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Autor, Silvio Mora Ochoa.

El hombre había llegado a su casa con un extraña fatiga mental; su cansancio no era físico, era como especie de una nube espesa que estaba en su mente que no lo dejaba libre en sus ideas; sentado en amplio sofá reflexionaba detenidamente y casi angustiado pensó en voz alta sobre la estructura del cerebro humano, el hombre sabía que estaba compuesto por cien billones de neuronas, cada una conectada a otras diez mil neuronas; por eso, no encontraba razón de su cansancio mental, pues ejercitaba en forma permanente a su cerebro; el hombre estaba hechizado, y eso por su imaginación no había pasado.

Había recibido un acto mágico y procedimiento sobrenatural por parte de Clementina de la Fuente de León, quien lo amaba de forma desquiciada en la soledad de su lujosa alcoba de su palacio pintado todo de amarillo; pero el hombre, Jesús Casiano, como así se llamaba era inocente de ese implacable amor y pasión desenfrenada, que sentía Clementina, que a pesar de ser casada formalmente, no sentía nada ya por su marido; por eso, al quedar sola sus pensamientos se hacían más fuertes y profundamente carnales por Casiano, quien por cierto, le había insinuado en varias oportunidades la belleza de su cuerpo blanco bien proporcionado y la sensual sonrisa de sus labios que brotaban una inmensa lujuria incendiaria.

El hechizo estaba haciendo sus efectos, Casiano además de la gran fatiga, sintió que su cuerpo se convertía en un gran plumaje negro y comenzó a crocitar y a emitir sonidos de un inmenso Cuervo; comenzó a sentir revelaciones del destino que lo hacían más inteligente, intrépido y versátil ; sintió que tenía mejor adaptabilidad y una mejor perspectiva para la vida y el amor. El hombre estaba hechizado, fue convertido en Cuervo, salió volando por todos los rincones de los distintos palacios del reinado en busca de Clementina, que lo esperaba sin ningún remordimiento por su esposo que siempre andaba pendiente de hacer mucho dinero, y, había salido de viaje para una lejana comarca. El hombre Cuervo enterado del hechizo, entró silenciosamente en la alcoba de Clementina, que lo esperaba vestida en traje de Eva; Casiano estaba seguro, que al tocar el lecho de Clementina rompería el hechizo para siempre y los Dos se amarian con lujuria hasta la eternidad. Autor, Silvio Mora Ochoa. Miembro de la asociación de escritores de Venezuela, capitulo Portuguesa. Imagen prestada de la Red.