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Cuando Jimmy Carter, quien murió este domingo a los 100 años, se postuló a la presidencia de Estados Unidos en 1975, era el gobernador del estado de Georgia. Pero no era tan conocido a nivel nacional. Y un diario de Atlanta, la capital de Georgia, llegó a titular: «¿Jimmy aspira a qué cosa?”.

Quebrando todos los pronósticos, alcanzó la nominación por el Partido Demócrata y, posteriormente, el triunfo sobre el republicano Gerald Ford (vice de Nixon y que había completado el mandato de éste, renunciante por el escándalo Watergate).

Fue justamente el abrumador “cansancio moral” de amplias franjas de votantes -ante la corrupción que significaba Watergate- lo que influyó para llevar un hombre como Carter, de reconocida probidad, a la presidencia.

Si bien se trata de un factor que se le reconoció en toda su vida, lo cierto es que su presidencia estuvo marcada por otro aspecto: su lucha por las causas más positivas.

Así alcanzó el histórico acuerdo para la devolución del Canal de Panamá a éste país (lo firmó con Omar Torrijos) y unió a los gobiernos de Israel y Egipto, representados por Begin y Sadat respectivamente, en los acuerdos de Camp David.

Pero aspectos de la política interna -sobre todo, la economía- y los reveses que fueron llegando en el campo internacional, le quitaron la simpatía de las mayorías, las mismas que le devolvieron el gobierno a los republicanos -con Ronald Reagan-, a quienes veían como “mano fuerte” ante los nuevos embates.

Entre estos, la crisis por los rehenes que pasaron más de un año cautivos del régimen de Khomeini en Irán. O a la invasión soviética a Afganistán, que hizo reavivar los temores por la Guerra Fría.

Una vez que Carter dejó la presidencia, junto a su esposa fundó el Centro que lleva su nombre, en Atlanta. Y desde allí trabajaron por las mismas causas nobles.

Por ejemplo, atenuar la crisis entre las dos Corea, frenar la ola armamentista en América Central, atenuar los efectos del embargo a Cuba, gestiones por la paz en los Balcanes durante los 90 (a pedido de Clinton) y supervisar elecciones en los países más convulsionados de Africa, entre otras muchas gestiones.

Premiado con el Premio Nobel de la Paz en 2002, el galardón destacó su “vital contribución” a esas causas.

Resaltaron que “en situaciones marcadas por las amenazas del uso de la fuerza, Carter se caracterizó por defender el principio de que los conflictos deben resolverse con mediaciones, cooperación y desarrollo”.