El resonante divorcio político del multimillonario Elon Musk de Donald Trump tiene toda la espectacularidad y atractivo ramplón del mundo de los ricos y famosos, pero debería ser visto como mucho más que un culebrón de egos afectados. El polémico empresario sudafricano, más exactamente, parece reflejar con este desenlace a un amplio sector del establishment que comienza a alzarse contra el país económico que construye el mandatario. Un diseño que quedó plasmado en el Presupuesto de enorme gasto público que envió al Congreso.
Es cierto que Musk tiene razones subjetivas para el enojo. Ha perdido lonjas de poder económico debido a su paseo por la burocracia gubernamental y su griterío de ultraderecha y gestos nazis. Entre diciembre de 2024 y este mayo de 2025, su fortuna cayó de 486 mil millones de dólares a 386 mil millones. En ese looping la empresa de bandera del billonario, la automotriz Tesla, se desbarrancó en las ventas y ha tenido que soportar que la junta de accionistas desespere por hallar un CEO eficiente que salve a la marca.
Trump y sus partidarios aluden a esos reveses, y al hecho de que el nuevo presupuesto recorta un beneficio para los compradores de vehículos eléctricos, para explicar el comportamiento rebelde del antiguo socio y evitar que el debate circule por el expansivo gasto presupuestario.
Sin embargo Musk, tan inclinado como Trump a los exabruptos, es la voz más ruidosa del reproche del mercado a ese proyecto que calificó de “abominación repugnante”, y, peor aún, reclamó que los legisladores lo volteen bajo riesgo seguro de perder el control del Congreso en las parlamentarias del próximo año.
Es un contrato virtual lo que sucumbe detrás de estas escenas de ira. Cuando Musk financió con sumas récord la campaña del líder republicano y se sumó a su gobierno, exponía en esos gestos la visión de un amplio poder económico que asumía que el regreso del magnate a la Casa Blanca garantizaba una mayor tasa de acumulación con alta concentración del ingreso, reducción de la deuda y la probable apuesta de poder controlar a un líder con ostensibles limitaciones.
Pero las políticas nacionalistas de Trump, incluyendo el mal llamado “día de la liberación” con el inicio de la guerra arancelaria, espantó a los dueños del dinero. La corona fue este presupuesto. La salida de Musk indicaría que al menos parte del sistema ya no percibe a Trump como un aliado. Un dato que el presidente posiblemente no advierte en su enorme significado y sobre el cual será interesante pesquisar cómo se colocan los admiradores por el mundo de ambos hombres, ahora separados entre proteccionismo y gasto público uno y rigor fiscal el otro. Interesante.
Moody’s antes que Musk
Este trasfondo lo dejó claro Moody’s días atrás al sumarse a las otras dos grandes calificadoras para bajar la nota de EE.UU. La firma ya había anticipado en su evaluación del 25 de marzo sus dudas sobre la solvencia del gobierno: “Los déficit fiscales y la accesibilidad de la deuda probablemente empeorarán incluso si las políticas de Trump propician un período sostenido de crecimiento económico superior al promedio”. Eso se debería a que la capacidad de endeudamiento de EE.UU. “depende de sus fortalezas como centro mundial del comercio y las finanzas”, pero Trump “se alza como un peligro para esas fortalezas”.Otros tiempos Elon Musk, con la gorrita de Maga en la Sala del Gabinete de la Casa Blanca en Washington. Foto EFE
El presupuesto, que necesita aún el aval del Senado, prorroga y amplía las rebajas fiscales del primer mandato del magnate, que se describían como universales pero beneficiaban a las rentas más altas y a las empresas. La norma derriba, además, la protección del Medicaid para más de diez millones de norteamericanos pobres y reduce la que recibe otra enorme cantidad. De ese programa de asistencia sanitaria dependen cerca de 70 millones de norteamericanos. Con semejante ajuste se busca financiar el agujero fiscal por la baja de impuestos a los más ricos.
Ahora, usted se preguntará por qué un presupuesto que beneficia a los sectores empresarios y financiero, genera semejante resistencia desde esas misma esferas. El problema es la bomba de relojería oculta en el déficit fiscal ya muy amplio que confronta EE.UU. La idea original era reducir esos rojos, no amplificarlos.
