En la historia viva de la República, hay nombres que no se escriben, se graban. Wilmar Castro Soteldo es uno de ellos. Hoy, al ser ascendido al grado de General, se consagra no solo como soldado de la patria, sino como símbolo de lealtad, visión y causa.
“El Rebelde de Oro de 1992 con causa”, como lo ha llamado el ciudadano Presidente Constitucional Nicolás Maduro Moros, no es solo una frase: es una síntesis de fuego, convicción y legado. Porque en aquel año de quiebre y despertar, Wilmar Castro no solo se alzó con uniforme, sino con propósito. Su causa no fue el ruido, fue la raíz. No fue la ambición, fue la justicia.
Desde los campos de combate hasta los salones de reflexión, desde la palabra firme hasta la acción concreta, Castro ha sido voz y brazo de un proyecto nacional que no se rinde. Su ascenso a General honra no solo su trayectoria, sino la memoria de quienes luchan por una Venezuela soberana, productiva y digna.
Hoy, el uniforme que porta no es solo tela, es testimonio. Es el reflejo de un rebelde que no se quebró, que no se vendió, que no se perdió. Es el oro de la coherencia, el brillo de la causa.
A Wilmar Castro, General de la República, va este editorial como tributo, como abrazo institucional y como eco de millones que aún creen en la fuerza de los que no traicionan.
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