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Este primero de septiembre se cumplen 27 años de la inauguración del Coliseo de Guanare, una obra que nació con vocación de grandeza y que hoy, entre grietas y silencios, clama por memoria, respeto y renovación.

Inaugurado en 1998 como símbolo de impulso deportivo y cultural para la capital espiritual de Venezuela, el Coliseo fue mucho más que concreto y graderías. Fue sede de los Centauros de Portuguesa, testigo del Panamericano de Cadetes, escenario de actos políticos históricos con líderes como Fidel Castro y Hugo Chávez, y altar donde Juan Gabriel cantó para el alma llanera. En sus pasillos resonaron ovaciones, sueños juveniles y el eco de una comunidad que se reconocía en cada evento.

Pero hoy, el abandono se ha vuelto protagonista. Techos vencidos, instalaciones deterioradas y un silencio que duele más que cualquier derrota deportiva. ¿Cómo se explica que una obra que albergó gestas atléticas y culturales esté relegada al olvido? ¿Dónde quedó el compromiso con el deporte, con la juventud, con la historia viva de Guanare?

El Coliseo no es solo un espacio físico. Es un símbolo de lo que fuimos capaces de construir cuando la voluntad coincidía con el sueño colectivo. Es también un espejo que nos interpela: ¿qué estamos haciendo por preservar lo que nos une?

Este aniversario no debe pasar como una efeméride más. Que sea llamado a la conciencia ciudadana, a la acción institucional, al rescate urgente de un patrimonio que aún puede florecer. Porque el Coliseo de Guanare no merece ruinas: merece aplausos, merece atletas, merece futuro.

Que el sol de septiembre ilumine no solo su historia, sino también el camino.

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