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En entrevista por el canal de YouTube, en el espacio Conversaciones de la asociación Diálogo Ciudadano Colombo Venezolano, que conducen María Clara Robayo, Ronal Rodríguez, Alejandro Martínez y Txomin Las Heras, Víctor Mijares, profesor del Departamento de Ciencia Política y Estudios Globales de la Universidad de Los Andes, en Bogotá, se refirió a la crisis desatada entre los Estados Unidos y Venezuela tras la movilización de una importante flota naval de ese país sobre las aguas del Caribe.

Mijares advierte que estamos viendo un despliegue de fuerzas y una cantidad de poder de fuego bastante importante que no es común en el Caribe. “Ahora bien, no se debe confundir esto con alguna capacidad, por ejemplo, de alguna intervención masiva o una operación por el estilo de la que se hizo con (Manuel) Noriega (expresidente de Panamá), que se ha escuchado mucho de esto, y en realidad digamos del desplazamiento y el poder digamos anfibio y terrestre que estas fuerzas tienen todavía es muy pequeño para pensar en algo de esa naturaleza”.

Sin embargo, según el experto venezolano, lo que ha venido sucediendo genera “un ruido importante en el Caribe” y, al aventurarse y hacer una hipótesis, afirma: “Creo que esto llegó para quedarse, esto habla del reposicionamiento de los EE. UU. en el Hemisferio Occidental”.

 ¿Qué opinas del Cartel de los Soles y el Tren de Aragua, como argumento de los EE. UU. para la lucha contra el narcotráfico?

– El Cartel de los Soles no es exactamente un cartel, como sabemos, es más un entramado de corrupción destructiva, que tiene distintos niveles, no tiene una forma definida. Su estructura puede llegar a ser jerárquica en tanto que hay vinculados y habla de documentación que habla de vinculación de funcionarios del Estado venezolano, tanto civiles como militares, pero es más una red de redes. Una red de redes de corrupción, de mafias, pero no un cártel en ese nivel de coordinación, por ejemplo, cárteles como el de Medellín, el de Cali o las megabandas o carteles mexicanos tipo Sinaloa o Jalisco Nueva Generación, es bueno precisar que no  tiene esa misma característica. Si tiene algo muy importante, y es el control, digamos, fáctico de un Estado, y esto si lo hace distinto cualitativamente. Por una parte no está tan integrado y por otra parte tiene un poder muy importante porque ejerce, en la práctica, soberanía sobre un país de más de 900 mil kilómetros cuadrados.

¿Y sobre el Tren de Aragua?

– En cuanto al Tren de Aragua, sí es una estructura mucho más modesta en ese sentido, a pesar de su expansión, una especie de franquicia criminal que nace en una cárcel venezolana, la Cárcel de Tocorón, en el estado Aragua, y comienza digamos a moverse, difundirse, pero la información que se tiene más recientemente de los avances del Tren de Aragua es que está al parecer bastante disminuido porque quizá ha sido víctima de su propio éxito, al ser tan conocido y al haber jugado tanto con su imagen sanguinaria y de alto impacto, ha sido una de los organizaciones criminales más estudiadas en los últimos años en América Latina,  y esto ha hecho que los cuerpos de inteligencia de los estados, sobre todo andinos, lo hayan identificado, lo tengan claro y sepan exactamente donde golpearlo. Se trata de una banda multicrimen, si se le da la oportunidad de narcotraficar, van a narcotraficar, así como extorsión y sicariatos.

¿Qué nos puedes decir sobre las capacidades militares que tiene el Estado venezolano hoy en día?  Y particularmente háblanos de la milicia bolivariana que ha sido esgrimida como la gran bandera, digamos, ante una eventual intervención norteamericana en el país.