Robert Pozen, profesor de la Escuela de Administración del célebre MIT, advierte que esta iniciativa carece de una justificación económica y reprocha que “aumenta los déficit sin impulsar el crecimiento, lo peor de ambos mundos”. Explica de modo sencillo que “un mayor déficit conlleva tasas de interés más altas, lo que a su vez encarece el servicio de la deuda. Esto aumenta aún más los déficit, lo que vuelve a subir las tasas, y así sucesivamente”.
Es interesante leer a este académico auspiciado por el Dow Jones, el índice bursátil de las 30 más importantes empresas de EE.UU. Recuerda que la ley que avaló la Cámara baja por apenas un voto, agrega 2,5 billones de dólares a la deuda nacional en la próxima década. La cifra no incluye los intereses de esos rojos.
El proyecto propone exenciones fiscales que expirarán en los próximos años, como la depreciación de las bonificaciones, una exención de las propinas y una excepción para las horas extras. Si estas exenciones fiscales se prorrogan, como muchos observadores prevén, el coste del proyecto de ley ascendería en realidad a unos 5,3 billones de dólares, según el Comité para un Presupuesto Federal Responsable, un organismo independiente.
“A ese nivel –alerta Pozen- , la ratio deuda/PIB de EE.UU. superaría el 200% para 2055. Para contextualizar, el nivel actual de deuda de Estados Unidos se sitúa en aproximadamente el 121 % del PIB, según la Oficina de Administración y Presupuesto de EE. UU. y la Reserva Federal de St. Louis. De modo que la carga de la deuda ya no es una preocupación lejana. Es un problema actual y apremiante, que esta legislación agravaría drásticamente”.
Hay una dimensión adicional que aporta el académico. “Históricamente, las grandes expansiones fiscales, especialmente las que implican profundos recortes de impuestos, se han justificado en tiempos de crisis económica. Por ejemplo, durante la crisis financiera de 2008-2009 o al inicio de la pandemia de Covid, el Congreso promulgó leyes para apoyar la demanda, preservar el empleo y estabilizar los ingresos de los hogares”. Pero ahora el panorama de EE. UU. es diferente, no está en recesión y los estadounidenses no experimentan un desempleo masivo. En cambio, “EE. UU. se enfrenta a un mayor riesgo inflacionario, incertidumbre geopolítica y políticas arancelarias erráticas”, subraya.Donald Trump sale de un auto eléctrico Tesla de la empresa de Musk en el inicio de la relación especial entre los dos magnates. Foto Bloomberg
La referencia a los aranceles es significativa por la piedra donde siempre tropiezan. Trump acaba de duplicar al 50% los gravámenes al acero y el aluminio. Pero EE.UU. no produce en cantidad esos elementos y depende de importaciones de un centenar de países ahora castigados para proveerse del primero de estos insumos. El otro, hasta un 50% proviene de Canadá, con el cual hay un conflicto encendido.
Sin acero ni aluminio
Estos sobre costos, con semejantes magnitudes, irán de modo directo al consumidor o causarán una quiebra masiva especialmente de las Pymes. Ya comentamos aquí que, simultáneamente, Trump habilitó la fusión (la venta) de la mayor siderúrgica norteamericana a la japonesa Nippon Steel que se sospecha que, por su estrategia de mercado, contraiga la producción de la firma estadounidense. Es decir, se debería importar más acero.
En ese panorama de caos e improvisaciones, tanto por las diatribas de Musk como por el riesgo electoral, hay una legión de senadores republicanos dispuestos a remendar el presupuesto. Según The Wall Street Journal, serían al menos media docena los legisladores que suman objeciones. No es un número menor. El oficialismo cuenta con una mayoría de solo siete bancas contra los demócratas e independientes, 51 a 44. Asombraría, por lo tanto, si esto que sucede señala el regreso de los pesos y contrapesos del sistema, los necesarios límites al soberano. Interesante II.

8 maneras en que Musk y Trump podrían causarse dolor mutuamente
El espectacular enfrentamiento del jueves entre el presidente Trump y Elon Musk ha destrozado la frágil alianza entre dos de los hombres más poderosos del mundo.
Su disputa podría tener consecuencias de gran alcance si se prolonga o incluso se intensifica.
Aquí hay ocho formas en las que podrían infligirse dolor entre sí.
Lo que Musk podría hacer
Usar sus miles de millones contra Trump, sus aliados y su agenda .
Tras gastar más de 250 millones de dólares para ayudar a elegir al presidente, Musk podría fácilmente financiar campañas contra los republicanos.
