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La oposición venezolana, otrora esperanza de cambio y progreso para millones, parece hoy un barco perdido en medio de aguas turbulentas, sin timón que la guíe ni rumbo claro que seguir. En un país sumido en crisis, el rol de una oposición fuerte, cohesionada y visionaria es esencial para equilibrar el poder y ofrecer soluciones concretas a las necesidades del pueblo. Sin embargo, lo que se observa es una dispersión preocupante, marcada por intereses personales y luchas internas que socavan su propósito.

La falta de liderazgo unificado es uno de los problemas más evidentes. ¿Dónde está el capitán que inspire confianza, que articule un proyecto colectivo capaz de enfrentar los retos titánicos que Venezuela enfrenta? En lugar de eso, la oposición se fragmenta en distintas corrientes que, lejos de sumar fuerzas, parecen perderse en una competencia insana.

Además, la desconexión con las bases populares ha sido un error estratégico. La oposición, en muchas ocasiones, parece más interesada en debates políticos ajenos a la realidad de la gente común, dejando a millones en un vacío de representación. Los venezolanos, agotados por las adversidades, necesitan soluciones tangibles, no discursos vacíos. En vez de andar pidiendo sanciones e intervenciones para el país, deberían fomentar el desarrollo, apostando por proyectos que impulsen la economía, la educación y el bienestar social. Sin un compromiso genuino con el pueblo, difícilmente podrán consolidarse como alternativa.

Es hora de una profunda reflexión. La oposición debe preguntarse si está preparada para asumir el rol histórico que le corresponde o si seguirá siendo un barco perdido, incapaz de encontrar su puerto. En este momento crítico, la unidad y la determinación no son opcionales; son imperativos.

El país demanda líderes que abandonen las pugnas mezquinas y se enfoquen en construir un proyecto sólido, transparente y esperanzador. Venezuela merece una oposición que sea faro de luz en medio de la oscuridad, una guía firme hacia el cambio y la estabilidad.

DIJO RAFAEL CALDERA: » PROVOCA ES FUSILARLOS».

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