El Dramaturgo alemán Bertold Breth, en una célebre frase célebre, muy trajinada en tantas citas, dice: “Los débiles no luchan. Los más fuertes quizás luchen una hora. Los que aún son más fuertes, luchan unos años. Pero los más fuertes de todos luchan toda su vida, y éstos son los indispensables”. Precisamente, entre los más fuertes se ubicó siempre Iván Colmenares, entre los indispensables.
Durante todos estos tiempos menguados que ha vivido Venezuela, a la vanguardia de la lucha había permanecido él, de primero, liderando las huestes del ansiado sueño de libertad. Firme, en primera línea, alentando a los cabresteros para dirigir los rebaños que trataban de dispersarse, como decían los viejos llaneros: “Un hombre que manda, pero también va”.
Pero no sólo en ese tipo de lucha, sino también en la organización de actividades cívicas y académicas como la del centenario del natalicio del ex presidente Luis Herrera Campíns y en el bicentenario del liceo José Vicente de Unda, muchas veces porfiando, peleando con los que no cumplían la tarea como él quería.
Iván José, primogénito de la unión de la guanariteña Erlinda Betancourt Gacelt, conservadora y católica y el guanareño Juan José Colmenares, recio y bravío, comunista de acción y convicción, periodista y luchador, tan comunista que bautizó muchacho, con su mismo nombre, pero en idioma ruso: IVÁN, que transmite, bíblicamente el mensaje significativo “Dios es Misericordioso”. De ambos heredó los caracteres que lo perfilaron como un guerrero tenaz, al mejor estilo de Jorge Eliécer Gaitán quien dijo en uno de sus discursos: “Si avanzo, síganme; si m, con apenas cuatro o cinco años, presencio las incursiones de la operación tun-tun de la Seguridad Nacional de la dictadura de Pérez Jiménez en su casa, buscando a su padre; y supo de los martirios de su madre, siempre firme, erguida con dignidad, primero por la valentía de su marido y años más tarde por el arrojo y la obstinación del hijo encabezando batallas, primero como líder estudiantil en el liceo José Vicente de Unda, ensayando su futuro como artífice del periodismo con el semanario “LIUNDA”, a lado de otros baluartes como Manuel Escobar, desafiando adversidades en la búsqueda de reivindicaciones para la institución.
Después de la lucha estudiantil, mientras estudiaba Comunicación Social en la Universidad Central de Venezuela, le correspondió otro desafío: ayudar a sembrar las bases del Movimiento Al Socialismo (MAS), siguiendo los pasos de los líderes revisionistas que se cansaron de seguir avalando el caduco modelo soviético en el Partido Comunista de Venezuela; y así vimos agigantarse su figura, su perfil político, bajo la sombra de dos enormes samanes: Pompeyo Márquez y Teodoro Petkoff, mientras resonaban en las tribunas las canciones panfletarias en la voz y la guitarra de Alí Primera.
Pero como era un pensante muy testarudo, tampoco pudo adaptarse por mucho tiempo a los lineamentos de la tolda naranja, y se echó un lado, eso sí, sin abandonar ni descuidar el flanco que como soldado le tocaba defender de los adversarios. Y esta lucha lo hizo concejal del entonces distrito Guanare, y hasta diputado, posiciones desde donde se hizo sentir su verbo encendido en cada sesión, buscando siempre el beneficio de su pueblo amado.
Una vez graduado de Licenciado en Comunicación Social, se agudizó su lucha desde la trinchera de una vieja máquina de escribir hasta altas horas de la noche, mientras el tecleo trasnochaba, no sólo a su mamá sino también a su vecina Luz María Noguera. Ambas matronas permanecieron siempre en permanente oración a la Virgen de Coromoto por la seguridad personal del valiente periodista.
Los diarios noticiosos de Lara, Barinas y Portuguesa comenzaron a difundir, no sólo la noticia veraz y oportuna, sino también las entrevistas precisas, los reportajes de diversidades de temas de interés colectivo, sin que escapara del “santo oficio de la palabra”, sus sagaces columnas críticas y sus mordaces artículos de opinión. Sin la intención de subestimar a nadie, Iván fue, además de un consumado lector, uno de los pocos periodistas, esencialmente intelectuales de esta región. Su radio de acción idealista abarcaba la historia, por eso escribía con rasgos de buen cronista, igual que el desaparecido Jesús Torrealba Villamizar. Su vasto conocimiento literario le daba sustento para comparar las vicisitudes de su pueblo con los hechos imaginarios del Macondo de García Márquez y el Comala de Juan Rulfo. Pero lo más resaltante de su pensamiento estuvo siempre enmarcado en el combate político. La magnitud de su verbo encendido fue “Punta de lanza” que abrió caminos entre las dificultades que pudo superar en medio de las multitudes para llegar a la tierra prometida después de atravesar el mar rojo del sacrificio. Así, liderando un movimiento multidisciplinario y diverso en lo ideológico, logró erigirse como Gobernador de su estado, no para lucrarse, pues de sus ancestros maternales aprendió que a la política se va es a servir y no a servirse. Y esto lo sabemos los portugueseños que conocimos su acción de gobierno, y de ello hay sencillos ejemplos como barriadas populares que durante años no habían visto el chorro de agua potable salir por el grifo y los rincones rurales que no habían visto el resplandor de la luz eléctrica. Todavía los campesinos de Guanarito recuerdan que la electricidad llegó de la mano del hombre que usó como lema “PORTUGUESA LA RAZÓN”.
