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Tengo anécdotas con Iván Colmenares como para escribir un libro. Fueron muchos los años en los que estuve bajo su dirección política. Los años mejores, los de mi juventud. De todas las anécdotas vividas por mí en esa escuela de la vida que fue su amistad, hay dos que me rompen el alma, me conmueven profundamente y nunca olvidaré. Las mismas fueron —y son para mí, repito— las más sólidas pruebas de su generosidad en su tránsito por este mundo.

En 1990, en algún mes de aquel año borrascoso y duro, habría pasado unas dos o tres semanas sin verle ni saber de él, y lo llamé al teléfono de su casa en Guanare (no existía el uso de los celulares todavía), y lo que me consigo del otro lado de la línea telefónica es una reprimenda por haberle abandonado unas tareas encomendadas. Justo le llamaba para disculparme. Con vergüenza tuve que confesarle la verdad: «Iván José, estoy descalzo. Mis zapatos se me rompieron y no he podido comprarme unos nuevos». Un silencio hondo y mustio se hizo en el teléfono por unos segundos, cual voraz apagón en tan merecido reclamo. «¿Por qué has dejado pasar tanto tiempo para decirme esto? ¿No ves que se retrasa todo el trabajo planeado, Juan Ramón?», me dijo. «Porque pensé que podía resolverlo, pero hasta ahora no he podido», le respondí. «¿Cuál es tu número?», me inquirió. «41», apenas balbucí hundido en la pena, por encontrarme en aquella inopia, estando yo más pobre que una rata en ferretería (Al otro día llegó sonriente a mi casa, en Acarigua, con unos mocasines negros de cordones —toda una hermosura de calzado—, nuevecitos en su caja, metidos en una bolsa de Almacén Pacheco, lo recuerdo clarito. A ese desprendimiento suyo para conmigo le di un valor enorme, pues compartió con tal gesto ennoblecedor parte de su modesto ingreso como periodista. O fue un cambio por cuñas en su programa de radio que hizo con la familia Pacheco, qué sé yo. Lo cierto es que estrené zapatos. Gracias a él, a Iván José. Pudiendo presentarme a combate nuevamente).

Otro día me citó a su casa, en Unda con 4ta, en el barrio Curazao, diagonal a la Concha Acústica de Guanare —allí mismo tenía su oficina—, para darme unas directrices y pedirme que indagara en unos libros un tema. Y me llevé a Zark Lara conmigo a esa conversación. Los comienzos de aquellos años 90 del siglo pasado fueron de una pobreza material atroz en general. Y mucho más de penurias para un movimiento político que surgía de lo profundo del pueblo (donde las calamidades son el pan nuestro de cada día y los sueños, «la poesía de un arma cargada de futuro»). Un movimiento político, además, con muchas posibilidades de tomar el poder, como en efecto hubo de lograrse tres años después, luego de remontar al monumental fraude electoral a gobernador, que nos hiciera el Puntofijismo a los portugueseños, en aquel inolvidable año de 1992. Su almuerzo de ese día, que Iván José en un inicio había planeado partirlo por la mitad para él y para mí (puesto que me esperaba a mí solamente), lo tuvo que dividir en tres partes iguales. «Esto es lo único que tengo para darles, muchachos», nos dijo a Zark y a mí con un dejo de apenada aflicción en los ojos por tener poco y no darnos más, mientras nos compartía de su propia comida. Erlinda, su mamá, fue la otra persona testigo del bondadoso momento. Ella ya no está, también se fue. Zark puede hoy darles fe fiel de esta anécdota que les cuento.

Hoy Iván José estuviese cumpliendo 73 años de edad. Su muerte me ha golpeado muy duro y tardaré mucho tiempo en reponerme de ese latigazo lacerante que en mí ha significado su partida. Éramos muy amigos. Hoy en la mañana lo hubiera llamado, o le habría escrito un mensajito por whatsapp felicitándolo.

Quizá llame a su esposa Mercedes hoy, para no perder mi religiosa costumbre de tener muy presente el cumpleaños de Iván José y darnos por tal motivo un fraternal abrazo en la distancia. La verdad, Mercedes es la única miembro de su familia que me queda para llamar (pues casi todos y todas, o se han venido muriendo, o han emigrado al exterior).

¡Feliz cumpleaños, querido amigo mío!

¡Aquí tienes mi felicitación como siempre!

Juan Ramón Guzmán
Acarigua, 4 de mayo de 2025 – 8:00 a.m. (hora local).