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El dolor más grande es perderse internamente, dentro de la propia intensidad del amor, ese es el dolor más profundo en el alma, perderse y dejarse abandonado en las brumas de un estado salvajemente emocional, dejarse llevar de la ternura y el placer; por eso Florentino se había prohibido enamorarse hace muchos años; sabía que el amor creaba un estado de confusión en los sentimientos y en los pensamientos; Florentino conocía muy bien todo en el arte y filosofía del amor; él sabía que la ternura iba acompañada por la lujuria, lo cual traía consigo un mundo maravilloso de alegrías, pero también profundas penas; Florentino como amante satiriasico que era, sabía que el amor traía grandes alivios, pero también ansiedades; que el amor traía altruismo, pero también celos.

Por todas esas razones, Florentino sintió un miedo pavoroso cuando conoció a la mujer de fuego, como así era llamada en el Reino de la felicidad; era una mujer mágica, que despertaba ganas de vivir la vida cada instante. Al tenerla en su lecho por primera vez, Florentino estaba asustado y a la vez alegre, ella le había despertado nuevamente el gusano venenoso del amor, un compromiso para él, que había dejado de existir en sus entrañas hacía demasiado tiempo, y, para Florentino eso era muy peligroso.

En sus primeros encuentros carnales, Carmen Leticia de la Encarnación Bárbara del Perpetuo Socorro, como así eran sus nombres, dejaba en Florentino una estela de locura endemoniada, ya que, la satiriasis de Florentino se unía a la ninfomanía de la mujer de fuego, cuestión que convertía sus cuerpos en una hoguera incandescente de pasión, que despegaba sus almas por todas las puntas de sus dedos.

Ese deseo intenso de amarse los Dos a cada instante, en todo momento, lugares y rincones del Palacio de Florentino, era interminable, se estaba haciendo indispensable y sin reservas; la mujer de fuego cuando estaba en brazos de Florentino sentía una gran paz interior y una gran sensación de seguridad, cuestión que no había sentido nunca con ningún hombre, y eso le daba a ella mucho terror, enamorarse y sentirse vulnerable en el lecho de Florentino, y eso, no podía ocurrir, ya que estaba casada con un rico heredero del Reino. La dama de fuego, no regresó más. Autor, Silvio Mora Ochoa. Miembro de la asociación de escritores de Venezuela, capitulo Portuguesa.