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El regreso de la petrolera estadounidense Chevron a Venezuela marca un nuevo capítulo en la compleja relación entre Caracas y Washington, un pacto que inyecta oxígeno a las debilitadas cuentas públicas, pero que se cierne bajo un nubarrón de incertidumbre política. Mientras los primeros buques de crudo venezolano zarpan hacia Texas, el acuerdo, que se proyecta podría generar un respiro para 2025, plantea un dilema: ¿es este el inicio de una recuperación o solo un parche en la maltrecha industria petrolera?

Aunque los términos de la licencia otorgada por el Departamento del Tesoro estadounidense aún no se han revelado, economistas prevén que el retorno de la empresa podría elevar la producción nacional a alrededor de 1,2 millones de barriles por día. Expertos estiman que el aporte de Chevron podría rondar los 200.000 barriles diarios, una cifra que podría traducirse en un crecimiento económico cercano al 2% en un país que, hasta hace poco, encaraba la amenaza de recesión.

Este movimiento se siente como un cambio de tono respecto al pesimismo que dominaba hace apenas unos meses, cuando la salida temporal de Chevron provocó incertidumbre cambiaria y mayor presión inflacionaria. Sin embargo, la reanudación de operaciones no es un camino fácil. Fuentes cercanas indican que la nueva licencia podría implicar un modelo de pago “en especie” en lugar de transferencias en efectivo. Este esquema, basado en crudo adicional o diluyentes para procesar el petróleo extrapesado de la Faja del Orinoco, encaja en la Ley Antibloqueo y daría a Pdvsa acceso a insumos que hoy importa desde Irán o Rusia.

La reactivación de las operaciones llega justo cuando el gobierno venezolano está por concluir el pago de su millonaria deuda con Chevron, lo que allana el camino para retomar operaciones conjuntas en empresas mixtas como Petropiar, Petroboscán y Petroindependencia.

La decisión de Washington responde también a necesidades energéticas internas, mientras en paralelo mantiene la presión política sobre el presidente Nicolás Maduro, con una recompensa de 50 millones de dólares por información que lleve a su arresto. Para analistas como Francisco Monaldi, de la Universidad de Rice, el contexto político estadounidense y venezolano será clave para definir el alcance real de esta reapertura.

Si bien un acuerdo basado en intercambios no monetarios permitiría ampliar la producción y las exportaciones, privará al Estado venezolano de divisas líquidas, en un momento en el que la escasez de dólares limita la capacidad de maniobra económica. Aún así, el retorno de Chevron se suma a la lenta recuperación productiva iniciada en 2021, tras una década de colapso marcada por corrupción, controles cambiarios, politización y sanciones internacionales.