- Monitoreado por el Servicio Secreto y cientos de drones, el presidente de los Estados Unidos, realizó una intrépida aventura, que no la hubiese imaginado ni siquiera el mismísimo Julio Verne. Se adentró en la Jungla, sobrevivió al peligro, y ahora, ufanado por la hazaña, hace planes para poner sobre la mesa, antes de entregar la presidencia y despedirse de este mundo, la Tercera Guerra Mundial.
Jesús Sotillo Bolívar. Profesor UCV
A pesar de las severas advertencias que le hicieron sus asesores, el intrépido presidente de los Estados Unidos, se arriesgó a cruzar la jungla brasileña. No lo hizo en los bejucos que utiliza Tarzán, que siempre están perfectamente ubicados, como paradas del metro bus, sino en un helicóptero, con aire acondicionado.
Pasó tanto tiempo en la travesía mirando el mayor bosque del mundo y pensando cómo sacarle provecho a tanta naturaleza, que hasta se perdió la sesión de fotos, que el protocolo había organizado con los mandatarios que asistieron al G-20 en Brasil.
Para tamaña aventura, Biden, ni siquiera tomó en consideración las recomendaciones de uno que si debe estar en la jungla, como el propio Gorila, el presidente de Argentina, Milei, quien le dijo, esa zona está llena de zurdos y comunistas, que no reparan en comer gente.
Hizo caso omiso de cualquier advertencia, se bañó con repelentes anti mosquitos, se puso los interiores de Súperman, los brazaletes de la Mujer Maravilla, el Batarang en forma de Murciélago de Batman y con la misma inquebrantable disposición que lo llevó a autorizar, Misiles de largo alcance contra Rusia, dijo, a sus guarda espaldas, como el Chavo del Ocho, ¡Síganme los buenos! Y se adentró a lo desconocido.
En una primera mirada a la inmensidad de esa maravillosa naturaleza, su biodiversidad, las miles de especies animales vegetales que allí pululan y las posibles riquezas minerales, que sus compañeros de aventuras le decían, que allí se encontraban, reflexionó y dijo, esto no puede ser administrado por ignorantes izquierdosos, sino por catires ojos verdes, que si le sacaran provecho.
Continuaba metiendo el ojo, y veía el Rio Amazonas, su cantidad de afluentes, sus cascadas de agua cristalina y se le ponían los ojos como a Rico Mc. Pato. El agua que allí fluía de manera natural, él la veía, sí, pero embotellada y puesta en los anaqueles de los Súper Market, de su país.
Frente a la inmensidad del bosque y los majestuosos arboles que conforman la Amazonía, el comentaba con sus acompañantes, que desperdicio y agregaba, todo esto puede ser convertido en carbón para energía y madera para la construcción y repetía ¡qué desperdicio!
Divisó poblados y pequeños caseríos a lo largo del recorrido. Naturales que conviven y han preservado esas riquezas por años. Cuando el helicóptero bajaba en forma rasante, por el espeso bosque se podía divisar el correr nervioso de alguno de sus habitantes. El comentaba, no deberían estar aquí, en los Estados Unidos, nos sacudimos de ellos y agregaba, esto debe ser un gran centro turístico y se pueden dejar algunos de ellos, vivos, para el servicio.
Mientras uno del equipo, revisaba el Mapa por el que se guiaban y tomando notas, otro de los acompañantes, le hizo, una acotación, señor presidente, pero aquí hay muchísimos animales, diversidad de aves. Bueno, dijo, él, para eso está los zoológicos, allí se pueden llevar y de paso se gana dinero con sus exhibiciones.
En esa tónica hicieron el intrépido recorrido, sin el zumbido ni picaduras de mosquitos, que los molestaran, sólo el runruneo de las aspas del helicóptero rompía la rutina. Bajaron, al helipuerto improvisado y ya el equipo periodístico estaba en funciones para la Rueda de Prensa, en directo con CNN.
Con sus lentes oscuros, sin echar una gota de sudor, Biden, narró lo acontecido: había hecho lo que ningún presidente de su país, cruzar el inhóspito amazonas, confrontar a las tribus zurdas que lo habitan, desafiar torrentes de agua y cascadas, pero sobre todo afinar los planes que traía para explotar las Riquezas del Amazonas, convertirla en una especie de Sociedad Anónima. Ya su cerebro, como una Caja Registradora, transformaba, los recursos naturales, como por arte de magia, en dólares y acciones.
Mientras s dirigía a las cámara, no dejaban de pasar por la mente de Biden, las escenas, de cómo esos inmensos espacios podían convertirse en sucursales de los parques temáticos de Disney; se imaginaba una inmensa estatua de la Libertad en el centro, pero no sólo con una venda en lo ojos, que la hace ciega, sino, también mocha y sorda, como han convertido la torcida justicia que en ese país aplican.
Es posible que Netflix, prepare, ahora, una serie espectacular sobre esta intrépida aventura, para la que sugiero este nombre: “EL PRESIDENTE QUE SE ATREVIO CRUZAR EL INFIERNO VERDE”