Ha calificado el proyecto de ley de política nacional de Trump de «repugnante abominación» y el jueves atacó a los líderes republicanos del Congreso en X, su red social.Un mural que representa a Elon Musk se ve cerca de Starbase en Brownsville, Texas, Estados Unidos, 5 de junio de 2025, mientras se intensifica una disputa entre el presidente estadounidense Donald Trump y Elon Musk. REUTERS/Gabriel V. Cardenas
(Musk también podría retener los últimos 100 millones de dólares de su promesa de apoyar a Trump).
Usar las redes sociales como un factor irritante .
El jueves por la tarde, Musk publicó una encuesta en X, preguntando si era hora de «crear un nuevo partido político en Estados Unidos que realmente represente al 80% del centro».
Más del 80% de los casi dos millones de encuestados hasta la fecha han votado «sí».
Y en respuesta a una publicación que sugería que «Trump debería ser sometido a un juicio político», Musk dijo:
«Sí».
(No quedó del todo claro si estaba de acuerdo con el juicio político o con otra parte de la publicación).
Arrastrar a Trump a la controversia.
Tras meses de estrecha relación con el presidente, Musk podría ahora causarle problemas a Trump al afirmar tener información privilegiada.
El jueves, sin ofrecer pruebas, afirmó que la administración de Trump había retrasado la publicación de los archivos sobre Jeffrey Epstein porque su nombre aparecía en ellos.
«Guarden esta publicación para el futuro», escribió.
«La verdad saldrá a la luz».
Los demócratas de la Cámara de Representantes no tardaron en criticar la publicación .
Usar sus empresas para incomodar a la administración.
Musk escribió que desmantelaría «inmediatamente» la nave espacial Dragon de SpaceX, que transporta astronautas de la NASA y suministros hacia y desde la Estación Espacial Internacional.
La amenaza llevó a Stephen K. Bannon, aliado de Trump y uno de los principales críticos de Musk, a sugerir que Trump «tomara posesión de SpaceX esta noche antes de la medianoche» mediante una orden ejecutiva.
El jueves por la noche, en respuesta a un usuario de X que pidió a Trump y Musk que «se calmaran», Musk dijo :
«Buen consejo. Vale, no desmantelaremos Dragon».
Lo que Trump podría hacer
Recortar contratos con las empresas de Musk.
En su propia plataforma de redes sociales, Truth Social, Trump sugirió que rescindir los contratos gubernamentales con las diversas empresas de. Musk, incluyendo SpaceX y Tesla, sería «la manera más fácil de ahorrar dinero en nuestro presupuesto».
El año pasado, se les prometieron a las empresas de Musk 3 mil millones de dólares en casi 100 contratos con 17 agencias gubernamentales.
Investigar el estatus migratorio y el consumo de drogas de Musk.
Bannon solicitó el jueves una investigación formal sobre su status migratorio, ya que creo firmemente que es un inmigrante ilegal y debería ser deportado del país de inmediato.
Musk es ciudadano estadounidense naturalizado y nació en Sudáfrica. El Sr. Bannon también solicitó una investigación sobre su consumo de drogas y sus esfuerzos por obtener información clasificada sobre planes militares relacionados con China.
Bannon también solicitó una investigación sobre su consumo de drogas y sus esfuerzos por obtener información clasificada sobre planes militares relacionados con China.
Revocar la autorización de seguridad de Musk.
Bannon sugirió que se suspendiera la autorización de alto secreto de. Musk durante las investigaciones sobre el multimillonario tecnológico.
Sin embargo, Trump también podría revocarle por completo la autorización, que Musk posee como parte de los contratos gubernamentales relacionados con la colaboración de SpaceX con la NASA.
Esto dificultaría enormemente que Musk siguiera colaborando con el gobierno.
Ejercer el poder de la presidencia en su contra.
Trump dispone de un amplio abanico de poderes, con la capacidad de firmar órdenes ejecutivas que sancionan a adversarios políticos y de ordenar a agencias como el Departamento de Justicia que inicien investigaciones.
Podría poner fin a algunos de los proyectos predilectos de Musk, como el llamado Departamento de Eficiencia Gubernamental, así como a su apoyo a los sudafricanos blancos, una prioridad para Musk.
Tyler Pager colaboró con el reportaje.
Kellen Browning es un reportero político del Times con sede en San Francisco.
c.2025 The New York Times Company