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Por José Luis Centeno S. (@jolcesal)

La crisis venezolana, a la luz de los conceptos gramscianos, pone de manifiesto desafíos profundos y complejos.

Antonio Gramsci advirtió: “el viejo mundo muere, el nuevo tarda en aparecer y en ese claroscuro… surgen los monstruos”. Esta afirmación, que comporta una profunda reflexión sobre las transiciones históricas, se revela especialmente pertinente en el contexto político venezolano.

La idea gramsciana de que el cambio social a menudo se manifiesta a través de procesos tumultuosos y contradictorios es ilustrativa de nuestra situación actual. La coexistencia de fuerzas políticas y sociales dispares, así como la aparición de nuevos actores en la esfera pública, sugiere una reconfiguración o nuevas formas de hegemonía y resistencia.

Este “claroscuro” descrito por Gramsci no solo representa la incertidumbre inherente a los tiempos de transformación, sino que también señala la posibilidad de que surjan “monstruos”, entidades políticas o sociales que desafían las normas establecidas, en un contexto donde el consenso y la coerción juegan papeles cruciales.

De allí, que el análisis de la realidad venezolana debe considerar cómo estos “monstruos” no son meras anomalías, sino manifestaciones de una lucha más amplia por redefinir el orden social y político. En este sentido, las herramientas conceptuales de Antonio Gramsci ofrecen un marco analítico valioso para comprender los complejos procesos políticos en Venezuela y anticipar los posibles desenlaces de esta crisis estructural.

En línea con lo antes expuesto, un concepto clave en Gramsci es el de “Crisis histórica”, que define como un periodo en el que “algo está muriendo, pero no termina de morir, y al mismo tiempo algo está naciendo, pero tampoco termina de nacer”.

La noción gramsciana de una sociedad que no termina de nacer proporciona un marco útil para entender las dinámicas políticas actuales en Venezuela, caracterizadas por una profunda “crisis orgánica”, desconfianza entre actores políticos y la necesidad urgente de construir o consolidar nuevas formas de organización social y política.

Otros conceptos como “crisis orgánica”“bloque histórico” y “hegemonía” son especialmente relevantes en un contexto donde “el viejo mundo muere y el nuevo tarda en aparecer”, al permitir una comprensión más profunda de los desafíos actuales y las posibilidades para un cambio significativo en el país.

Gramsci, al señalar que “el viejo mundo se muere y el nuevo tarda en aparecer”, nos recuerda que, en momentos de transición y confusión, es común que surjan fuerzas distorsionadas que pongan en práctica soluciones simples, arbitrarias y equivocadas a problemas complejos, pero que en realidad pueden exacerbar las tensiones existentes.

En Venezuela, esta realidad se manifiesta en la aparición de “monstruos” políticos que capitalizan el descontento social. Estos “monstruos” pueden tomar la forma de fenómenos aberrantes en un contexto donde las instituciones han fallado en ofrecer respuestas efectivas.

En este contexto, es crucial reconocer que los verdaderos cambios no provendrán de soluciones rápidas o promesas de restaurar el orden a través de métodos coercitivos o autoritarios, cuando la lucha por una nueva “hegemonía” debe centrarse en valores como la justicia social, la democracia y el respeto a los derechos humanos.

En este sentido, la reflexión gramsciana nos invita a ser conscientes de los peligros que representan los “monstruos” en tiempos de crisis, pero también nos ofrece esperanza al recordarnos que el cambio significativo es posible cuando existe unión para avanzar hacia una sociedad renovada, donde cada ciudadano tenga voz y participación activa en el proceso de transformación.