– Pues yo he hablado, de una doctrina híbrida. Híbrida en el sentido de que no solamente es híbrida en cuanto a lo que se plantea, porque por un lado nos hablan de guerra revolucionaria y por el otro lado tienen sistemas de misiles 300, rusos, ¿verdad? Entonces no se sabe muy bien si es revolucionario, si es convencional. Por una parte hablan de milicia y de pronto tienen aviones de combate. Entonces, obviamente es una cosa mucho más híbrida. Es una combinación de distintas formas de combate y de distintos armamentos y sistemas de armas. Y en ese sentido hay que entenderlo que es un poco espontáneo lo que ha venido surgiendo en cuanto a esa capacidad de defensa y de proyección de poder de Venezuela.

En cuanto al armamento, sobre todo lo más importante en este caso, es el poder naval y aeronaval de Venezuela en materia de las fragatas venezolanas: las fragatas tipo Lupo, luego digamos fragatas tipo Sucre, pero que originalmente las fragatas tipo Lupo no han recibido el mantenimiento adecuado».

«Posiblemente estén solamente dos, digamos, en plena operación y posiblemente uno solo de los submarinos esté en capacidad en este momento de patrullar el Caribe, pero digamos claramente, no es un submarino, digamos, repotenciado ni que tenga las capacidades de proyección de poder que tiene el submarino que ha desplegado Estados Unidos, que tiene propulsión nuclear. Y esto no tiene que ver con armas nucleares, por si acaso, porque Maduro está diciendo que eso tiene armas nucleares y no, no tiene nada que ver con esto, tiene que ver con propulsión nuclear. Digamos su autonomía va a depender más como de los alimentos que lleve dentro y no tanto de la energía.  Entonces, ahí está bastante disminuido ese poder naval de Venezuela», afirma.

¿Y en el ámbito aéreo?

– Luego está el tema aéreo, que siempre había sido un tema central para la doctrina de defensa de Venezuela y sobre todo de proyección de su cuerpo, porque recordemos algo, la proyección, la masa terrestre y marítima de Venezuela en su conjunto podría tener una proporción prácticamente de 51/49. Es decir, Venezuela prácticamente la mitad de su territorio total es marítimo, tomando en cuenta, digamos, aguas territoriales, zona contigua, zona económica exclusiva.

Es un país muy marítimo con una fachada Caribe, muy, muy amplia y eso, desde luego, venía acompañado de poder naval que se puso a prueba en algún momento junto con el poder aéreo, durante el tiempo de las tensiones con lo de la Corbeta Caldas y el incidente en el golfo en el 87, y a partir de ese momento, Venezuela, que había dicho que no iba a usar su poder aéreo para manifestar superioridad aérea frente a sus vecinos, pues en ese momento sí lo hizo y lo hizo la democracia. Posteriormente a esto, con el embargo de armas que se le aplica a Hugo Chávez, pues viene la diversificación a los a las armas, los sistemas de armas rusos y tenemos ahí entonces que a los tradicionales 24 aviones de combate F16 de fabricación estadounidenses se suman entonces 24 aviones de combate Sukhoi SU 30 MK. Y esos aviones de combate pues crean una superioridad aérea latinoamericana muy importante para Venezuela, que después vino acompañada de los sistemas de defensa antiaérea S300, los BOC y los radares tridimensionales chinos, pero no han recibido el mantenimiento adecuado».

Debido a la crisis país…

– Decir que la crisis golpeó todo y lo que se mantuvo en cuanto a gasto militar de defensa y de seguridad se empleó mucho en fuerzas terrestres y muy especialmente en capacidades represivas y no tanto en capacidades de defensa porque se esperaba más, digamos, de hacer guerra más híbrida, menos convencional y en ese sentido lo que se tiene, lo que las fuentes y esto ya es parte de investigación basada en fuentes abiertas, yo no tengo ningún tipo  de contacto de fuente interna dentro de las FANB, pero es que sólo estarían realmente en condiciones de combate apenas tres F16 y posiblemente ocho y hasta 10 Sukoi 30, que estarían distribuidos sobre todo entre bases en Puerto La Cruz, pero muy especialmente en Palo Negro, en el estado Aragua, muy cerca, por cierto, de Tocorón, y en El Sombrero en el estado Guárico. Entonces, ahí estaría esa mayor concentración, pero no tienen suficiente, no hay información acerca de cuáles serían sus capacidades de municiones, de mantener una operación constante, con lo cual, en este momento, en la práctica, la zona económica exclusiva, al menos el norte de la zona económica exclusiva de Venezuela, está más bajo control estadounidense que venezolano.

