Por Robert Alvarado (@robertveraz)
“Cuando oramos, elevamos nuestra voz al cielo; cuando votamos, damos forma a nuestro destino en la tierra. Así, la oración y el voto se complementan y pueden influir en nuestro mundo tanto espiritual como terrenal.”. Frase atribuida al filósofo y teólogo Cornel West.
En medio del complejo escenario político, social y económico nacional, surge una propuesta poco convencional, pero llena de esperanza: la defensa espiritual del país. Esta iniciativa busca unificar criterios y acciones entre distintas corrientes de pensamiento y organizaciones religiosas o espirituales, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. El objetivo es asumir la crisis desde una perspectiva espiritual, invocando la fe del pueblo y las fuerzas divinas para liberar a Venezuela de las sombras que la aquejan. En esencia, se plantea cómo la oración y el voto pueden ser instrumentos poderosos para propiciar una transición.
La propuesta de defensa espiritual se apoya en citas bíblicas que resaltan la importancia de la oración y su incidencia en el curso de la historia. Efesios 6:10-18: “Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales.» La batalla espiritual es real, y debemos armarnos con la oración y la fe. Lucas 18:27: “Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.” Esta promesa nos recuerda que, incluso en tiempos de crisis, la intervención divina puede cambiar el rumbo de la historia. Mateo 18:19: “Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.” La unidad en la oración es poderosa y puede transformar realidades. Mateo 7:7: «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.» La persistencia en la oración es clave para alcanzar respuestas y soluciones.
En cuanto a fundamentos históricos, la historia está llena de ejemplos donde la dimensión espiritual influyó en el curso de los acontecimientos: Batalla de Lepanto (1571): La flota cristiana, liderada por Don Juan de Austria, invocó la protección divina mediante el rezo del Santo Rosario. Derrotaron a la flota otomana, salvando a Europa de una invasión musulmana. Batalla de las Ardenas (1944): El General Patton oró por buen tiempo para permitir el avance de las tropas aliadas. La respuesta llegó y cambió el rumbo de la Segunda Guerra Mundial. Caída del comunismo en Polonia (1989): El movimiento de oración en la Iglesia de San Estanislao Kostka en Varsovia contribuyó a la caída del régimen comunista. Caída del Muro de Berlín (1989): Las oraciones y manifestaciones pacíficas en Leipzig y otras ciudades de Alemania Oriental fueron fundamentales para la reunificación alemana. Movimiento de oración de Moscú (1991): En pleno intento de golpe de Estado en la Unión Soviética, miles de personas se congregaron en la Plaza Roja de Moscú para orar por la libertad. El golpe fracasó.
Con base en los fundamentos bíblicos e históricos antes citados, surge una invitación a unirnos en un propósito común: Orar & Votar. Más allá de las diferencias políticas y las circunstancias adversas, la fe y la acción ciudadana pueden ser las herramientas que nos lleven hacia un futuro de menos antagonismos. Veamos cómo cada uno de nosotros puede contribuir a la transformación de nuestro país. Unidos por la fe, aspiramos a disipar las tinieblas de la perplejidad, la desesperanza y la división que nos oprimen. En ese sentido, la invitación es a orar por la sanidad de nuestra nación, por la paz en nuestros corazones y por la liberación de las cadenas que nos atan. A la vez, el voto es nuestra voz en la construcción del futuro. No importa cuán difícil parezca, debemos ejercer este derecho con sabiduría. Busquemos líderes íntegros y comprometidos con el bien común. No se trata solo de elegir un nombre, sino de elegir un destino para todos.
Es sabido que nuestras instituciones han sufrido desgaste y desconfianza. Pero podemos ser parte de la solución. Desde nuestras acciones cotidianas hasta las grandes decisiones, actuemos con valores éticos y morales. La honestidad, la transparencia y el respeto deben ser los cimientos sobre los que edifiquemos una nueva Venezuela. Asimismo, la diáspora ha separado a muchas familias. Anhelamos el día en que nuestros compatriotas puedan regresar a casa. Pero mientras eso ocurre, también debemos acoger a quienes llegan a otras tierras. Seamos solidarios, brindemos apoyo y construyamos puentes para que todos encuentren un lugar donde prosperar.
La oración y el voto no son acciones aisladas, sino un llamado a la acción conjunta. Oremos por Venezuela, pero también votemos con responsabilidad. En este momento crucial de nuestra historia, la oración y el voto se entrelazan como herramientas poderosas, porque la oración es un acto de fe, una conexión con lo divino. Cuando oramos, depositamos nuestra esperanza en que algo más grande que nosotros puede intervenir y cambiar las circunstancias, como de hecho ha ocurrido en la historia mundial. Del mismo modo, el voto es una expresión de esperanza en un futuro mejor. Ambos nos impulsan a creer que las cosas pueden mejorar. De ahí, que la oración no solo afecta nuestro mundo interior, sino que también influye en nuestras acciones. Cuando oramos por nuestra nación, nuestra perspectiva cambia. Comenzamos a ver más allá de lo inmediato y a considerar el bien común. El voto, por otro lado, es una acción tangible que puede transformar nuestra realidad exterior. Perspectiva comúnmente compartida por filósofos y líderes espirituales de diferentes tradiciones, en cuanto a la importancia de la acción consciente y la participación cívica como formas de transformar tanto nuestras vidas como el mundo en el que vivimos.
En línea con lo anterior, la oración y el voto son responsabilidades ciudadanas. La oración nos llama a ser conscientes de nuestras decisiones y a considerar el bienestar de todos. El voto, por su parte, es una responsabilidad cívica que nos permite influir en la dirección de nuestro país. Ambos requieren compromiso y participación activa. La oración y el voto se complementan entre sí. La oración nos guía en nuestras elecciones, nos ayuda a discernir y a buscar sabiduría. El voto, a su vez, es una respuesta práctica a nuestras oraciones. Es la manera en que traducimos nuestras aspiraciones en acciones concretas. ¡Oremos y votemos, unidos por la fe!
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