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Autor, Silvio Mora Ochoa.

Yo la conocí, todavía anda por todas las calles, valles, ciudades, caminos y tabernas; cantando y tocando sus instrumentos. Yo la conocí como nadie, como ningún otro mortal podía hacerlo; repartía su corazón con una intensa pasión sin medida. Su morena piel clara, larga cabellera negra, brazos y piernas cubiertos de tantos amores perdidos, dejados, angustiados; de amores pasajeros, tristes, alquilados y desolados, hacían de ella, la más loca de todas las locas. Sus enormes ojos redondos y labios incendiarios de placer, convertían su presencia en luz y alegría.

Ella no era cualquier loca; tocaba y cantaba, pintaba y escribía, había sido enviada por los dioses del Olimpo. Ella lo sabía, que era totalmente distinta al normal general de todas las mujeres, al igual que sabía, de sus dotes para el amor.

La loca maravillosa de largas piernas, manos fogosas, piel húmeda por el encanto de su infinita y atolondrada pasión, desquiciaba hasta la última fibra del hombre que pudiese tenerla entre su piel.

Era una loca maravillosa, deliciosa, era la reina coronada del Empíreo, que bajó de su templo para encender con sus vasos del pecho y néctar de su vientre, el corazón y alma de todos los hombres ausentes de amor. Yo la conocí, llegó y se marchó, sin nadie saber donde está, dicen que anda por ahí, calmando heridas de algún corazón roto o hecho pedazos. Yo la conocí, no hay loca como ella, no es cualquier loca. Autor, Silvio Mora Ochoa, miembro de la asociación nacional de escritores de Venezuela, capítulo Portuguesa, imagen prestada de la red, créditos para el pintor.