COMPARTIR

En el corazón agrícola de Venezuela, el estado Portuguesa se erige como un símbolo de contradicciones y esperanzas. Conocido como el «granero de Venezuela», esta región ha sido escenario de un experimento social y económico único: la implementación de las comunas, pilares del proyecto socialista impulsado por Hugo Chávez. Hoy, mientras el país navega una crisis multifacética, Portuguesa y sus comunas encarnan un debate urgente: ¿Son estas estructuras un modelo viable de autogestión o una utopía fracturada por la realidad?. Vale recordar que el primer paso hacia las comunas en Portuguesa lo dio el comandante Wilmar Castro como gobernador del estado, con el lema » COMUNA O NADA».

Las comunas surgieron en Venezuela como una respuesta a la descentralización del poder y la promoción de una economía socialista. Inspiradas en ideales de autogobierno y propiedad colectiva, buscando empoderar a las comunidades para gestionar recursos, tierras y proyectos productivos. En Portuguesa, estado históricamente agrario, la idea parecía encajar perfectamente: transformar latifundios en cooperativas y fortalecer la soberanía alimentaria.

Con sus fértiles llanos, Portuguesa aporta una parte significativa de la producción nacional de arroz, maíz, caña de azúcar, café, ganaderia y mucho mas. Sin embargo, la llegada de las comunas no estuvo exenta de tensiones. Por un lado, proyectos como la Comuna Agroecológica El Maizal —referente nacional— demostraron que, con organización, es posible producir a gran escala y distribuir beneficios colectivamente. Por otro, la falta de insumos, la burocracia estatal y la polarización política han obstaculizado a decenas de iniciativas similares.

Los éxitos de las comunas en Portuguesa son innegables en casos puntuales:
Algunas comunas han logrado abastecer a sus habitantes y vender excedentes en mercados regionales.
La toma de decisiones colectivas ha revitalizado el tejido social en zonas rurales.

No obstante, los obstáculos persisten:
Muchas comunas dependen de subsidios gubernamentales, vulnerables a la crisis económica y la corrupción. La redistribución de tierras ha generado choques entre antiguos propietarios, comuneros e intermediarios.
La falta de maquinaria, semillas y combustible limita la productividad.
La hiperinflación, las sanciones internacionales y la migración masiva han agravado los retos. En Portuguesa, la caída de la producción agrícola nacional ha convertido a las comunas en un salvavidas para muchas familias, pero también en un espejo de las limitaciones del modelo. Mientras el gobierno las celebra como «semillas del socialismo», críticos las acusan de clientelismo y falta de transparencia.

Las comunas en Portuguesa no son ni un fracaso absoluto ni una panacea. Son un experimento en evolución, marcado por la resiliencia de sus habitantes y las contradicciones de un sistema en crisis. Para que estas iniciativas trasciendan, se requiere:

  1. Autonomía real: Menos retórica política y más apoyo técnico y financiero sin ataduras partidistas.
  2. Diálogo inclusivo: Integrar a sectores privados, cooperativas y ONGs para reconstruir cadenas productivas.
  3. Transparencia: Garantizar que los recursos lleguen a quienes trabajan la tierra.

Portuguesa enseña que, sin romanticismos, la construcción de alternativas es posible, pero exige pragmatismo y unidad. En sus tierras, la paz social y el futuro de Venezuela podrían germinar… si la política deja espacio a la gente.

www.norteasur.net