Ahora, Víctor, el nerviosismo que se ve en Nicolás Maduro, es notorio, pero probablemente tuvo un cierto punto de inflexión que coincidió con la reunión del presidente Trump con Vladimir Putin en Alaska. Entonces, una posibilidad es que Maduro haya asumido que en esa reunión se plantearon hipótesis en las cuales Rusia cedía su influencia en Venezuela a cambio de algo que no sabemos qué es. Pero esa es una opción. ¿Tú crees que esa hipótesis tiene sentido? Y te complemento la pregunta: ¿cuál crees tú que puede ser, en el desarrollo de esta situación, la posición de Rusia, China e Irán?

– Pues yo, como entusiasta de la geopolítica, me encanta esa hipótesis, ¿de acuerdo? Decir que las grandes potencias puedan cruzarse áreas de influencia y llegar a ese tipo de negociaciones. Pero, por mucho que me guste, todavía no veo señales, ni indicios, ni indicadores claros de que esa hipótesis sea cierta. Creo que esto ha alimentado mucho la imaginación y las opiniones en redes sociales. Me parece, insisto, una hipótesis interesante, pero sobre la cual todavía no tengo indicios como para decir que se sostiene, ¿de acuerdo?

Y eso es lo que hacemos constantemente cuando realizamos análisis geopolítico de riesgo: ver las hipótesis y tratar de destruirlas, de que resistan la prueba del ácido. Comenzamos a golpearlas y esta se cae muy rápidamente porque, hasta el momento, no tiene un indicio tan sólido, tan claro. Es más circunstancial. Además, no vemos precisamente a los Estados Unidos, ni a la Unión Europea —pero sobre todo a Estados Unidos, que es el que está involucrado— cediendo de forma tan clara en Ucrania. Eso sigue muy caliente».

– Estamos viendo, por ejemplo, la incursión de los nueve drones sobre el espacio aéreo de la OTAN, sobre Polonia. Trump siempre un poco dándole el beneficio de la duda a Putin, diciendo que esto pudo haber sido accidental, que pudo haber sido un error. Pero, claramente, si eso se negoció, todavía no estamos viendo evidencia clara de ello.

Tampoco estamos viendo mayor presencia de los rusos en el Caribe, como lo han hecho en el pasado. En algún momento vimos las visitas de cruceros misilísticos, como el Pedro el Grande, o las visitas de los aviones bombarderos Túpolev 160 de Rusia sobre Venezuela y Colombia. Eso claramente tiene que ver con un tema de proyección de poder, pero no tanto de voluntad, sino que simplemente no tienen en este momento la capacidad de proyectar tanto poder en lo que los rusos conocen geopolíticamente como el ‘extranjero lejano’”.

– Creo que es una tesis muy interesante desde el punto de vista geopolítico. Existen algunos indicios de que a futuro pudiésemos ver algún tipo de negociación en este sentido, pero también vemos muchos indicadores que apuntan a lo contrario, como la última reunión en Tian Yin de la Organización de Cooperación de Shanghái, donde estamos viendo que India comienza a inclinarse mucho más al bloque chino-ruso que al bloque occidental. Esto no parece tan consistente con una política de negociación de esferas de influencia, pero, insisto, esto puede cambiar en cualquier momento. Estamos analizando un asunto en caliente y creo que tampoco hay un plan tan claro acerca de qué es lo que quieren lograr con este despliegue de fuerzas en el Caribe.

Además, es una administración muy volátil, con muchos intereses encontrados en Washington, razón por la cual creo que lo más recomendable es no tener ningún tipo de expectativa y hacer un monitoreo día a día de lo que está pasando».

Víctor, lo decías al inicio, la situación, la posición de Estados Unidos en el Caribe está cambiando. ¿Qué implicaciones regionales puede llegar a tener ese despliegue de Estados Unidos en el Caribe?

