Por Robert Alvarado
«Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él a mandarlo, de donde se originan la usurpación y la tiranía». Simón Bolívar
La derecha en América ha tenido en este año 2025 ha tenido importantes ascensos en el contexto político y la dinámica de un continente que debate entre las tendencias de izquierda y derecha, debate, que, por cierto, era sólo retórico. En la actualidad, semeja una lucha encarnizada por el poder. Sin embargo, la misma dinámica del ejercicio del poder parte de los izquierdosos ha permitido esos ascensos, recientemente en Bolivia y, ahorita, en Honduras, donde la candidata oficialista, izquierdosa ella, hizo un triste papel, en correspondencia con las ejecutorias de una gestión gubernamental que cubrió escasas expectativas. La búsqueda de soluciones a crisis persistentes, particularmente en materia económica y social, combinada con una comunicación efectiva apelando a la seguridad y el orden, ha permitido a varios movimientos de derecha ganar terreno, así tenemos los triunfos electorales en Argentina, Chile y Bolivia, sin obviar, el obtenido en esta Tierra de gracia. Con una mirada expansiva hacia Centroamérica con Honduras y a las Islas del Caribe con San Vicente y las Granadinas. Esto sugiere que la izquierda está perdiendo terreno en el continente americano, con mayor razón cuando los gobiernos de esa tendencia no solo sufren desgaste político sino los embates de supuestos vínculos con carteles de las drogas.
Por ejemplo, un hecho que ha pasado prácticamente desapercibido, quizá por ocurrir en una minúscula isla. La derrota de Ralph Gonsalves en San Vicente y las Granadinas es un acontecimiento significativo en la política caribeña y latinoamericana. Gonsalves, líder del Partido Verde del Trabajo (ULP), había sido una figura dominante en la política del país durante muchos años, y su derrota puede ser analizada desde diversas dimensiones, especialmente la victoria de la oposición puede reflejar un descontento general con las políticas de Gonsalves, incluyendo su manejo económico o cuestiones sociales efectistas más no efectivas en términos de calidad de vida. Los votantes, sin duda, buscaron un cambio ante problemas como la inflación, el desempleo o la corrupción, ejes transversales de la campaña de la oposición, liderada por el Partido Nuevo Democrático (NDP), que la hicieron más efectiva en movilizar el apoyo popular. Con esa subyacencia, se generó una plataforma atractiva y el uso de estrategias de campaña innovadoras, influenciadas por un cambio generacional, ya los votantes más jóvenes, partidarios de la oposición, estaban menos alineados con la política tradicional y buscaban representantes que abordaran sus preocupaciones.
Como se vio la derrota de Gonsalves, con replicas en Venezuela (“por ahora”, no hecha efectiva), Chile (prima facie) y Bolivia, se expandió a la izquierda hondureña en las pasadas elecciones del domingo 30 de noviembre, donde, según Zelaya: “Trump se impone en las elecciones” y gana Nasry Asfura el candidato del Partido Nacional. Sim embargo, para el momento en que escribo, Salvador Nasralla, del Partido Liberal, hombre venido del medio televisivo, acumula aproximadamente el 40,23% y es el líder actual con proclamación por su partido, pese al empate técnico inicial representa un retorno a una posición política más conservadora y ha captado el apoyo de votantes que buscan estabilidad tras un periodo de incertidumbre. Mientras Nasry Asfura tiene el 39,60%, para una diferencia de apenas 14.000 votos. Aunque el proceso se ha retrasado por problemas técnicos y un conteo manual, sin declaración oficial final hasta la fecha, la derrota de la izquierda está cantada.
La izquierda, representada por la administración de Xiomara Castro, puso de manifiesto un desencanto con las supuestas políticas de cambio radical. Contrariamente a las aspiraciones iniciales de transformación social y económica, muchos ciudadanos hondureños estaban firmemente convencidos que estas políticas no se tradujeron en mejoras tangibles en su calidad de vida, lo que llevó a un cambio hacia opciones más conservadoras, de allí los votos capitalizados por Nasralla y Asfura. En este punto, muchos estarían preocupados tras dar por descontada la victoria de Trump, en la persona de Asfura, como hasta ahora eso no es un hecho y pareciera que no se concretará, plantea grandes interrogantes sobre la ultra derecha encarnada por el catire. Tal vez su enfoque radical en temas de inmigración y seguridad, con innegables ecos negativos en Centroamérica permearon por igual a la sociedad hondureña como al liderazgo político de ese país. Este fenómeno, hasta ahora favorable a Nasralla, sugiere una tendencia más amplia hacia el conservadurismo, marcada por una búsqueda de identidad nacional y rechazo a las ideologías de izquierda.
De tal manera, que la situación política en Honduras, especialmente en el contexto de las elecciones presidenciales, y, por supuesto, las figuras de Nasralla y Asfura, resalta varios puntos de interés. Candidatos de la derecha han capitalizado el descontento popular hacia el gobierno de izquierda de Xiomara Castro. Su enfoque en la seguridad, la economía y la corrupción ha resonado con muchos votantes que buscan un cambio tras años de problemas estructurales en el país. Un claro ejemplo de que la gobernanza izquierdosa genera altos descontentos, muchas de las veces acallados con abuso de poder. Con la derrota de la Izquierda hondureña, sumada a otras derrotas que le preceden, es previsible una tendencia favorable a la derecha en países del continente americano con tendencias izquierdistas como Nicaragua, Cuba, Venezuela, México y Brasil que no dejan paso a los cambios reales que piden las nuevas generaciones de relevo político…
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