Por Robert Alvarado (@robertveraz)
“Nada sucede hasta que el dolor de permanecer igual supera el dolor del cambio”. Arturo Burt
Las Escrituras enseñan que todo gobierno es impuesto por Dios (Romanos 13:1-2). Sin embargo, ¿qué sucede con los gobiernos que no mantienen principios bíblicos ni buscan la paz y la justicia en medio de circunstancias difíciles? Aquí es donde surge la tensión para el creyente, porque el análisis bíblico, teológico, adquiere dimensiones profundas. Independientemente de la información que se maneje sobre la realidad social y política que involucra la conducta gubernamental antes referida, ese análisis carecería de sentido sino pasa por el tamiz de la oración, espacio o dimensión en el que se decanta el discernimiento de todo creyente con la ayuda divina. Quizá alguien pueda tildarme de idealista o ingenuo, por el planteamiento anterior, sin embargo, el resurgir del espíritu de oración, meditación y piedad en esta época post electoral, nos coloca ante una realidad tan incontrovertible como inescrutable: el poder de la oración, especialmente en medio de circunstancias de gobernabilidad particularmente difíciles.
La oración, como puente entre lo divino y lo humano, ha sido una herramienta poderosa a lo largo de la historia. Tanto en los tiempos bíblicos como en nuestros días, la oración ha demostrado su capacidad para cambiar circunstancias difíciles y desafiar a gobernantes cuestionables o reprochables. Para ilustrar el impacto transformador de la oración comenzaré con ejemplos bíblicos:
Daniel, un joven hebreo, se encontró en una posición vulnerable bajo el dominio del rey Nabucodonosor, mejor dicho, en la Corte de Babilonia. A pesar de las amenazas y la prohibición de orar, Daniel continuó buscando a Dios en secreto. Su oración ferviente y su confianza en Dios lo llevaron a interpretar sueños, recibir revelaciones y mantener su integridad incluso en situaciones peligrosas (Daniel 1-6). Ahora una mujer, digna de elogios, Ester, una judía, que se convirtió en reina de Persia. Cuando su pueblo enfrentó la aniquilación, Ester decidió ayunar y orar. Su valentía al presentarse ante el rey y su súplica en favor de su pueblo resultaron en la liberación de los judíos (Libro de Ester). El Rey Josafat, enfrentando una invasión de los moabitas, clamó a Dios en oración. Dios intervino y protegió a Israel (2 Crónicas 20:6-25). Y, como es natural, Jesús, que antes de su crucifixión, pasó una noche en oración en el huerto de Getsemaní. Su comunión con el Padre le dio fortaleza para enfrentar su destino y cumplir su misión redentora (Mateo 26:36-46).
También hay ejemplos del poder de la oración en medio de conflagraciones: La flota cristiana, encabezada por el Imperio español, derrotó a la flota turca en la Batalla Naval de Lepanto (1571). Se atribuyó la victoria al rezo del Santo Rosario, y el Papa Pío V estableció la fiesta de Nuestra Señora del Rosario el 7 de octubre) en agradecimiento. Ese mismo siglo ocurrió El Milagro de Empel, según el cual las tropas españolas, rodeadas por el agua y sin escape, rezaron el Rosario y confiaron en la protección de la Virgen María. Un milagro ocurrió: el agua se congeló, permitiendo a las tropas avanzar hacia la victoria. El General Patton en la Batalla de las Ardenas (1944) ordenó distribuir una oración inspiradora a sus soldados: “Señor, haz que nuestros enemigos sepan que no tememos la muerte. Luchamos por algo más grande que la vida terrenal. Luchamos por la libertad, la justicia y la humanidad. Luchamos por Ti.” Esta oración fortaleció a los soldados y cambió el curso de la batalla en la Segunda Guerra Mundial.
Ahora, veamos algunos ejemplos más recientes de cambio a través de la oración: El pueblo filipino se unió en oración y protestas masivas contra la dictadura de Ferdinand Marcos, en lo que se conoció como “La revolución pacífica en Filipinas” (1986). La presión popular y la oración llevaron a la caída del régimen y al restablecimiento de la democracia. Un poco más acá, los portugueses, cansados de la dictadura de Salazar, se manifestaron en las calles y oraron por un cambio, dando lugar a lo que se conoce como “La Revolución de los Claveles en Portugal” (1974). La Revolución de los Claveles derrocó al régimen y condujo a elecciones libres. Por último, en este artículo, la oración y las manifestaciones pacíficas desafiaron al régimen comunista en lo que se ha registrado en la historia como “La Revolución de Terciopelo en Checoslovaquia” (1989). La Revolución de Terciopelo llevó a la caída del gobierno y al surgimiento de una democracia.
En todos estos hechos antes referidos ha privado el principio de “Ora y actúa”, traducción libre del lema benedictino “Ora et labora», el cual nos recuerda que la oración no es pasividad, sino un llamado a la acción. La oración nos empodera para enfrentar la injusticia, buscar la paz y trabajar por el bien común. Cuando oramos y actuamos en armonía, somos agentes de cambio en un mundo necesitado. De allí, y como se vio en los ejemplos anteriores, la oración no solo es una herramienta espiritual, sino una fuerza transformadora que puede cambiar la historia y las circunstancias.
En Venezuela, el potencial de la oración es inmenso, como lo vemos a diario por estos días con invitaciones a vigilias, ayuno, cadenas de oración de diversa índole y contenido, invitaciones espontáneas y también de parte de la estructura eclesial formal de cada confesión de fe o iglesia, sin obviar las revelaciones de profetas cristianos, muchas de las cuales guardan similitudes asombrosas con los tiempos que corren y el desenlace de los eventos que se han venido sucediendo. Dicho lo anterior, no es aventurado afirmar que en esta tierra de gracia cada día más los ciudadanos se unen en oración, dejando de lado diferencias y divisiones, enfocándose en el deseo común de una Venezuela próspera y en paz. A través de la oración, las barreras se desvanecen y se crea un sentido de comunidad, solidaridad y compasión. Es así como la fe juega un papel fundamental en este proceso, y cada oración sincera puede ser un paso hacia la transformación que anhelamos. Oremos y actuemos, siguiendo el ejemplo de héroes bíblicos y contemporáneos, para construir un mundo más justo y esperanzador.
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