Y qué no decir de las Ondas Hertzianas del espectro radial guanareño. Su pasión por la radio hizo que aquel mecenas intelectual llamado Aldo del Papa lo asumiera como un hijo. En la radio, al lado de su compadre, paisano, colega y amigo Grossman Parra Pinto, fundaron “Primera Plana”, y en esa tarea quedó Grossman hasta que lo hicieron perder la voz, pero no la pluma. La aguda voz de Iván por Radio Estelar alegró las mañanas por muchos años con el espacio “Méjico y sus canciones”. En medio de cada anuncio de alguna ranchera norteña como “Piquetes de hormiga” o “Rama seca”, se mezclaba alguna frase satírica para cumplir el reclamo que hacían los radio-oyentes desde alguna barriada popular.
Y después de que su madre agitó el pañuelo del postrero adiós, la preocupación y la angustia de ella se inoculó en otra mujer: en Mercedes como guardián y custodia de la terquedad del líder, golpeado en su salud, vapuleado por una pandemia que casi le arrebata la vida. Mercedes quedó atendiendo el natural “complejo de Edipo” que tenemos muchos hombres cuando la esposa hereda la responsabilidad maternal de velar por su integridad.
Literalmente, Iván acumuló en su personalidad todas las tareas de un ciudadano ejemplar, de un hombre solidario y de un líder natural. Le tocó sustituir como hermano mayor, el liderazgo de una familia de siete hermanos. Le tocó -como al papá severo- celar a sus hermanas Zoraida y Eliana; y asumir el dolor de ver partir a sus cinco hermanos varones: A Elisaúl, aún adolescente, ahogado en las aguas del río La Portuguesa; al festivo Jorge Luis, al apacible Elías, al rebelde benjamín de los varones Pancho Pepe; y al hermano mayor que nació fuera del matrimonio: el popular “Gallo Rojo”.
A Iván la vida se le escapó cuando saboreaba las mieles que degustamos los abuelos con la presencia de los nietos. Esa vida que se le escapó a Iván, también se le escapa a Mercedes, quien ahora, con firmeza tiene que asumir el liderazgo familiar, eso sí, alentada por la fe Coromotana que la envuelve con su manto.
Asimismo, la tropa que aglutina la gran causa por Venezuela, por el momento, siente orfandad de liderazgo en Portuguesa, pero en las fibras de cada uno de nosotros, obligatoriamente, tendrá que renacer el esfuerzo del líder que se fue, la tenacidad de su inquebrantable ideal para remar con fuerza hacia el puerto de la esperanza que tanto ha soñado el pueblo. Como escribiera él mismo en su último artículo de opinión en Última Hora digital, en referencia a la fe colectiva:
Con ella y con cada conciudadano que me trasmite esa fe, renuevo la esperanza de que el año próximo, difícil, complicado, en medio de aguas procelosas, será el año de la transición, por la que abogo al Todopoderoso, que sea en paz, sin sangre, sin venganza. Me quedo entonces con la canción de Kany García: “Remamos, sabiendo cuál es el precio, / con los puños apretados, sin pensar en detenernos. / Remamos, con la cara contra el viento / con la valentía delante, / con un pueblo entre los dedos…Y me quedé bajo la lluvia / aunque la voz se canse / Total, es lo único que queda que no se ha quebrado / Donde hay dolor y falte luz, que mi garganta cante / que en la canción agarren fuerzas mis pies anclados. / ¿Cómo callar, como dejar atrás lo que te pega?”
Y afiancémonos en ese último párrafo de ese postrero artículo:
En nombre de esa fe inconmovible de este pueblo que la ha ejercido con pasión, quiero dejarles un gran abrazo, a pesar de la inquietante navidad y el recibimiento del año que llega, “con un nudo aquí en el pecho, sabiendo que, al otro lado, se avecina otro comienzo”. Ahora sí, me despido, quién sabe hasta cuándo, con la certeza de que el 2025 será el año de la fiesta del cambio.
Bien lo dice Grossman Parra en su edición especial de “La Antena del Cono sur”:
“Sí, ese era Iván, el dirigente político, el concejal, el diputado, el gobernador, el guanareño, pero, sobre todo, el compadre, colega y amigo, a quien le pedimos que, desde el cielo, junto a ese Dios en el que creíste, nos dé fuerzas y esperanzas para lograr la victoria en esa batalla en la cual fuiste uno de los más valerosos guerreros, como es la batalla por la libertad y la democracia plena por nuestro país! Porque ese era Iván.”
Finalmente nos corresponde asumir con naturalidad el designio del Todopoderoso, pues como dijo William Shakespeare: “La muerte es un ministro inexorable que no dilata la ejecución”. Sin embargo, todos aquí sabemos que, aunque se diga que nadie es imprescindible, no olvidemos que Iván, como afirmó Bertold Breth, se ubicó entre “los más fuertes”, entre los que “luchan toda su vida”, mejor dicho: entre “los indispensables”.
¡Paz a tu alma, hermano!
Yorman Tovar
La Colonia-Guanare, 13 de enero de 2024.
5: 34 pm