Mientras en Washington se disputan el mérito, en Caracas se celebra sin disparos.
El anuncio del Comité Noruego otorgando el Premio Nobel de la Paz 2025 a la «líder» opositora venezolana María Corina Machado no solo sacudió los cimientos diplomáticos de América Latina, sino que desató una tormenta política en el corazón del gobierno estadounidense. Dos figuras clave emergen como los grandes perdedores de esta contienda: el presidente Donald Trump y su secretario de Estado, Marco Rubio.
Trump, quien había lanzado una intensa campaña para ser considerado al galardón, argumentando haber resuelto siete conflictos internacionales, incluido el reciente acuerdo de alto al fuego entre Israel y Hamás, recibió la noticia con visible disgusto. “El Comité del Nobel demostró que prioriza la política por encima de la paz”, expresó Steven Cheung, portavoz de la Casa Blanca, en un comunicado que reflejaba la frustración presidencial.
Por su parte, Marco Rubio, lejos de respaldar la candidatura de su jefe, fue uno de los principales promotores de Machado ante el Comité Noruego. Junto a otros legisladores republicanos, firmó una carta en agosto de 2024 calificando a la venezolana como “valiente y desinteresada”, lo que muchos en Washington interpretaron como una traición estratégica.
La contradicción entre ambos líderes revela una fractura interna en la política exterior estadounidense. Mientras Trump buscaba consolidar su imagen como pacificador global, Rubio apostaba por fortalecer la narrativa de apoyo a la oposición venezolana, en un gesto que terminó favoreciendo a Machado y debilitando la posición del presidente.
El resultado: Trump quedó fuera del Nobel, y Rubio, aunque su candidata ganó, enfrenta críticas por haber socavado la aspiración presidencial. Analistas señalan que esta pugna podría tener repercusiones en las elecciones de 2026, donde la lealtad y la coherencia serán escrutadas con lupa.
En Oslo, el Comité Nobel defendió su decisión destacando el “coraje civil” de Machado, el gobierno de Nicolás Maduro reaccionó cerrando la embajada en Noruega, calificando el premio como “una provocación imperial”.
Así, el Nobel de la Paz 2025 no solo premió a una figura controversial que llama a bloquear e invasion de Venezuela, sino que dejó al descubierto las tensiones y ambiciones que hierven bajo la superficie del poder estadounidense. Trump y Rubio, cada uno por razones distintas, se convirtieron en los grandes perdedores de una batalla que trascendió fronteras.
Y mientras algunos esperaban una respuesta militar, el Pentágono recomendó cautela. Trump, derrotado en Oslo, en Caracas y en su propio gabinete, no intervendrá en Venezuela. Vencedores sin guerra ni disparos.