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Venezuela continúa enfrentando una compleja situación en su industria petrolera, mientras la narrativa del gobierno responsabiliza a Estados Unidos por la persistente crisis económica. En medio de tensiones regionales y la presencia del Ejército estadounidense en el Caribe, la producción de crudo ha mostrado incrementos, pero el país prioriza el suministro a Cuba en lugar de atender la escasez interna de combustible. Las restricciones internacionales obligan a Caracas a operar mediante una flota fantasma de embarcaciones, y no está claro si La Habana efectúa pagos por el crudo recibido, reporta ABC de España.

Durante el último mes, solo se identificó un petrolero con bandera cubana transportando aproximadamente 300.000 barriles de crudo venezolano, frente a los 52.000 barriles diarios reportados en septiembre por Reuters. Expertos atribuyen la diferencia a que parte del petróleo se mueve a través de barcos que operan en la clandestinidad.

Las exportaciones venezolanas promediaron 1,09 millones de barriles diarios en septiembre, la cifra mensual más alta desde 2020, con un 84% del crudo destinado directa o indirectamente a China mediante intermediarios poco conocidos. Además, la autorización estadounidense a Chevron permitió incrementar los envíos hacia Estados Unidos hasta 108.000 barriles diarios.

Para mantener el suministro a Cuba, Pdvsa ha recurrido a embarcaciones operadas por terceros sin seguro occidental y con coordenadas manipuladas, que descargan crudo en puertos cubanos o mediante transferencias en mar abierto. Algunos cargueros combinan envíos, entregando parte del crudo en Cuba y continuando hacia Asia, ocultando así el destino real del petróleo. Este sistema refleja la dependencia energética de Cuba y la necesidad de Caracas de sostener el apoyo de su principal aliado político pese a las sanciones.

Un informe de Transparencia Venezuela revela que, de los 110 petroleros detectados en aguas venezolanas en septiembre, al menos 47 operaban irregularmente y doce estaban sancionados por Estados Unidos, Reino Unido o la Unión Europea. Empresas con sede en Emiratos Árabes Unidos, como Asia Charm Limited FTZ, controlan buena parte de estas operaciones, utilizando banderas de conveniencia de países como Comoras, Liberia, Panamá o Islas Marshall, consolidando un comercio paralelo con alto riesgo de corrupción, pérdidas patrimoniales y daños ambientales.

Los barcos de la flota fantasma reciben crudo de los principales centros de refinación del país y emplean mecanismos de transferencia ‘barco a barco’ que facilitan evadir sanciones y controles. Los registros y banderas se cambian constantemente para ocultar la propiedad y el destino de los cargamentos, mientras los petroleros esperan en zonas cercanas a Aruba y Curazao antes de ser entregados a refinerías chinas.

Entre estas embarcaciones, los buques con bandera de Comoras tienen un papel central, ofreciendo registros flexibles que permiten operar con gran opacidad. Algunos barcos, como el Champ y el Cape Balder, que ya habían cumplido su vida útil, continúan transportando crudo venezolano en el comercio clandestino, evidenciando cómo la flota fantasma prolonga la circulación de petróleo pese a sanciones y riesgos operativos.