Siempre he dicho que la gama de impropiedades gramaticales es amplísima; pero también he recalcado que ha habido un creciente interés por parte de comunicadores sociales, educadores y otros profesionales, que han sopesado la importancia de su rol ante la sociedad, y en virtud de lo cual, se han preocupado por mejorar su expresión escrita y oral.
He lamentado que aun con las facilidades de hoy, muchos de esos profesionales incurran en errores de elemental ortografía. Lo peor y que causa risa (pero la que produce un chiste gafo), es que se jactan de decir que ellos no tienen errores de esa naturaleza; pero cuando escriben o hablan, demuestran lo contrario.
Es aceptable que una persona que no tenga ningún grado de instrucción incurra en impropiedades de lenguaje, tanto escrito como oral; pero alguien que tenga por lo menos sexto grado de educación primaria, debería recordar las nociones elementales que se reciben en esa etapa, pues para escribir bien y hablar de mejor manera, no es necesario tener títulos de pregrado y posgrado, dado que la ortografía, por lo menos en la época en la que fui estudiante, la enseñaban en la primaria, la reforzaban en la secundaria y la repasaban en la universitaria.
Tengo entendido que, por lo menos en Venezuela, en el pensum de muchas carreras universitarias ya no existe Lenguaje y Comunicación, lo cual es muy lamentable, pues si profesionales que se graduaron hace muchos años tenían dificultades para la expresión escrita y oral, imagínense los de los nuevos tiempos.
Con esa “genial” disposición habrá abogados, ingenieros, arquitectos, médicos, educadores y otros profesionales que pudieran, por otros factores, destacarse en su oficio; pero a la hora de comunicarse por vía escrita u oral, tendrán serias dificultades que podrían entorpecer el camino al éxito. Un abogado, por ejemplo, que no maneje con facilidad la ortografía, correrá el riesgo de que un juez, con los conocimientos que adquirió en las diferentes etapas de la educación, podrá rechazarles un escrito plagado de errores, como en una ocasión le ocurrió al abogado venezolano Herman Escarrá, que tiene fama de “comecandela”; pero, a juzgar por un escrito de su autoría que fue mostrado hace varios años en redes sociales, tiene deficiencias orográficas, inadmisibles en alguien que como abogado, debería ser una referencia en cuanto a escribir bien.
He hecho esta larga introducción del tema de hoy, con la finalidad y el deseo de que las personas cuya herramienta básica de trabajo sea la escritura y/o la expresión oral comiencen, si es que no lo han hecho, a valorar la importancia de escribir bien y hablar de mejor manera.
Cada vez que escribo volibol, surgen dudas, y a muchas personas les parece que incurro en error. Algunas me hacen la observación, y con mucha humildad admiten que la equivocación pudiera ser de ellas; pero ha habido otras que, sin saber de lo que hablan, pretenden dictarme cátedra. No soy catedrático ni me creo dueño de la verdad; pero con mi experiencia en estos asuntos, tengo la suficiente solvencia para aclarar dudas en aras de que los interesados puedan adquirir madurez y deshacerse de esos vicios que ajan y envilecen la escritura y la expresión oral.
De acuerdo con el Diccionario Panhispánico de Dudas, voleibol, vóleibol, vóley, balonvolea y volibol, son formas válidas, por lo que podrán usarse en razón de gusto. Yo prefiero volibol, pues es fácil de pronunciar y está hermanada con otras como beisbol, fútbol y basquetbol, que se han españolizado desde muchos años. Debe tomarse en cuenta que usar la forma hibrida voleyball, no es adecuada, por lo que deberá evitarse.
En cuanto al beisbol (entonación aguda), es necesario tener claro que también podrá usarse la forma llana (béisbol); mientras que en cuanto al balompié, quienes lo deseen podrán decir futbol (entonación aguda, solo que no se le coloca la tilde porque termina en una consonante diferente de la “N” y de la “S”). Sería algo así como “beisból” y “futból”.
Por lo general, aquellas personas que se empeñan en señalar que escribir volibol es incorrecto, lo pronuncian de esa manera, pues no se arriesgan a que alguien las señale como frívolas y melindrosas. Eso deja entrever que su “preocupación” no es más que una necedad y una evidencia de que no saben de lo que pretenden enseñar. ¡Así de fácil!