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Iván Colmenares

“Lo que hemos hecho los venezolanos de la actualidad para librarnos de la dictadura de Maduro no es otra cosa que la continuación de la misma proeza, (la independencia) la prolongación de una empresa semejante de libertad y dignidad que no se puede apreciar en toda su magnitud porque es muy cercana, muy de nosotros mismos, y porque necesita otras formas de fijación y evocación. Y porque las criaturas del futuro labran el derrotero a su manera, pelean y ganan según los requerimientos de su época, que es precisamente lo que está sucediendo aquí y ahora. No es fácil su descripción, es realmente ardua su explicación, pero está pasando y quizá culmine más temprano que tarde. Eso es hacer historia, respetado lector, para que no se sienta tan chiquito cuando repasa el álbum de gigantes patrios de espada y lanza que guarda en su gaveta.”

Esto afirma Elías Pino Iturrieta en su artículo dominical en “La Gran Aldea” y uno sabe que, como dice María Corina, hemos vivido un año estelar. Y así como de grande es la convicción de una gran esperanza que escucho de primera mano en la gente nuestra, así es de grande mi incertidumbre, frente a un régimen desesperado que dilapida nuestros recursos en montajes de respaldo de cuanto congreso y asamblea ha inventado para tratar de darse legitimidad, dándole paso a la más grande concentración de chulos que ha tenido el país.

Mientras Maduro monta cada circo con tu dinero, Diosdado desde el Ministerio del Interior lidera una tenebrosa operación de detención y torturas, jamás vista en el país, ni cuando la Seguridad Nacional de Pérez Jiménez, de la cual se conocen amargas historias, pero nunca con niños, adolescentes o enfermos de cáncer. Por cierto, en el último congreso del Alba, cada jefe de estado fue traído y llevado por aviones venezolanos, amén de la parafernalia rojita, del cinismo y la inmoralidad porque, aunque sea un ritornelo, hay que repetir el abandono de nuestros hospitales, donde hay pacientes en salas de emergencia, que están tirados en el suelo, encima de una colchoneta que debe traer el familiar, como se ve deprimentemente en el nosocomio guanareño. 

Les ganamos unas elecciones en forma contundente, con las actas en las manos, igual que en 2015 con las parlamentarias. Otrora, acusaron de desacato al primer poder de la República, al que designa a otros tres poderes. En julio, se las robaron descaradamente con la complicidad del TSJ y la AN, y desplegaron una ola de terror y detenciones que no han parado, y una minúscula política de excarcelaciones que funciona como una puerta giratoria: sueltan tres y meten diez. Y las mazmorras del régimen no se parecen al Yare de los golpistas del 4F, sino que son antros de horror, inmundicias y amenazas, que no sé en verdad, que irá a pasar cuando se cierren estás páginas negras, para quienes son responsables de tanto odio, de tanta violencia, de tanta rabia.

Enero será un inicio de año muy difícil y complicado. Quizás como canta la eterna Violeta Parra en “Arriba quemando el sol” viendo con dolor a sus compatriotas de la pampa chilena, no sabemos si habrá que perder la pluma o habrá que callar la voz. O tener la certeza que tiene el ciudadano de a pie con esa fe indoblegable con su líder fundamental, María Corina Machado: “Los venezolanos nos prometimos, unos a otros, que vamos a salir de esta pesadilla. Volvimos a triunfar y el camino hacia el tiempo nuevo no se detuvo. Pero todavía hay algunos de poca fe que creen que pueden convencer a los venezolanos, que somos pueblo derrotado, que se conforma con la humillación, la indignidad, con las sobras que deja ese festín de los corruptos. Les ratifico que nunca hemos estado tan cerca del triunfo final, mucho más cerca de los que muchos se imaginan, a un paso de ese cambio tan anhelado, pasos que aún debemos dar. Vean las señales. Preparemos el corazón, la mente y el cuerpo para hacer lo que hay que hacer en el momento preciso”.

Con ella y con cada conciudadano que me trasmite esa fe, renuevo la esperanza de que el año próximo, difícil, complicado, en medio de aguas procelosas, será el año de la transición, por la que abogo al Todopoderoso, que sea en paz, sin sangre, sin venganza. Me quedo entonces con la canción de Kany García: “Remamos, sabiendo cuál es el precio, / con los puños apretados, sin pensar en detenernos. / Remamos, con la cara contra el viento / con la valentía delante, / con un pueblo entre los dedos…Y me quedé bajo la lluvia / aunque la voz se canse / Total, es lo único que queda que no se ha quebrado / Donde hay dolor y falte luz, que mi garganta cante / que en la canción agarren fuerzas mis pies anclados. / ¿Cómo callar, como dejar atrás lo que te pega?”

En nombre de esa fe inconmovible de este pueblo que la ha ejercido con pasión, quiero dejarles un gran abrazo, a pesar de la inquietante navidad y el recibimiento del año que llega, “con un nudo aquí en el pecho, sabiendo que, al otro lado, se avecina otro comienzo”. Por cierto, en la elección de ayer hubo más candidatos que electores. Otra bofetada más para el combo rojito. 

Ahora sí, me despido, quién sabe hasta cuándo, con la certeza de que el 2025 será el año de la fiesta del cambio.