Por Robert Alvarado
“La diplomacia es el arte de decir ‘bonita perra’ hasta que puedas encontrar una piedra.” Kofi Annan
Una curiosa paradoja se presenta cuando un embajador aboga por la neutralidad o equidistancia, mientras que una residencia diplomática se encuentra bajo asedio. Este contraste no solo refleja la complejidad del contexto venezolano, sino que también ilustra cómo la diplomacia puede convertirse en una farsa en medio de la crisis. Al sugerir que la comunidad portuguesa adopte una postura neutral, el embajador parece pasar por alto que, en Venezuela, la neutralidad es un lujo que pocos pueden permitirse. En un país donde el asedio a la embajada argentina se transforma en un espectáculo mediático, con fuerzas policiales y drones sobrevolando, el llamado a la equidistancia suena más a una burla de mal gusto que a una recomendación seria.
La idea de ser neutral se vuelve aún más absurda cuando pensamos en las duras condiciones que enfrentan los refugiados en la embajada argentina. Mientras el embajador aconseja mantener una distancia, los opositores que están refugiados sufren un asedio que es tanto físico como simbólico. El gobierno venezolano les niega su derecho a participar en la política y los rodea con un gran despliegue policial, lo que parece más una escena de una película de ciencia ficción que la realidad de un país democrático. La líder de la oposición que responde al embajador no solo defiende su postura; está haciendo un llamado al mundo para que se entienda que en Venezuela no hay lugar para el silencio cómplice.
La ironía se hace más clara cuando vemos que el gobierno argentino, frente a este asedio, ha decidido llevar el caso a la Corte Penal Internacional. Esto muestra que la comunidad internacional se ve forzada a intervenir en lo que debería ser un problema interno. Mientras tanto, el embajador sigue hablando de neutralidad, como si estuviera comentando un partido de fútbol en lugar de hablar sobre vidas humanas que luchan por su libertad y dignidad. Las consecuencias de esta denuncia podrían ser graves para el gobierno venezolano. Si la Corte Penal Internacional decide investigar y encontrar pruebas de crímenes de lesa humanidad, esto podría llevar a sanciones internacionales, un aumento en la presión diplomática y posiblemente la apertura de juicios contra altos funcionarios del gobierno. Además, podría afectar la imagen del país en el ámbito internacional, dificultando las relaciones con otros estados y organizaciones. Eventualmente, la denuncia podría tener un impacto significativo en la estabilidad y legitimidad del gobierno venezolano.
La comunidad internacional enfrenta un importante dilema moral. Se pregunta si los países deberían actuar activamente ante las violaciones de derechos humanos o si es mejor mantenerse al margen para no afectar las relaciones diplomáticas. La respuesta a esta cuestión no es sencilla, pero muchos creen que permanecer inactivos puede interpretarse como una forma de complicidad con las injusticias que se están cometiendo. En este contexto, el llamado a ser “equidistante” se vuelve problemático. No se trata solo de una postura neutral; es una forma de ignorar el sufrimiento de las personas que enfrentan situaciones difíciles. Es fundamental que se encuentre un equilibrio entre la diplomacia y la defensa de los derechos humanos. Esto podría incluir el establecimiento de diálogos constructivos, la promoción de la justicia y el apoyo a iniciativas que busquen mejorar las condiciones de vida de aquellos que puedan estar en situación de vulnerabilidad.
Es imperativo que la comunidad internacional actúe de manera coordinada y decidida para asegurar que se respeten los derechos fundamentales de todas las personas. La defensa de los derechos humanos debe ser un principio rector en las relaciones internacionales, promoviendo un entorno donde la dignidad humana sea valorada y protegida conforme a los estándares legales establecidos. Así que, embajador, mientras usted continúa con su discurso de neutralidad, quizás podría considerar que las vidas humanas no son simplemente estadísticas en un informe, sino realidades que claman por atención y acción. Además, dado que Brasil, con su rica cultura y cercanía, tiene bajo su custodia la embajada argentina en asedio, sería un gesto significativo que usted coadyuve en la emisión de salvoconductos para aquellos que buscan refugio. Después de todo, ¿no es la solidaridad entre naciones una de las bases de la diplomacia?
El contraste entre el llamado a la neutralidad y la difícil situación que enfrenta el país pone de manifiesto no solo las complejidades del sistema político venezolano, sino también los retos que enfrenta la diplomacia en este contexto. Es comprensible que se busque mantener un equilibrio en las relaciones internacionales; sin embargo, es fundamental que se reconozcan y aborden las preocupaciones sobre los derechos humanos y la dignidad de las personas. En Venezuela, donde cada día se lucha por la protección de estos derechos, el verdadero desafío consiste en encontrar maneras efectivas de promover el diálogo y la cooperación, sin dejar de lado las injusticias que afectan a la población. La comunidad internacional tiene la oportunidad de contribuir a un entorno más justo y equitativo, apoyando iniciativas que fomenten el respeto por los derechos humanos y el bienestar de todos los ciudadanos.
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