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Venezuela enfrenta una de las crisis económicas más profundas de su historia. Entre los muchos factores que alimentan esta catástrofe, el dólar paralelo se ha consolidado como un símbolo de la inestabilidad financiera y un implacable verdugo del poder adquisitivo de los ciudadanos.

En un nuevo episodio de este drama económico, el dólar paralelo ha superado los 100 bolívares, una cifra que para muchos representa una barrera psicológica pero, sobre todo, un recordatorio de la desvalorización de la moneda nacional. Este salto, que genera tanto locura como desesperación, refleja el desorden económico y la creciente incertidumbre que se apodera del país.

La raíz del problema:

El dólar paralelo no apareció de la nada; es el resultado de un sistema económico asfixiado por la falta de transparencia y la desconfianza en las instituciones. Mientras las tasas oficiales prometen estabilidad, el mercado paralelo emerge como un reflejo de la realidad: una economía sin anclas, una moneda nacional devaluada y un pueblo cada vez más empobrecido.

Esta brecha entre la tasa oficial y el mercado paralelo no solo es un indicador del desorden financiero, sino también una invitación al abuso. La falta de control efectivo permite que especuladores y actores económicos se aprovechen de la desesperación colectiva, agudizando la desigualdad y la pobreza.

Impacto directo en el ciudadano común:

El efecto del dólar paralelo es devastador. Cada salto en su valor, como el reciente rebase a más de 100 bolívares, se traduce en un incremento de los precios de bienes y servicios básicos, haciendo de la inflación un fenómeno cotidiano. Las familias venezolanas, ya golpeadas por salarios insuficientes y un desempleo rampante, se ven obligadas a hacer malabares para sobrevivir.

Incluso quienes reciben remesas en dólares enfrentan la incertidumbre de un mercado volátil, donde el valor del dinero fluctúa casi a diario. Esta incertidumbre ha sembrado una cultura de resignación y lucha constante, donde el futuro parece cada vez más sombrío.

El desafío de encontrar soluciones:

Combatir el dólar paralelo requiere más que medidas paliativas; exige una transformación estructural. Esto incluye recuperar la confianza en la economía nacional, estabilizar la inflación y ofrecer incentivos para que los ciudadanos y empresas participen en un mercado transparente y regulado.

Sin embargo, ninguna estrategia será efectiva sin un compromiso real por parte de los responsables políticos. La corrupción y la falta de políticas económicas coherentes son barreras que deben ser eliminadas si se espera un cambio significativo.

Reflexión final:

El dólar paralelo es mucho más que una cifra en una pantalla o en las calles; es un síntoma del profundo quebranto de un país. Abordarlo no solo es una cuestión económica, sino un imperativo moral para devolverle a los venezolanos la dignidad y el bienestar que merecen.

La lucha por una economía justa y estable no puede ser una causa perdida. Es un llamado a todos los sectores de la sociedad a tomar acción, exigir cambios y construir un futuro donde el dólar paralelo sea solo un recuerdo amargo del pasado.

TA’BARATO DAME DOS

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