La presión estadounidense en Venezuela se ejecuta mientras los ciudadanos pasan sus días enfrentándose no a operativos antidrogas, sino a la crisis económica que sigue al acecho.
«No va a haber intervención, nada de eso, aquí lo que nos tiene fregados es el aumento del dólar», le dice a BBC Mundo Alejandro Orellano, trabajador de un mercado municipal en Caracas.
Alejandro, quien tiene cinco años vendiendo hortalizas en este mercado, le resta importancia a la retórica entre Washington y Caracas. «Mira, mira como está esto vacío», insiste apuntando con su dedo un largo y solitario pasillo repleto de frutas y verduras frescas.
El enemigo común de los presentes parece ser el alza abrupta de los precios de los alimentos y la poca capacidad para comprarlos. Un kilo de pollo, por ejemplo, ronda cuatro veces el valor del salario mínimo mensual oficial.
Pero otra realidad es que desde las protestas antigubernamentales que tuvieron lugar tras las cuestionadas elecciones presidenciales de 2024, buena parte de la sociedad venezolana evita expresarse abiertamente sobre temas que podrían resultar sensibles para el gobierno de Maduro. Actualmente, 884 personas permanecen en prisión por motivos políticos, según la organización no gubernamental Foro Penal.
Sobre una eventual acción de EE.UU. en el país, Consuelo, de 74 años, es escéptica, duda.
«¡Qué pase lo que pase! (…), ¡y ya!», le dice a BBC Mundo. «¿Será verdad?, ¿Será mentira? (…) Eso lo que hace es enfermar a uno, andar con el nerviosismo (…) es mejor quedarse tranquila. Las emociones también le pueden afectar la salud», asegura esta profesora universitaria, que está pensionada, pero que aún trabaja.
«Yo compras nerviosas no he hecho. Uno para comprar tiene que tener mucha plata».
Barbara Marrero, una chef pastelera, de 40 años, dice: «Todos estamos esperando que pase algo, porque es justo y necesario, son años sumidos en una miseria absoluta». «El venezolano vive el día a día esperando que pase algo, pero todo el mundo tiene miedo (de hablar) y nadie dice nada», expresó.
«Estamos asustados, callados, por miedo a que metan preso a uno. Yo siempre publico cosas, pero ya no, no debo, porque no sé quién me vaya a vender», dice por teléfono a BBC Mundo una comerciante que vive en Ciudad Bolivar, (estado de Bolívar, sur).
Y agregó: «Hay esperanza, fe, pero la gente está callada por miedo, no se escucha hablar a nadie de eso, es uno en casa, con su gente (…) pero hay aires de alegría», dice la mujer en anonimato.
Javier Jaramillo, de 57 años, comerciante informal, busca mercancía para revender en Navidad. Él está expectante sobre el portaaviones que movió Washington al Caribe. «Yo no creo que ese ataque llegue, yo creo que lo que puede haber es un diálogo, un acuerdo o un arreglo».
Sin embargo, dice que cuando hay cortes de energía piensa “ya se metieron”, “se van a meter”.
De cualquier forma, Javier reitera: «Nos preocupa más la comida (…), yo no creo que haya un ataque». «Venezuela está muy mal (…) Nos está comiendo la inflación, aquí no hay dinero que valga; dólar, euro (…) Soy un venezolano que está pasando necesidad (…) Y lo que queremos es que haya un arreglo».
«Esa inflación ha llegado a estar en unos niveles del orden del 20 % mensual o intermensual durante los últimos meses», dijo un experto que pidió el anonimato a la cadena informativa británica.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) proyecta en 548% el aumento de precios este año y dice que será peor en 2026, cuando podría dispararse al 629 %. Es la cifra más alta del continente. Maduro, por su parte, hace hincapié en que el PIB del país crecerá un 9 %.
Esther Guevara, de 53 años, quien trabaja en un laboratorio médico, es una de las que no esconde su preocupación en medio de las tensiones por el despliegue de la flota naval de EE.UU.
«Me preocupo porque no sé en realidad qué está pasando, que vayan, de verdad, a invadir, a extraer… la gente piensa que es muy fácil, muy tranquilo y es fuerte, puede morir mucha gente inocente». «Siento que se está cocinando algo por allí, pero estoy en expectativa», dice.
