COMPARTIR

En tiempos donde la mesa se convierte en altar de resistencia, las bolsas o cajas CLAP no son solo paquetes: son gestos de presencia, de Estado, de comunidad. Cada entrega es un recordatorio de que la dignidad no debe esperar, y que el hambre no puede ser rutina.

Cómo hacen falta, sí. No solo por el contenido, sino por lo que representan: organización, esperanza, y el derecho a vivir con lo mínimo garantizado. Cuando llegan, se respira alivio. Cuando tardan, se multiplica la angustia. Y cuando faltan, se siente el abandono.

Las CLAP no deben ser excepción ni favor, sino política sostenida, transparente y justa. Porque detrás de cada bolsa hay una madre que cocina con lo que hay, un abuelo que comparte su arepa con gratitud, un niño que aprende que la solidaridad también se come.

Y hoy, más que nunca, hacen falta. Porque el dólar arremete sin tregua contra el bolívar, debilitando nuestra moneda cada día, encareciendo lo esencial, erosionando el esfuerzo de quienes aún trabajan por un país digno. En medio de esta devaluación constante, las CLAP se convierten en escudo popular, en alivio tangible frente a una economía que golpea sin piedad.

Que no falten. Que se fortalezcan. Que lleguen a tiempo, con calidad y respeto. Porque en cada comunidad, en cada barrio, en cada rincón de Venezuela, las CLAP siguen siendo más que alimentos: son símbolo de que aún podemos cuidarnos unos a otros.

WWW.NORTEASUR.NET