Por Robert Alvarado (@robertveraz)
“La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.”. Abraham Lincoln
En el reciente reencuentro de la comunidad mundial a propósito de la Asamblea General de las Naciones Unidas en el presente año, en su emblemática sede en la llamada capital del mundo, New York, tuvieron lugar una serie de discursos de dignatarios con serios cuestionamientos a este organismo internacional y, particularmente, a los regímenes totalitarios, entiéndase, a las dictaduras, con claras alusiones a lo que acontece en Venezuela en esta etapa poselectoral. Nayid Bukele, Javier Milei, Gabriel Boric, incluso Borrel y el mismo Biden, hasta se podría decir que Lula y Petro, tuvieron palabras ante el foro mundial que representan indicios de la disposición de un gran sector de la comunidad mundial de pasar de las palabras a la acción en pro del respeto a la democracia, lo cual implica recuperarla en aquellos países en los que pudiera lucir menguada.
Los discursos en la Asamblea General de las Naciones Unidas de 2024 han puesto de relieve una creciente preocupación internacional por el estado de la democracia en América Latina, con un enfoque particular en la situación en Venezuela. Este interés se ha manifestado a través de las intervenciones de varios líderes latinoamericanos y algunos venidos de allende los mares, quienes han expresado su descontento con el papel de la ONU y han criticado abiertamente los regímenes totalitarios en la región. Líderes como Javier Milei de Argentina y Nayib Bukele de El Salvador lanzaron duras críticas contra la ONU, acusándola de haberse desviado de sus principios fundacionales. Milei calificó a la ONU como un “leviatán de múltiples tentáculos” que busca imponer una agenda ideológica global, refiriéndose a la Agenda 2030 como un “programa de gobierno supranacional de corte socialista” que atenta contra la soberanía nacional y los derechos individuales. Bukele, por su parte, advirtió sobre una “nueva era oscura” para la humanidad, señalando que el mundo se ha vuelto más inseguro y dividido, lo que contrasta con los avances en seguridad que ha logrado su gobierno en El Salvador.
La situación en Venezuela fue un tema recurrente en estos discursos. Los mandatarios hicieron hincapié en la necesidad de abordar las violaciones a los derechos humanos y el deterioro democrático en Venezuela. Milei y Bukele se unieron a otros líderes como Gabriel Boric de Chile para condenar abiertamente las dictaduras en América Latina, destacando cómo estos regímenes socavan el estado de derecho y las libertades fundamentales. Boric, específicamente, llamó a una salida política que reconozca el triunfo de la oposición en las últimas elecciones venezolanas, enfatizando que es esencial recuperar la democracia en países donde esta se encuentra amenazada. Las críticas de Nayib Bukele y Javier Milei hacia las Naciones Unidas plantearon interrogantes sobre las acciones concretas que este organismo podría tomar en respuesta a sus preocupaciones sobre la democracia y el papel de la ONU en la promoción de los derechos humanos. Algunas posibles acciones que las Naciones Unidas podrían considerar serían: Revisión de políticas y estructuras internas, Fortalecimiento del diálogo con Estados miembros, Acciones específicas en Venezuela y la Promoción activa de derechos humanos.
Mención aparte merece un hecho, tanto el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, como el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, tuvieron papeles significativos en la discusión sobre la situación en Venezuela. En su discurso, Biden destacó la lucha por la libertad en Venezuela y afirmó que “los votantes emitieron su voto por un cambio que no puede ser negado” en referencia a las elecciones del 28 de julio, donde Nicolás Maduro fue proclamado ganador. Biden enfatizó: “el mundo sabe la verdad” sobre estas elecciones, sugiriendo que no reflejan una voluntad democrática genuina. Por su parte, Josep Borrell en sus declaraciones, subrayó que no se puede reconocer la legitimidad de Maduro como un líder democráticamente elegido y lamentó que el candidato opositor Edmundo González Urrutia tuviera que buscar asilo político debido a la represión. Borrell pidió el fin de las detenciones arbitrarias y el hostigamiento a la oposición, así como el regreso de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos a Caracas. Su mensaje fue claro: solo una solución pacífica y liderada por los venezolanos puede facilitar una transición democrática en el país.
Igual de relevante fue que durante la reciente Asamblea General de la ONU, el Secretario General de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, hizo propuestas significativas en relación con la situación en Venezuela, especialmente tras su encuentro con el fiscal de la Corte Penal Internacional, Karim Khan. En primer lugar, propuso el Fortalecimiento de la cooperación entre la OEA y la CPI: Almagro se reunió con Karim Khan para discutir las iniciativas de cooperación entre ambas organizaciones, enfocándose en las violaciones a los derechos humanos en América Latina y, en particular, en Venezuela. En segundo lugar, insistió en las Investigaciones sobre crímenes de lesa humanidad: En sus declaraciones, Almagro enfatizó que “la justicia ha fracasado en Venezuela” y que es fundamental avanzar en estas investigaciones para que las víctimas puedan obtener justicia. Almagro apeló a la CPI para que no haya “inacción internacional”. En ese sentido, en tercer lugar, hizo un Llamado a la acción internacional para que no permanezca inactiva ante las violaciones sistemáticas de derechos humanos en Venezuela.
La situación en Venezuela y el clamor por la democracia en América Latina nos recuerdan que, en el fondo, todos compartimos un deseo fundamental: vivir en libertad y dignidad. Las voces de líderes como Biden, Borrell, Almagro, Boric, Milei y Bukele resuenan no solo en los pasillos de la ONU, sino también en los corazones de millones de venezolanos que anhelan un futuro mejor. En este contexto, es vital recordar que la democracia no es solo un sistema político; es una forma de vida que permite a cada individuo ser escuchado y valorado. Y mientras haya personas dispuestas a alzar la voz por la justicia y la libertad, siempre habrá esperanza. De tal manera que, en este camino hacia la restauración de la democracia, cada acción cuenta. La unión entre naciones, organizaciones y ciudadanos es esencial para crear un mundo donde todos podamos vivir con respeto y dignidad. Juntos, podemos hacer eco del deseo de libertad que resonó en la comunidad mundial durante esta semana.
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