Por José Luis Centeno S.
Su devoción religiosa fue clave para mantener esperanza en la adversidad.
El primer aniversario luctuoso de Efraín Ortega, un pilar del nacionalismo venezolano y devoto del hoy San José Gregorio Hernández, nos invita a reflexionar sobre el impacto político y religioso que su vida y legado han dejado en el país, especialmente, en cómo su fe fue una fuente de fortaleza en los momentos más oscuros.
Enfrían Ortega nació el 10 de junio de 1973 y falleció el 10 de marzo de 2024, dejan do tras de sí una historia marcada por su amor a Venezuela y su incansable lucha por la libertad. Su compromiso con la institucionalidad, como funcionario del Banco Central de Venezuela, y los valores republicanos lo llevó a ser perseguido por sus ideales contrarios al socialismo del siglo XXI.
La persecución política no sólo afecto su carrera profesional, sino también su salud y calidad de vida. La falta de acceso a servicios médicos básicos y seguros funerarios tras su muerte, evidencias los efectos del control institucional. Ortega no solo fue un preso político, fue un símbolo de resistencia política.
Entre 2014 y 2020, Efraín Ortega compartió prisión con otros líderes nacionalistas como Vasco Da Costa y José Luis Santamaría. Durante esos años, enfrentaron hambre, enfermedades y condiciones inhumanas en cárceles civiles y militares. Sin embargo, lejos de sucumbir, encontraron en su fe y en su amor por Venezuela una fuente de fortaleza.
José Luis Santamaría, compañero de prisión y amigo cercano de Ortega, describe cómo lograron vencer el miedo dentro de los barrotes: “El mayor miedo no es estar encarcelado, es quedarse en silencio frente a las injusticias”, afirmó Santamaría. Demostrando así que la verdadera libertad reside en la fortaleza espiritual y en la capacidad de soñar con un futuro mejor para la nación.
La devoción religiosa fue un aspecto fundamental en la vida de Efraín Ortega. Como devoto del beato José Gregorio Hernández, conocido como “el médico de los pobres” y primer santo venezolano, Ortega encontraba consuelo en su fe católica. Las reuniones en cafés cercanos a la Plaza Candelaria no solo eran espacios para discutir sobre política y nacionalismo, también eran momentos para fortalecer su esperanza en una Venezuela floreciente.
La historia de Efraín Ortega no es solo un relato personal, es un espejo que refleja las luchas diarias del pueblo venezolano. La persecución política, las condiciones inhumanas en prisión y la falta de acceso a servicios básicos son problemas que afectan a miles de ciudadanos. Sin embargo, al igual que Ortega, muchos venezolanos encuentran fuerza en sus convicciones religiosas y patrióticas para seguir adelante.
En honor a Efraín Ortega y a todos los presos políticos, que han sacrificado tanto por el país, es menester recordar que incluso en las circunstancias más adversas, es posible mantener la esperanza y luchar por lo que creemos. A través de su historia, podemos encontrar inspiración para enfrentar los desafíos actuales y construir un futuro donde los valores republicanos y espirituales sean respetados.