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Jesús Sotillo Bolívar. Profesor de la UCV


Venezuela si es grande carajo, me dijo un alumno, cuando pregunté en clase, si alguno de los asistentes conocía a la población de San Martín de Turumbang, pregunta qué hacía regularmente en mis cursos, cuando me refería a la zona en reclamación, conocida como Guyana Esequiba.


Ubicada en el Municipio, Sifontes, Estado Bolívar a escasos kilómetros de la Isla de Anacoco, justo al frente de la zona en reclamación, solo la separa el rio Cuyuní y para el momento en que fui comisionado por la Defensoría del Pueblo, muy desasistida de la ayuda oficial, como muchas de las poblaciones fronterizas de Venezuela.


Nuestra misión, de la cual formaban parte, igualmente, Edith Silva, Defensora de la Mujer y Candy Bejarano, Defensora Indígena y yo, Defensor Ambiental, fue hacer un Mapeo, sobre las condiciones socio-ambientales y en materia de Derechos Humanos de la zona.


La receptividad de la población fue acogedora, solidaria, se mostraron receptivos a las entrevistas aportando datos muy valiosos sobre las condiciones de la población. Muchos manifestaron que por primera vez eran visitados por funcionarios oficiales del estado, para evaluar las condiciones de vidas y sus derechos.


En las asambleas realizadas con la comunidad, en un local improvisado, que servía de escolaridad, comedor y cuanto uso podía dársele, pudimos apreciar la complejidad social del sector, la diversidad de nacionalidades extranjeras que por allí se aventuran en búsqueda de fortuna y la diversidad de etnias que habitan el sector, conviviendo con grades dificultades y limitaciones, casi sin asistencia oficial.


Más allá, de las tareas asignadas, que fueron cumplidas a cabalidad y plasmadas en informes que fueron presentados a las autoridades respectivas, pudimos apreciar muchas situaciones irregulares, las cuales no se atienden quizás por desidia oficial o desconocimiento de la realidad.


Al salir de Tumeremo para adentrarnos al inicio de la Sierra de Imataca, montaña adentro. donde está enclavado San Martín de Turumbang, pudimos apreciar la tala y la quema ilegal de hectáreas boscosas en una zona que es reserva natural, pero que por allí eso se desconoce o se permite con la complicidad de las autoridades.


Un solo autobús, para la época, manejado por uno de los caciques del sector era el único medio de transporte para esa comunidad y, por cierto, se accidentó en medio de la selva, y tuvimos que esperar varias horas para ser auxiliados. Mientras tanto, nos alumbrábamos con celulares y conversábamos para esperar el auxilio mecánico.


En la espera de auxilio notamos que pasaban varios camiones a toda velocidad por el sector. Por curiosidad, hablé con el cacique, chofer del bus, que aspiraba un cigarrillo y se mostraba preocupado. Le pregunte ¿y esos camiones dónde van? Respondió, son contrabandistas de gasolina. Me sorprendió la respuesta, porque esa zona estaba, supuestamente, bajo vigilancia de la Guardia Nacional y cerca de allí estaba la Isla de Anacoco, bajo control militar.


Al fin llegamos a San Martin de Turumbang y nos hospedamos en una especie de galpón, que nos dijeron, era del Ministerio de Relaciones Interiores, acondicionado para esos días, para nuestra permanencia en la zona.


Merodeé por el sector, estábamos situados como a doscientos metros del Rio Cuyuní, que pasaba detrás del galpón. Note que había algunas personas reunidas, conversando, como en espera de algo. En ese momento no me les acerqué, me dirigí, camino al Rio, estaba revuelto, muy caudaloso, color a brea y a lo lejos se divisaba las montañas del Esequibo, de la zona en reclamación y donde yo quería trasladarme.
De regreso, me acerqué por curiosidad al grupo, porque vi unas lanchas y yo tenía la idea de trasladarme al Esequibo, aprovechando que estaba tan cerca. Eran contrabandistas de diferentes nacionalidades que esperaban la bajada de la crecida del Rio Cuyuní, para trasladar mercancías en general, motores de lanchas o sus partes, diferentes herramientas, que intercambiaban por Oro y dólares.


Les pregunté cuanto me cobraban por trasladarme al Esequibo y me respondieron, que en esos momentos era imposible por la fuerte creciente del rio y el riesgo de un naufragio. Ellos, acostumbrados a esas aventuras, no se atrevían a cruzarlo en esas condiciones. Desistí al momento y regresé sin poder hacerlo, pues el rio continúo crecido, encrespado e intraficable.


Además de los problemas ambientales detectados, por los inconvenientes de desechos sólidos que se acumulaban sobre todo plásticos y vidrios; la situación de abandono en que se encontraban las mujeres de la región, que cuando eran abandonadas por los mineros extranjeros, ni siquiera sus tribus las recibían; la falta de agua potable; la falta de asistencia médica permanente; desnutrición infantil, la falta de escolaridad y transporte ineficiente, apreciamos una falta de asistencia general, oficial, a las necesidades perentorias de la región.


Ahora que, por lo álgido de la controversia de la zona en reclamación, San Martín de Turumbang, sale en los medios de prensa escritos e incluso en la Televisión, rogamos porque se atiendan los problemas que allí están presentes y afectan a toda su población y las adyacentes.


Enclavada, San Martín de Turumban, en medio de la selva, al frente y conviviendo con el Esequibo, políticamente ubicada en un Municipio que lleva el nombre de un héroe, olvidado por la historia, el General Domingo Antonio Sifontes, hoy reivindicado, que se enfrentó al invasor inglés, está allí, como fiel defensora de nuestra frontera, esperado por asistencia oficial y reconocimiento por favores desinteresadamente prestados.


Nos regresamos a Caracas, preocupados por lo visto y vivido, para plasmarlos en nuestros informes con la esperanza de que alguna institución oficial los asumiera. En la camioneta, donde regresamos, improvisada, con banquetas y techo, en la parte trasera, para el trasporte de regreso a TUMEREMO, veníamos siete pasajeros, todos temblando. Unos porque estaban afectados por, altas fiebres de La Malaria, verdadero azote de esa región, que salían a ciudades cercanas paras tratarse, y nosotros rogando a Dios, que no nos picara un Mosquito y nos las transmitiera.

Esos pueblos fronterizos, abandonados de la asistencia oficial, son los verdaderos defensores de nuestras fronteras, gracias a ellos hay presencia de Venezuela. TURUMBAG, TURUMBANG, Resuena como tu apellido, que se oiga tu clamor y que se atienda como debe ser a los verdaderos defensores de nuestra frontera, sus pueblos indígenas fronterizos. Esperamos que, con la designación de una Autoridad Única para la región, se aborden tan ingentes problemas que acucian al sector.