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     En los días más recientes he recibido, aparte de comentarios elogiosos, inquietudes muy interesantes, pues muchos lectores se han sentido identificados y han aprovechado para disipar sus dudas en cuanto a algunas situaciones de lenguaje, comunes para el escrito y para el hablado. Me han solicitado que me refiera a los números en la escritura, que amplíe el aporte sobre los signos de puntuación, sobre todo de la coma y de su pariente el punto y coma; de los nombres de las dinámicas de grupo y de otros aspectos relacionados con el tema. 

     Los peticionarios son personas que escriben con regularidad en redes sociales, entre esas, periodistas y educadores, que han entendido que nunca se termina de aprender. ¡Esa debe ser la actitud!

     Esas frecuentes solicitudes que recibo por diversas vías, me facilitan la selección del tema por publicar cada sábado, muchos de los cuales ya han sido tratados; pero como quiera que la intención es aportar elementos para que los interesados disipen sus dudas y puedan adquirir la soltura necesaria para  escribir y hablar bien, con gusto vuelvo sobre lo ya comentado. 

     He repetido hasta el cansancio, que para lograr eso, no es necesario realizar profundos estudios gramaticales y lingüísticos, sino poner en práctica lo básico, que se adquiere en la educación primaria, en la secundaria y se refuerza en la universitaria, a lo que debe sumársele un poquito de sentido común.  

     Lo otro indispensable es darle importancia a lo que se escribe, sobre todo  si se hace para el público, pues el éxito deseado dependerá en gran manera de la redacción, del uso adecuado de los signos de puntación y de otros elementos sin los cuales lo expresado carecería de sentido, a menos que la intención sea humorística. Hay a quienes les encanta escribir, lo cual no es cuestionable; pero lo intolerable es que esas personas se ufanan de tener una excelente manera de escribir; pero cuando lo hacen, incurren en impropiedades que no le serían tachadas ni a un niño de quinto grado de primaria.

     Cuando hago ese cuestionamiento, comienzan las justificaciones,  atribuidas al teléfono, a la falta de tiempo o a cualquier cosa que por lo general,  nada tiene que ver con el asunto. El teléfono no tiene la culpa de que usted no sepa que antes de “b” o “p” debe ir una “m”, o que ignore que la coma va pegada a la palabra que la precede. Son cosas elementales que desdicen de la erudición que en materia de gramática y ortografía intentan exhibir algunos. ¡Triste por ellos!

     Bueno, luego de estos párrafos introductorios, les hablaré una vez más de los casos frecuentes de uso inadecuado de los monosílabos, que como su nombre lo sugiere, son palabras de una sola sílaba. 

     La regla general para la colocación de la tilde, establece que los monosílabos no deberán llevarla; pero exceptúa de ella a los que cumplen más de una función dentro de la oración, de donde surge la tilde diacrítica, en aras de evitar confusiones. Con la finalidad de abreviar el asunto, solo mostraré algunos enunciados y ejemplos. 

     Existe él (pronombre personal) y el (artículo determinante masculino): “No tengo dudas de que él es responsable de todo este lío que se ha formado”; “Todavía no ha llegado el director”. Tú (pronombre personal). Tu (determinante posesivo): “Solo importas tú”; “Nos vemos mañana en tu casa”. Mí (pronombre personal) y mi (determinante posesivo): “A mí que me cuestionen”; “Mi casa está a dos cuadras del Coliseo”. Té (bebida-infusión) y te (pronombre personal): “Es la hora del té”; “Muy claro te lo dije y no me hiciste caso”. Dé (del verbo dar) y de (preposición): “No importa cuánto nos dé”; “De esa manera es imposible triunfar”. Más (adverbio de cantidad o comparativo) y mas (conjunción adversativa): “No quiero más quejas”; “Todos se rieron, mas yo (pero yo) me mantuve en silencio”. Sé (de saber) y se (pronombre personal): “Yo solo sé que no sé nada”; “Se cansaron de tanto esperar”. Sí (de afirmación) y si (conjunción condicional o interrogativa): “Me dijo que sí”; “Si lo hubiera sabido no vengo”; “No sabía si iba a venir a la fiesta”.

     Para finalizar esta entrega, que podría tener una continuación la venidera semana, les recuerdo que la palabra AUN no lleva tilde cuando equivale a incluso, hasta, también o (ni) siquiera. Lleva tilde cuando se refiere a todavía: “Aun los mismos ángeles no saben la hora en que vendrá el Maestro”; “Es tarde, y aún (todavía) queda mucho por hacer”.