Los teléfonos suenan en el Palacio Presidencial de Miraflores, en Venezuela. Del otro lado, en Washington, parece que algo está cambiando en la política estadounidense hacia el país sudamericano. Así lo afirmó la pasada semana Diosdado Cabello, el poderoso ministro del Interior de Venezuela, quien sugirió que la política de EE. UU. hacia Venezuela está evolucionando, desplazando silenciosamente a las voces más influyentes de Florida.
En un discurso televisado a nivel nacional, Cabello mencionó que Donald Trump ya no depende de los representantes cubanoamericanos de línea dura, como María Elvira Salazar, Carlos Giménez y Mario Díaz-Balart, a quienes descalificó como «los cubanos locos». Según Cabello, estos políticos, que han sido figuras clave en la estrategia de presión contra Venezuela, han sido relegados al olvido, según el reporte de Miami Herald.
Trump ha abandonado políticamente a los llamados ‘Cubanos Locos'», afirmó, insinuando que podrían quedar marginados en las próximas elecciones intermedias.
Cabello, que controla el aparato de seguridad de Venezuela y es considerado uno de los hombres más poderosos del Gobierno de Nicolás Maduro, sostiene que ahora hay una nueva coalición en Washington, que incluye a grandes corporaciones estadounidenses y estrategas republicanos, abogando por un cambio de enfoque: negociar un acuerdo con la administración socialista.
Según una fuente anónima que Cabello llamó «Charlot», algunos asesores clave de Trump consideran que es hora de cambiar de rumbo y dejar de lado el enfrentamiento. «Es momento de dialogar, no de pelear«, expresó Cabello.
Esta propuesta de acercamiento a Maduro es especialmente delicada en Florida, donde más de 350,000 venezolano-estadounidenses viven, y donde la animosidad contra el Ejecutivo venezolano sigue siendo profunda. La crisis económica y política que ha llevado a millones de criollos a emigrar ha dejado una marca indeleble en la comunidad.
¿Presión o negociación?
Un informe reciente del Atlantic Council plantea la difícil decisión que enfrenta la Casa Blanca: ¿redoblar la presión sobre Maduro o cambiar de enfoque? Los proponentes de la primera opción insisten en continuar con las sanciones y la presión económica. Proponen cortar acuerdos petroleros, sancionar a empresas extranjeras que operan en Venezuela y generar tanta presión interna en la administración chavista que se produzca un cambio. «Ya hemos pasado por esto», dijo un analista latinoamericano. «Maduro negocia, se demora y consolida, mientras la gente sufre y huye».
Por otro lado, la opción de flexibilizar las sanciones y ofrecer a Venezuela una salida, en forma de reformas reales a cambio de beneficios, es una alternativa que está ganando terreno en ciertos círculos políticos de EE. UU. Esto podría abrir la puerta a la cooperación migratoria y permitir la entrada de empresas petroleras estadounidenses a un país con las mayores reservas comprobadas de petróleo del mundo. Esta estrategia podría beneficiar a las empresas, especialmente aquellas con sede en Florida.
Diplomacia en la sombra
Cabello afirmó que ya hay una comunicación de alto nivel entre Caracas y Washington. «Los teléfonos están sonando y se contestan en Miraflores», dijo, sugiriendo que la diplomacia secreta entre ambos gobiernos está en marcha. Para la oposición venezolana, este acercamiento es profundamente preocupante, especialmente para la principal líder opositora, María Corina Machado.
Para los veteranos políticos del sur de Florida, los comentarios de Cabello son una señal alarmante. Durante el mandato de Trump, la política hacia Venezuela se centró en sanciones y aislamiento, una estrategia que le ganó el apoyo de la comunidad de exiliados venezolanos en Miami. Sin embargo, si el presidente estadounidense reconsidera su postura, podría provocar serias repercusiones políticas en el estado.
En paralelo, un artículo reciente de The New York Times reveló que un esfuerzo para liberar a varios estadounidenses detenidos en Venezuela y a presos políticos venezolanos colapsó debido a una lucha interna dentro de la administración Trump.
Fuentes indican que, mientras el secretario de Estado, Marco Rubio, lideraba negociaciones avanzadas para un intercambio de prisioneros, el enviado especial de Trump a Venezuela, Richard Grenell, lanzó una negociación paralela que incluía el levantamiento de sanciones petroleras a cambio de la liberación de los estadounidenses detenidos.
Este enfoque, que no fue coordinado con el Departamento de Estado, generó confusión y discrepancias dentro de la administración, dejando a las autoridades venezolanas sin saber cuál era la postura oficial de Trump. Como subraya Petra Castañeda, madre de un Seal de la Marina detenido en Venezuela, al declarar al periódico neoyorquino: «Había varios negociadores, pero no estaban trabajando juntos: un negociador decía una cosa, otro decía algo diferente».