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En una época donde el brillo de lo material pretende imponerse como verdad absoluta, conviene recordar que Dios no habita en las vitrinas, sino en la conciencia que sabe discernir entre lo necesario y lo superfluo. Cuando el materialismo y el capitalismo se convierten en ídolos, desplazan lo sagrado, erosionan la fe y aíslan al ser humano de su dimensión espiritual.

El problema no es producir, crear o prosperar. El problema es olvidar que toda obra humana debe estar al servicio del bien, y que sin Dios como centro, la abundancia se vuelve arrogancia y la prosperidad se transforma en ruido. La fe es el ancla que impide que el éxito nos extravíe; es la brújula que recuerda que la dignidad no se compra y que el prójimo no es competencia, sino misión.

El materialismo promete plenitud, pero entrega vacío. El capitalismo sin alma promete libertad, pero fabrica dependencias. Ambos, cuando se desbordan, nos desconectan de lo esencial: del silencio interior donde Dios habla, de la gratitud que sostiene la esperanza, de la compasión que nos humaniza, de esa chispa espiritual que mantiene de pie a los pueblos incluso en sus noches más oscuras.

Una sociedad que confunde valor con precio termina empobreciéndose aunque sus vitrinas estén llenas. Una comunidad que idolatra el tener olvida el ser, y en ese olvido se marchita su humanidad. Porque la espiritualidad no es un lujo: es la raíz que nos une a Dios y nos recuerda que la vida es misión, no mercancía.

Hoy, más que nunca, urge recuperar la conciencia. Reconocer que la economía debe servir a la vida, no al revés. Que el progreso sin ética es retroceso. Que la prosperidad sin compasión es ruina moral. Y que ningún modelo económico puede sustituir la fuerza de una fe viva, capaz de sostener, corregir y elevar.

La verdadera riqueza no está en lo que acumulamos, sino en lo que elevamos. No en lo que poseemos, sino en lo que compartimos. No en lo que exhibimos, sino en lo que sembramos.

Porque cuando la fe se apaga, el materialismo reina.
Y cuando el materialismo reina, el ser humano deja de ser luz para convertirse en sombra.

NO TE ALEJES DE DIOS, EL ES EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA.

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