– Pues esto es importantísimo. Creo que el único indicio que veo más o menos claro en este momento es que pareciera haber algún tipo de interés en ese tipo de proyección. Los Estados Unidos perdió de algún modo interés en América Latina después del 11 de septiembre, cuando comenzó a proyectarse hacia Medio Oriente y Asia Central. Después se empantanaron en dos guerras terrestres, que son lo menos conveniente para ellos. Una guerra irregular terrestre para Estados Unidos es casi garantía de fracaso.

Eso lo había establecido en su momento el fallecido Colin Powell en un informe que se llamaba la doctrina del “Never again”, es decir, “nunca más esto”. Se empantanaron y perdieron cierto grado de influencia en su área de interés natural, que era América Latina y el Caribe, sobre todo la región de la cuenca del Caribe, que tiene una importancia geopolítica tremenda para los Estados Unidos, con pocas entradas y salidas, todas potencialmente controladas por ellos».

– Esto está generando respuestas diplomáticas por parte de países latinoamericanos como Colombia, México y Brasil, un poco en contra, pero no las veo tan contundentes. Las respuestas en contra no son firmes y las respuestas a favor son muy interesantes. No solo estamos hablando de Paraguay o Argentina, que no están directamente en la región, sino de un par de estados de Caricom que son claves en todo esto, porque son vecinos de Venezuela y son petroleros: Trinidad y Guyana. Ellos han apoyado esta operación.

Con la reelección del presidente Irfaan Ali en Guyana vimos ya dos aviones Harrier haciendo un desfile aéreo sobre Georgetown. Aquí hay un realineamiento en donde nuevamente hay un clivaje entre América Latina y el Caribe, en el que el Caribe anglosajón está viendo esto con muy buenos ojos. Y, por supuesto, los alineamientos clásicos de la región pueden cambiar con los cambios de gobierno, desde luego, pero en este momento esa izquierda que ha sido más beligerante frente a la presencia de Estados Unidos en el Caribe o en América Latina mantiene cierta timidez. Su respuesta es bastante tibia porque, entre otras cosas, no sabe exactamente —y creo que ninguno de nosotros sabe todavía— qué está queriendo hacer Estados Unidos».

– ¿Cuál es el objetivo? Creo que el estratégico es reposicionarse en la región, pero los objetivos tácticos o del momento, sobre todo frente a Venezuela, me parecen todavía bastante opacos.

Mira, Víctor, y ya para terminar, concretamente para Colombia, ¿qué implicación ves? Sobre todo tomando en cuenta que Colombia sigue siendo el principal exportador mundial de cocaína.

– Sí, ahí obviamente hay una tensión natural entre los objetivos del gobierno colombiano y los del Estado colombiano. Esto queda muy en evidencia cuando vemos los discursos del presidente Gustavo Petro, a quien no le gusta para nada esta presencia en el Caribe. Además, lo ha dicho abiertamente y ha hablado incluso de invasión, adoptando un poco el propio discurso de Nicolás Maduro y reproduciéndolo en escenarios que a veces ni siquiera tienen mucho que ver con el contexto, porque son temas muy domésticos en los que debería estar hablando de los problemas de seguridad de Colombia, pero ha importado ese discurso.

Desde luego, le interesa mucho porque ideológicamente se siente atraído a hacerlo. Pero también están los compromisos de Colombia. Es un país que todavía sostiene instituciones sólidas y que, como Estado, es aliado principal no Otan de los Estados Unidos y socio global de la Otan. Además, tiene lazos de cooperación importantísimos e históricos con Estados Unidos en materia de seguridad, defensa e inteligencia».

– Digamos que está en una situación de mucha tensión en un momento clave, este año electoral. Creo que es difícil identificar que pueda haber correspondencia plena entre los intereses del gobierno y los compromisos del Estado. Pero, hasta el momento, por la solidez que ha mostrado Colombia, diría que a largo plazo van a primar los intereses nacionales y del Estado.