incluso intensificar las sanciones económicas. Así las cosas, el apoyo de EE.UU. a la oposición venezolana se modificaría bajo su administración, dado el enfoque del catire en asuntos internos y su escepticismo hacia intervenciones extranjeras, algo que resultaría en un menor respaldo a los esfuerzos de cambio político en Venezuela, aunque se dice que es partidario de medidas de fuerza como la propuesta por Erick Prince.

Ese es un lado de la moneda, en el otro, sostienen que el catire ha defendido la democracia, ha criticado regímenes autoritarios y apoyado movimientos democráticos en todo el mundo. En Venezuela, donde el régimen fue acusado de violaciones a los derechos humanos y de socavar las instituciones democráticas, su apoyo significaría un impulso significativo para la oposición. La administración Trump impuso sanciones y reconoció a Juan Guaidó como presidente interino, lo que demuestra su compromiso con la causa democrática en el país, aunque no haya surtido el efecto esperado en el pasado reciente. Por eso, todo parece indicar que hará lo mismo con Edmundo González Urrutia, quien, de hecho, goza del reconocimiento del Estado americano como presidente electo de Venezuela, lo cual anticiparía serios desafíos para el régimen si tomamos en consideración las declaraciones de los recién reelectos Rick Scott, María Elvira Salazar y Marco Rubio

Lo anterior estaría alineado con un hecho, Trump manifestó su intención de poner orden en el ámbito internacional, por no decir, en el orbe entero, lo que incluye enfrentar a gobiernos que considera hostiles o corruptos. Aquí, esto podría significar una mayor presión internacional para forzar un cambio de régimen. En esa perspectiva, apoyar a la oposición podría ser una estrategia efectiva para lograr este objetivo. En ese sentido, la esperanza que el catire ha inspirado en muchos por estos lares se basa en su determinación y en su capacidad para enfrentar desafíos aparentemente insuperables, como el que enfrentamos todos los venezolanos desde hace un buen tiempo. Para nosotros los venezolanos, esto se traduce en la posibilidad de un futuro más democrático y próspero, que dependerá de la voluntad de todos los que habitamos esta tierra de gracia y de la comunidad internacional para apoyar y sostener estos esfuerzos. De tal manera que, con el apoyo adecuado y una estrategia bien definida, es posible que Venezuela pueda ver un futuro más brillante bajo la influencia de las políticas y el liderazgo de Trump.

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