Por José Luis Centeno S. (@jolcesal)
La CPI enfrenta un dilema ético en su función judicial.
La presencia de Venkateswari Alagendra en la defensa de Nicolás Maduro ante la Corte Penal Internacional (CPI) generó un impacto significativo tanto a nivel legal como mediático. Al conocerse la noticia, las alarmas se activaron, cundieron suspicacias y serios cuestionamientos.
La relación familiar entre Venkateswari Alagendra y Karim Khan, el fiscal jefe de la CPI, plantea preocupaciones sobre la imparcialidad del proceso. Walter Márquez, defensor de derechos humanos, argumenta que la participación de Alagendra compromete la independencia y la ética de la CPI, sugiriendo que Khan debería inhibirse del caso para evitar cualquier percepción de parcialidad. Incluso, hace poco viajó a La Haya a presentar dicha argumentación.
En opinión de Márquez, esto crea un dilema ético que podría afectar la credibilidad de la CPI, por radicar en equilibrar la necesidad de un juicio justo y transparente con las implicaciones que surgen de relaciones personales que pueden comprometer esa justicia. No en balde, la responsabilidad profesional de la dupla en cuestión se ha visto cuestionada, al punto, de salir a relucir un supuesto acoso sexual de Khan hacia una colega.
¿Verdad o mentira? El simple hecho del señalamiento, es un irrespeto a la dignidad del cargo de Fiscal de la CPI, en mi opinión, salvo mejor criterio de tercero, no gratuito, pues Karim estaría dando motivos para ello. El dilema ético, sino se encara debidamente, además de afectar a quienes lo generan, entiéndase, Alagendra y Khan, también tiene repercusiones más amplias para la credibilidad y legitimidad del sistema judicial internacional.
Por ejemplo, Alagendra ha dividido opiniones entre las víctimas de crímenes de lesa humanidad en Venezuela. Algunos abogan por una mayor celeridad en el proceso judicial y consideran que la presencia de Alagendra podría ser utilizada como una táctica dilatoria por parte del régimen venezolano. Sin embargo, otros creen que no hay evidencia clara de que su participación haya influido negativamente en las decisiones del fiscal.
Por otra parte, el hecho de que Alagendra sea cuñada del fiscal ha atraído atención mediática significativa, lo que podría afectar la percepción pública sobre la CPI y su capacidad para llevar a cabo investigaciones imparciales. La situación ha sido reportada y opinada ampliamente, lo que ha generado un debate sobre la transparencia y la integridad del proceso judicial internacional. De esa atención, surgió el posible bulo del acoso sexual a la colega.
Y a pesar de las preocupaciones sobre el conflicto de intereses, algunos expertos sostienen que la investigación sobre los crímenes de lesa humanidad en Venezuela avanza, porque la CPI seguiría recibiendo presión internacional para actuar contra Maduro, lo que podría llevar a órdenes de arresto o comparecencia a pesar de las complicaciones relacionadas con el equipo legal. Como para decir, hablando por mí, amanecerá y veremos.
En el contexto postelectoral venezolano, esta situación se presenta como un elaborado teatro donde la realidad y la imaginación se entrelazan en un guion digno de Hollywood. La defensa por parte de Venkateswari Alagendra ante la CPI ha sido recibida con una mezcla de escepticismo y burla, como si estuviéramos presenciando una tragicomedia donde los actores principales son tan cuestionables como el propio libreto.
Mientras las víctimas de crímenes de lesa humanidad claman por justicia, la CPI, en lugar de ser el faro de esperanza que muchos anhelan, luce como un escenario donde las relaciones personales parecen tener más peso que las evidencias. ¿Quién necesita pruebas cuando tienes conexiones familiares y el hecho de laborar en el mismo bufete?
Así que, amanecerá y veremos si esta saga judicial se convierte en un verdadero juicio o si simplemente es otro episodio más en la larga serie de desilusiones que han marcado la historia reciente de Venezuela. La ironía es palpable: mientras el mundo mira hacia La Haya, procurando justicia, seguimos atrapados en un laberinto donde la ética parece haberse tomado unas vacaciones prolongadas.