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Por Robert Alvarado

“La oración no es un acto de debilidad, sino un acto de fuerza y sabiduría en la búsqueda de soluciones políticas”. Anónimo

En tiempos de crisis y profundas incertidumbres como los que vive Venezuela, la oración emerge no solo como un acto espiritual, sino como un elemento político y social de significativa trascendencia. Desde mi posición como con una sólida formación teológica, y en el espíritu crítico y comprometido que me caracterizan como columnista de opinión, sostengo que la oración es una herramienta indispensable para comprender y afrontar la realidad de nuestro país, tanto en el ámbito personal como colectivo. ¿Por qué? Porque la oración, en su esencia, no es un acto pasivo ni meramente intuitivo. Es una expresión de esperanza activa, una práctica que nutre la resiliencia y alimenta la capacidad de transformación, ya que la oración, insisto, no solo tiene una dimensión espiritual, sino también una influencia tangible en el ámbito político, especialmente en contexto críticos como el venezolano.

En contextos políticos críticos, donde la incertidumbre reina y la polarización amenaza fracturar el tejido social, la oración se convierte en un espacio para la reflexión profunda, la búsqueda de sentido y la conexión con una dimensión superior que trasciende las limitaciones materiales y temporales. Históricamente, en América Latina y específicamente en Venezuela, la oración no solo ha sido percibida como un refugio para los oprimidos sino un motor para el cambio social. Recordemos cómo en momentos clave, como las luchas por la democracia o frente a dictaduras y regímenes autoritarios, líderes y comunidades han recurrido a la oración como una forma de resistencia no violenta y fuente de fortaleza. Fue así en la V República alzándose contra escollos aparentemente insuperables, y lo es hoy, cuando el futuro del país se muestra, aún más, incierto y lleno de desafíos.

Los ejemplos reales son múltiples y contundentes. El papel de la oración en el tortuoso proceso político venezolano, incluso cuando las expectativas parecen bajas, ejemplifica cómo está práctica puede pacificar ánimos, abrir espacios al entendimiento y fortalecer la voluntad para la reconciliación nacional. No es casual que muchas de las iniciativas de diálogo hayan incluido momentos de oración conjunta, donde opositores y oficialistas, adversarios en lo político, se encuentran en un plano humanizador y espiritual que los empuja a considerar la urgencia del bienestar común sobre los intereses sectoriales.

Además, en las comunidades afectadas por la crisis económica, la incertidumbre sobre el porvenir y la emigración forzada, la oración se ha convertido en un sostén diario. En barrios, ciudades y diásporas, rezar por la paz, por la justicia y por la unidad nacional es un acto de producción de sentido que refuerza la identidad y el compromiso ciudadano. Más allá de cualquier proselitismo, la oración allí invita a la acción, a no rendirse, a continuar luchando con dignidad y esperanza.

Desde un punto de vista meramente político, la oración también cumple la función de garantizar que el ejercicio del poder y la participación ciudadana se basen en valores éticos y en una visión del bien común que trascienda intereses personales o de grupos. No es una casualidad que tantos líderes reconocidos a nivel mundial hayan recurrido a la oración en momentos decisivos de su gestión, entendiendo que la política sin un anclaje moral y espiritual se deteriora en formas de autoritarismo, corrupción y división social. Por ejemplo: Mahmoud Abbas, presidente del Estado de Palestina, participó en convocatorias internacionales de oración durante la pandemia, promovidas por el papa Francisco y el gran imán de Al Azhar, Ahmed al Tayyeb, para pedir protección para la humanidad. El rey Hamad bin Isa Al-Khalifa, soberano de Bahréin, también apoyó esta iniciativa, destacando la oración como un medio para unir a personas de diferentes religiones y pedir ayuda en tiempos de crisis global. Saad Hariri, ex primer ministro del Líbano, también se unió públicamente a llamados de oración por la humanidad en momentos difíciles. El mismísimo Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, ha manifestado su apoyo a estas actividades como formas de promover la paz y solidaridad en contextos complejos.

En Venezuela, donde la polarización política ha erosionado la confianza entre ciudadanos y sus instituciones, la oración puede actuar como un puente para reconstruir la convivencia, por ende, el tejido social, y fomentar la empatía. Al reunirse en oración, los individuos se colocan en actitud de escucha y humildad, reconociendo la fragilidad humana y la necesidad de buscar propósitos superiores que integren y no fracturen. En diversas comunidades de Venezuela y grupos de fe se han organizado cadenas y reuniones de oración por la paz y la reconciliación nacional, incluso entre personas con visiones políticas opuestas. Cáritas Venezuela y la Iglesia Católica convocan regularmente a orar juntos por la estabilidad y la unidad, promoviendo la escucha y la humildad como base del diálogo y la cohesión social.

Además de las iniciativas promovidas por la Iglesia Católica, las iglesias evangélicas también han jugado un papel fundamental en la promoción de la oración como un puente para la convivencia y la reconciliación social. Por ejemplo, en Ciudad Guayana se celebra anualmente el “Día Nacional de Oración por Venezuela”, donde cerca de 60 iglesias evangélicas se congregan para clamar por la nación, sus autoridades y el bienestar común mediante alabanzas, oraciones y predicaciones. Estas actividades reúnen a pastores, fieles y grupos musicales, generando un espacio espiritual de unidad y esperanza que trasciende las diferencias políticas. Por otro lado, existen esfuerzos ecuménicos en Venezuela donde distintas confesiones cristianas, incluyendo católicos y evangélicos, participan en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que fomenta la reconciliación y el diálogo interconfesional, clave para superar la polarización política y social.

Todas estas expresiones muestran que la oración, más allá de su dimensión religiosa, es una práctica activa que contribuye a la reconstrucción del tejido social venezolano, la promoción de la empatía y la búsqueda de propósitos superiores que integran a la sociedad frente a la crisis actual. Así, el llamado a orar por Venezuela no es solo un acto de fe, sino un compromiso conjunto de diversas comunidades religiosas que buscan la paz, la justicia y la reconciliación desde la espiritualidad y la acción comunitaria.

Cualquier información o sugerencia por robertveraz@hotmail.com  robertveraz@gmail.com         grsndz629@gmail.com   o bien por mí teléfono 0414-071-6704 y 04141574645. Además pueden leer esta columna en mí página Web: https://robertveraz4.webnode.es/  y sigan mis comentarios y opiniones por @robertveraz en twitter e Instagram. Pueden ver mis videos en YouTube: Tips de @robertveraz. ¡Hasta la próxima semana, Dios bendiga a Venezuela!