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Horas después de la reelección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos este mes, el presidente venezolano Nicolás Maduro ofreció públicamente sus felicitaciones, calificando la victoria de Trump como un “ganar-ganar” para ambos países y una oportunidad para un “nuevo comienzo” en las relaciones bilaterales.

A primera vista, un nuevo comienzo entre Estados Unidos y Venezuela parece improbable. Durante su primera administración, Trump impuso “máxima presión” sobre Caracas, sancionando el petróleo, su principal fuente de ingresos, y reconoció a un líder opositor como el presidente legítimo. En el verano, durante su campaña, Trump denunció a Maduro como un “dictador” y afirmó que los venezolanos que han ingresado a Estados Unidos en los últimos años eran “traficantes de drogas… criminales… asesinos… violadores” que serían deportados.

Por su parte, Maduro ha llamado a Trump un “vulgar, miserable… vaquero racista”, entre otros insultos. Durante el primer mandato de Trump, acusó al presidente de haber desatado a la CIA y al ejército estadounidense en intentos de derrocarlo.

En los últimos meses, Maduro ha mostrado un especial desdén por Elon Musk, quien ahora se ha vuelto inseparable del presidente electo y ha emergido como asesor de política exterior y ocasional emisario diplomático. Después de que Musk llamara a Maduro “payaso” y “tonto” en su sitio de redes sociales X en agosto, Maduro lo calificó como “nuestro nuevo archienemigo” y prohibió X en Venezuela.

Pero las prioridades conflictivas pueden plantear un dilema para la administración entrante. Los halcones de Venezuela, incluido el elegido de Trump para secretario de Estado, el senador Marco Rubio (R-Florida), han exigido durante mucho tiempo un retorno a las sanciones severas que la administración Biden relajó.

Los ejecutivos de la industria petrolera, cuyo apoyo ha cortejado Trump, argumentan que más sanciones solo empujarán a Venezuela más cerca de China e Irán, mientras aumentan los precios de la gasolina en Estados Unidos.

Pero las sanciones también podrían alentar a más venezolanos a huir de su país, sumándose a los cientos de miles que han llegado a Estados Unidos en los últimos años. Trump ha amenazado con una “deportación masiva” de migrantes, pero devolverlos a Venezuela requeriría la cooperación de Maduro, quien se ha negado a recibirlos.

Maduro ha expresado su disposición a trabajar con Trump de inmediato en un acuerdo centrado en cuestiones migratorias, incluida la autorización de vuelos de deportación de venezolanos, según otra persona en contacto con el gobierno de Maduro. Pero Maduro ha argumentado que, a cambio, necesita las herramientas para arreglar la economía de su país, incluidas más exportaciones de petróleo, para aliviar las presiones económicas que han llevado a los venezolanos a huir.

No está claro hasta qué punto estas opiniones han sido comunicadas directamente a Trump. Una persona cercana al equipo de transición de Trump, que aceptó discutir con The Washington Post sus puntos de vista sobre Venezuela bajo condición de anonimato, desestimó cualquier oferta de Maduro y en su lugar habló de lo que Trump exigirá a Caracas.