Por Robert Alvarado (@robertveraz)
“Queríamos reconstruir nuestro hogar, eso era todo. Habíamos perdido nuestro antiguo hogar, lo que significa perder la familiaridad con el mundo y habíamos perdido nuestro oficio o trabajo, lo que significa perder la sensación de que éramos útiles para el mundo.” Hannah Arendt
“Cuando el barco se hunde las ratas son las primeras en abandonarlo”. Esta expresión se usa con frecuencia, basada en el concepto de que, en el ambiente de navegación, se tiene la percepción de que las ratas, si están presentes, en una embarcación presienten con antelación el posible naufragio que está por presentarse en un momento dado. Bashar al-Assad, es tan mala rata que, viéndolo venir, huyó en medio de un verdadero cataclismo para él y sus adláteres, siendo muchos de estos últimos los que han o están pagando las consecuencias de que los agarrarán con las defensas bajas, literal. Bashar al-Assad, como sabemos, fue evacuado a Rusia, específicamente fue trasladado a Moscú, una forma elegante de decir que dejó el pelero y fue a guarecerse a una guarida en la mira de muchos por estos lares, la Rusia de Putin, quien, llegado el momento, los recibirá con algo de benevolencia, más no con complacencia. Para muestra, los remito a un hecho bochornoso, el recibimiento dado a Nicolas, no el Zar, y su comitiva cuando se llegaron al encuentro de los BRICS.
Así las cosas, tanto Bashar al-Assad como aquellos que dispongan huir hasta Rusia, consolidarán el estatus de este gélido país como guarida de dictadores, un triste papel para la tierra de zares e insignes personajes como el conde León Tolstói, uno de los escritores más importantes de la historia y una personalidad enorme ya en vida, que generaba admiración y revuelo en Rusia y en otras partes del mundo, u otro León, Trotsky, quien fuera asesinado en México por un agente al servicio de Stalin. Ambos Leones han de estar revolcándose en sus tumbas por las implicaciones de convertir a su país en guarida de déspotas, cosa que ellos se habrán imaginado, por haber sufrido consecuencias de la conjunción de intereses políticos y pecuniarios en quienes han dirigido el país más grande del mundo en términos de superficie. Siendo tan grande, Bashar al-Assad y quienes lo imiten tendrán múltiples opciones donde esconderse, claro, las bajas temperaturas que caracterizan a esas regiones se encargarán de agudizar en la humanidad de esos dictadores, particularmente en sus huesos, por más calefacción que usen, afecciones o enfermedades que los mortificarán más que las sanciones penales de las que seguramente escaparán.
Correr a Rusia no luce tan atractivo como escaparse a una isla del Caribe, pero es lo que hay, como se dice coloquialmente, para quienes siguen dando muestras de quererse aferrar al poder, sin posibilidades ciertas de lograrlo ni a corto ni largo plazo, pues el contexto mundial cada día hace inviable ese despropósito, al punto que esa pelea o confrontación con todo el mundo, incluso, entre ellos, no es más que un sería indicio de la debilidad que los agobia cada día, porque al igual que el año viejo nadie los querrá al frente de una nación en la que han perdido toda legitimidad. De tal manera, que la opción de que se vayan a Rusia, debe ser una alternativa que debemos favorecer, para que, cual portal, los lleve a un contexto gélido donde hasta los malos pensamientos se les congelaran y nada más torturante para estos seres, amantes del poder y de hacer sufrir a sus congéneres, que verse congelados, literalmente, en el tiempo, sin poder parar el advenimiento de los males de salud que les sobrevendrán por la severidad del invierno o las olas de frío extremas. No la tienen nada fácil, compita, y no me pregunte ¿quiénes?
Entonces, por más que tengan en Rusia lujos y comodidades, las condiciones climáticas se encargarán de ellos, por una parte, por la otra, lo alcanzará un fenómeno del cual no podrán escapar, el fenómeno del “Jarrón Chino”, a los cuales no se les encuentra donde poner para que no corran riesgo de romperse o ser robados, mejor dicho, que se los lleven consigo ladrones que lo venderían en el mercado negro, que en nuestro caso, eso ladrones vendrían siendo cazadores de recompensas, que abundan tanto en Rusia como en otros países de Europa y América, otro factor que les hiela la piel, al punto que prefieren jugarse a Rosalinda en estos predios con la esperanza de alargar su permanencia detentando el poder. Cosa, como les dije antes, inviable o con perspectivas poco plausibles.
Como pueden percatarse, Rusia no luce tan atractiva como la cueva de Alibaba y los cuarenta ladrones, pues quien escapó a esa guarida y quienes puedan hacerlo en un futuro cercano, no forman parte de la banda que controla esa cueva y donde se dan buena vida a sus anchas a costilla de los demás. Esto, aunado a lo anterior, nos lleva a un escenario poco halagador para salir corriendo a las estepas rusas, como quien sale a los llanos venezolanos a gozar un puyero aun en estos tiempos, no, esas estepas, aunque son vastas llanuras, son conocidas por su clima continental extremo, y si en ellas están sujetos a que cualquiera de los pillos que habitan o dominan las mismas, u otros osados, que los hay bastante, puedan meterles mano y cargar con ellos, entonces resultan poco atractivas dichas estepas.
La situación descrita refleja un escenario donde la huida a Rusia se convierte en una opción desesperada para aquellos líderes despóticos que han perdido legitimidad y eventualmente buscarían refugio en ese país. Esta elección no es tan atractiva como podría parecer. Las condiciones climáticas extremas y la falta de control sobre su destino en un país vasto y gélido presentan desafíos significativos, muy peliagudos, para ilustrarlos mejor. Además, la presencia de cazadores de recompensas y la posibilidad de ser perseguidos por sus crímenes hacen que esta opción sea de la menos viable estando en su sano juicio quienes piensen dejar el pelero e irse para esos lares. O sea, la huida a Rusia no garantiza seguridad ni comodidad, sino que expone a quienes se adentren en esa guarida a nuevas adversidades y a un futuro incierto, más del que se vislumbra para ellos desde ya.
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