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Los casi 30 millones de venezolanos que vivimos en nuestra Tierra de Gracia, sea físicamente o por llevarla en el corazón, estamos a la espera del día cero para empezar a reconstruir nuestra patria con trabajo honesto, buscando que todos los sectores de la sociedad democrática puedan colaborar con la economía y aprovechando el uso de las tecnologías más innovadoras que, prácticamente gratis, están allí para nosotros. Podremos empezar con una nación conformada por ciudadanos que no urgen en la basura, sino con una población mayormente joven de menos de 15 años (aproximadamente 7 millones cuatrocientos mil) y también con una población de adultos mayores que necesitan cuidados, becas para aprender a ser ciudadanos tecnológicos, pensiones dignas y trabajos para no dejar de ser productivos y contribuir con un país que tan bien conocen. Es ahí en donde la empresa privada podrá impulsar proyectos con propósitos y sensibilidad social para que Venezuela vuelva a ser grande de nuevo, algo que pasará más temprano que tarde.

El desafío no es solo cuantitativo, sino también cualitativo

Entre los desafíos más importantes para ver a Venezuela renacer está el de poder asegurar que cada sector de la población pueda acceder a todo tipo de fuente de prosperidad. Las necesidades de nuestros niños, obviamente, no serán las mismas necesidades de nuestros adultos mayores. Por lo tanto, se debe rediseñar una Venezuela en donde se diferencien estas necesidades y se puedan explotar nuestras fortalezas, como el petróleo y los minerales raros, en pro de mejores escuelas, hospitales, cárceles, empleos y centros culturales, algo de lo que nadie actualmente está hablando.

Esto se podrá lograr mucho más rápido con las tecnologías actuales como blockchain, inteligencia artificial, nano tratamientos avanzados, realidad virtual y realidad aumentada, entre otras de las tecnologías que hoy aplican países del primer mundo en sus sistemas de salud, educación, etc.

Venezuela tendrá entonces la oportunidad de saltar etapas de atraso estructural y posicionarse como un laboratorio de innovación social en América Latina, siempre que logre alinear visión política, inversión privada y participación ciudadana.

Sembrando el futuro

Desde que empezamos a transitar los 40 años de democracia, los puntofijistas pusieron énfasis en los niños como capital, más valioso que el petróleo. Por eso se implementó el vasito de leche escolar, las vacunaciones masivas, el sistema de orquesta del maestro Abreu, la creación de escuelas en cada región del país. Actualmente, en un país sin escuelas dignas, sin oportunidades que enaltezcan lo bello de ser niño, hay que invertir los 4 mil millones de dólares que prometió el Presidente Donald J. Trump en educación para el futuro y esto, con la adquisición de tecnologías japonesas, israelíes y también lo más nuevo creado en el Silicon Valley para así implementar la alfabetización digital, crear bibliotecas virtuales y también plataformas de aprendizaje adaptativo que puedan revolucionar y optimizar la experiencia de millones de adolescentes y niños venezolanos.

En cuanto a las universidades, públicas y privadas, deben ser el motor para la innovación de incubadoras y creación de startups. Hay que hacer un programa para asegurar a los venezolanos de la diáspora que sus inversiones no se irán por una alcantarilla y esto requiere un nuevo marco legal y también impuestos exonerados. Estas medidas podrán reactivar la transformación nacional y disculpen que insista en que de ahí parte el renacimiento. Quienes regresean a nuestra patria, serán aliados estratégicos, fuentes de conocimiento y redes internacionales (esta vez no de lavado ni de corrupción) además de capital semilla para proyectos con propósito de impacto.

Los profesionales venezolanos, dentro y fuera del país, poseen un talento reconocido globalmente. Integrarlos en un plan país implica crear mecanismos de retorno, tanto físico como virtual, que les permitan aportar su experiencia sin necesidad de estar presentes de manera permanente. Plataformas de teletrabajo, consultorías digitales y programas de mentoría pueden conectar a la diáspora con las nuevas generaciones, generando un círculo virtuoso de transferencia de conocimiento y oportunidades.

Mujeres y adultos mayores: inclusión y resiliencia

Mujeres venezolanas protagonizan hoy este momento histórico y son pilares de esta nueva estructura en donde nacerá Venezuela. Recorrer el país y ver a estas guerreras invisibles ser líderes en la economía informal o simplemente ver la actuación de periodistas como Patricia Poleo, Carla Angola, Nitu Pérez Osuna o de líderes como Magaly Meda de Olavarría o Tamara Suju en el exterior es suficiente para entender que llevan una bandera de 7 estrellas en esta batalla que ya culmina. Una nueva Venezuela en donde las mujeres ocupen roles políticos claves será determinante para renacer con igualdad de condiciones ante los hombres y por supuesto con el aporte de toda venezolana en todos los niveles de la sociedad.

En cuanto a los adultos mayores, tan humillados por el Chavismo, es importante brindarles servicios sanitarios de primera, seguros médicos dignos, pensiones con las que ellos puedan vivir sin mendigar o comer de la basura. También es primordial saber que la tercera edad no son una población parasitaria, al contrario, aportan sabiduría, experiencia y pueden educar moralmente a las nuevas generaciones de venezolanos para que no se cometan los mismos errores.

Incluir mujeres y personas de la tercera edad en el plan Tierra de Gracia, plan país en construcción, no es solo un gesto de dignidad y justicia social, sino también una decisión brillante para impulsar el desarrollo sostenible. Tanto mujeres como adultos mayores pueden ser clave en una Venezuela que será próspera y serán en definitiva, los guardianes de la memoria colectiva, por lo tanto, integrarlos plenamente en la visión de futuro es garantizar que Venezuela avance con todos sus ciudadanos, sin dejar a nadie atrás.

Conclusión: un país que se reconstruye con su gente

Venezuela tiene ante sí la oportunidad de reinventarse desde sus propias fortalezas. La diversidad de su población, la resiliencia de sus ciudadanos y el talento de su diáspora conforman un capital humano invaluable. Pero para que este potencial se materialice, es necesario un plan país que combine visión estratégica, innovación tecnológica y compromiso social. No se trata de copiar modelos externos, sino de diseñar un camino propio que responda a las realidades locales y proyecte al país hacia el futuro.

Como expresó María Corina Machado “Venezuela no es un país condenado, es un país llamado a la grandeza”. Y en palabras de Edmundo González Urrutia, “Nuestro reto es reconstruir la confianza, porque sin confianza no hay nación posible”. Estas frases resumen el espíritu de la propuesta Tierra de Gracia: un país que se levanta con su gente, que apuesta por la innovación y que entiende que el verdadero recurso estratégico no está en el subsuelo, sino en el talento, honestidad y la voluntad de sus ciudadanos.

Dayana Cristina Duzoglou Ledo

  1. mail: dcduzogloul@proton.me

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