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Por Robert Alvarado

«Nunca olvides que todo lo que hizo Hitler en Alemania era legal”.  Dr. Martin Luther King

Otra vez ir a votar, ¡por segunda vez! El dilema de los venezolanos en torno a las elecciones municipales previstas para el 27 de julio de 2025. Dilema que se acrecienta en un entorno de escasa información y mínima movilización. El CNE no ha divulgado información relevante sobre candidatos, cronograma ni motivación para la participación. La mayoría de la población desconoce los detalles del proceso y muestra apatía ante la convocatoria, reflejando una erosión profunda de la confianza en el voto como mecanismo de cambio. Para mayor gravedad, la poca posibilidad de cambio se percibiría tanto desde la perspectiva oficialista como de la opositora. Para muchos, en ambos bandos poca efectividad tendría el voto, en virtud del mecanismos y procedimientos que harían nugatorio el ejercicio del voto.

Para las elecciones municipales, se elegirán a las nuevas autoridades las 335 alcaldías y 2.471 concejales. Un total de 2.806 cargos a elegir. Las elecciones regionales reflejaron una alta abstención, no solo por la desconfianza en el órgano electoral y el desconocimiento de los resultados del 28J, también por la opacidad en la escogencia de los candidatos y la penumbra en torno a esos candidatos, que en su mayoría carece de credenciales, o, mejor dicho, la credencial común a todos ellos sería su lealtad revolucionaria. Algo, que, a decir verdad, no es ningún pecado, pues son el resultado de decisiones personalísimas, con tendencia al oprobio, por efecto de tomar parte en un proceso sin consistencia legal alguna, por mucho pueblo que pudiese tener. Claro, como dice el viejo adagio popular, la culpa no es del ciego… sino de quien le da el garrote. Símil que uso para significar la acreditación que dan a gran número de apocados que traerán más de lo mismo a esta Tierra de Gracias.

Si me permiten, las elecciones municipales serán el mayor punto de quiere del régimen. Al ser los elegidos más cercanos a los electores, por no contar con la anuencia de estos, algo que es indudable, es posible que al tenerlos como oficialmente electos, pero carentes de sustento popular, ese sea el factor que propicie una mayor erosión por el descontento acumulado y sostenido de quienes ven burladas sus aspiraciones de democracia, justicia y bienestar. Por eso, resultar electo en estas elecciones de finales de mes, sería como ganarse un billete de lotería cuyo premio gordo sería ir a la picota o la guillotina, con en la Revolución Francesa, pues serán a quienes las demandas populares pondrán en tres y dos en el ejercicio de una gobernanza cada día mermada o carente de elementos generadores de bienestar, y en abundancia en la generación de malestares.

Que la oposición nuevamente se encuentre dividida entre participar o abstenerse, mientras que quienes están en el poder avanzan significativamente en la pretensión de sostener un proyecto de país de forma unilateral, habría que fomentar esa división, bajo el entendido que contribuiría a erosionar aún más la gobernanza municipal con la que se pretende mantener o conservar, ya no la simpatía de la población, sino el control de esa población que cada día se resiste más a ese control y, precisamente, ahí está el detalle. ¿Están en capacidad los eventuales Acaldes y Concejales electos de evitar o atenuar la profundización del descontento social? Ya lo verán, ese descontento los sacudirá a tal grado, que desearán no haber sido favorecidos en los venideros comicios.

Por supuesto, muchos no estarán de acuerdo con lo dicho anteriormente. ¿Por qué? Por una sencilla razón: la realidad política venezolana se caracteriza por un escenario donde la fragmentación de la oposición no solo debilita su capacidad de articular una agenda común, sino que también facilita la consolidación de un Estado cada vez más autoritario y centralizado. La estrategia del poder se basa en aprovechar esas divisiones para implementar políticas de control social y político que erosionan las instituciones democráticas a nivel local y nacional. En este contexto, la participación electoral se convierte en un dilema para la oposición: participar puede legitimar un sistema que consideran fraudulento, mientras que la abstención puede resultar en una mayor concentración del poder oficialista. Esta dinámica refleja una crisis profunda de representación y confianza, que afecta no solo la gobernabilidad, sino también la posibilidad de construir una alternativa política creíble y unificada.

Ahora bien, el creciente descontento social, alimentado por la crisis económica, la escasez de servicios básicos y las violaciones sistemáticas de derechos humanos, representa un desafío mayúsculo para cualquier actor político que aspire a gobernar, con mayor razón si es a nivel municipal. Los eventuales alcaldes y concejales electos se enfrentarán a una población que demanda soluciones urgentes y tangibles, pero que también está marcada por el escepticismo y la desilusión. En este sentido, la capacidad de estos nuevos líderes para gestionar el descontento dependerá no solo de sus habilidades administrativas, sino también de su legitimidad política y de su capacidad para negociar espacios de autonomía frente al poder central. Sin una respuesta efectiva y democrática a estas demandas, la tensión social podría intensificarse, generando un ciclo de inestabilidad que pondrá a prueba la resiliencia del sistema político venezolano en su conjunto.

Así que aquí estamos, ante un gran dilema: ¿ir o no ir a votar? Una decisión que, lejos de aclarar algo, solo alimenta la abstención en un electorado ya experto en desencantos. Con la situación que vive el país, esta disyuntiva no solo nos lleva por la encantadora senda de las desilusiones y decepciones, sino que además abriría la puerta a un punto de quiebre en la gobernanza, cortesía de un método al más puro estilo Jalisco. Porque, claro, nada dice democracia como repetir la misma función con distinto elenco. En fin, la decisión es suya: votar por segunda vez este año y sumarse al ciclo infinito de contradicciones o quedarse en casa y ver cómo la historia, esa vieja bromista, se repite una vez más, agotada pero siempre lista para sorprendernos con nuevos quebrantos, con o sin nuestro voto.

Cualquier información o sugerencia por robertveraz@hotmail.com robertveraz@gmail.com grsndz629@gmail.com   o bien por mí teléfono 0414-071-6704 y 04141574645. Además pueden leer esta columna en mí página Web: https://robertveraz4.webnode.es/  y sigan mis comentarios y opiniones por @robertveraz en twitter e Instagram. Pueden ver mis videos en YouTube: Tips de @robertveraz. ¡Hasta la próxima semana, Dios bendiga a Venezuela!